Bronx ya no es lo que era
Tuesday, 6 de August de 2013 por Ramón
Pisé el Bronx por primera vez. En mi memoria seguía anclado en la pobreza, la violencia, las drogas y las pandillas; en la visión negativa de Hollywood. Sé que el barrio empezó a mejorar hace años, que existe un gran trabajo comunitario.
Fuimos en la línea 2, más allá de Harlem. Cuando el convoy emerge a la superficie surge una ciudad diferente, grafiteada, casi normal. No es el Detroit hundido en la pobreza que preside el documental de Sugar Man, pero tampoco la glamurosa y brillante que palpita setenta calles hacia el sur. Nueva York encierra mil Nueva York. Los hay horizontales y verticales.
Fuimos al Zoo del Bronx. Estos parques son como los cementerios: muestras de cómo son las personas que viven en la ciudad. Los animales y los muertos bien atendidos son síntoma de civilización, de saber estar. El zoológico es espectacular. Viajamos en monorrail por la zona asiática que de asiática tenía muy poco, pero los estadounidenses nunca tuvieron su fuerte en la Geografía. El animador era entretenido pero los animales que debían mostrarse estaban ausentes. Parece que es la moda, una tendencia. Nos tocó una familia de dos millones de niños con padres alfa que hablaban a gritos, impostados de triunfo. No hubo rebaja en el billete. Pero tal fue la matraca que una de las madres nos pidió perdón.
La parte de los gorilas y los tigres es muy buena. Hubo suerte con los cuatro felinos porque estaban juguetones en la charca. Asistimos a una proyección en 4D. Es lo mismo que en 3D con la diferencia de que si un animal estornuda te mojan los mocos. Impacta. Paula esquivó varios ataques de animales prehistóricos.
Hay un atracción que merece la pena: un mini parque temático con dinosaurios robotizados. Si entras en el juego del animador resulta divertido. Mientras esperábamos al auto, tres mujeres con un tercer millón de niños nos dieron la espera. Mis zapatos nuevos se llenaron de polvo. Nos tocó el mismo carricoche que la familia expansiva. Esta vez nadie pidió perdón. Por un momento soñé que uno de los bichos hacía justicia.
Tener hijos me parece una insensatez; también un acto de heroísmo. Prefiero los gatos. Cuando dije esta gracia, Paula me preguntó si ella era una excepción. Respondí que sí, que lo era pese a no ser mi hija.
En la zona de los reptiles vi a un sapo que sonreía; parecía humano. Aún no sé si era un príncipe a medio desencantar o un bicho a medio encantar.
El Zoo del Bronx dispone también, como la difunta Casa de las fieras de El Retiro de Madrid, de un mono que se manosea la cosa en público. La estira como un regaliz rojo. Incluso se la chupó a sí mismo delante de una familia americana que enseñaba a sus hijos el amor a los animales. No pude resistir: le guiñé un ojo al padre. El mono se quedó adormilado con el asunto entre las manos. Puede que el mono acabe mal: en un Guatánamo para simios amorales.
Cenamos en un japonés. Paula tiene saque: comió de todo, le gustó. Mañana completará su educación culinaria asiática en un coreano.
Es lunes por la noche. Mañana vuelven las tormentas, la fresca. La ciudad que no duerme es maravillosa, se deja vivir, disfrutar.
Jajaja!! empezar el día con risas es el mejor desayuno… Qué bien te está sentando este viaje y qué distancia ¿verdad? a lo que importa menos. Esos monos están muy globalizados 😀
Veo que el Bronx no ha cambiado tanto