Cuidado con los cajeros automáticos
Tuesday, 15 de May de 2012 por Ramón
Hoy me he acercado a un cajero automático de una célebre entidad bancaria. Le he saludado educadamente: “Buenos días señor o señora cajer@”. La cosa emitió un pitido gélido, poco entusiasta. Procedí a introducir la tarjeta para sacar dinero. Número secreto, cantidad deseada, tipo de cuenta, número de calzado, color de los ojos… Esos requisitos que se inventan los de seguridad de los bancos para tener al cliente en la solana o la intemperie en espera de que algún desaprensivo te de un sablazo. ¿Irán a comisión?
Tras superar una serie de laberínticos procesos, que se complicaron cuando la máquina me preguntó por mis gustos personales, comida favorita, el tipo, color y forma de los calzoncillos, últimos viajes y equipo de fútbol, el cajero me consideró propietario seguro de la tarjeta introducida. Tras unos segundos de digestión anunció una comisión de tres euros por el esfuerzo que había tenido que realizar; lo llamó propina. Antes de que pudiera protestar o anular la operación pasó a la siguiente fase: explicarme la difícil vida de un pobre cajero en medio de la crisis bancaria, cómo la gente le insulta, le da manotazos sobre el teclado, con lo que duelen las partes blandas, e incluso patadas y salivazos, por no hablar, dijo, de los antinosequé que le meten, con perdón, silicona por la ranura.
Al cabo de dos horas, el que escribe parecía un José Luis López Vázquez en la cabina, pero ventilado. El cajero del banco innombrable emitió una foto dedicada de su presidente, otra de la presidenta de la comunidad de Madrid (con fotoshop) y una tercera de un señor con gafas que hablaba por los codos sobre la mujer-mujer. ¿Y el dinero?, pregunté enfadado. El aparato respondió con letras verdes: “Ya se lo hemos descontado, señor. Cada foto, 100 euros. Que tenga un buen día”. ¡Coñó! ¿Y la tarjeta?”, grité sin miedo a que los antidisturbios presentes en cada esquina me confundieran con un perroflauta. El cajero mostró una sonrisa cómplice, y como si me hablara al oído, susurró: “Yo que usted lo denunciaba a la policía de inmediato, antes que sea demasiado tarde”. Sin un euro pedí a cuenta un periódico en el kiosko de la plaza. El kioskero me dejó: “Al menos se lleva uno, que la crisis nos tiene ahogados”. Abrí el diario y leí sobre Grecia y el hundimiento de la Eurozona. Pensé en mi cajero. Tiene suerte de no estar en Syntagma, que buena le daría yo.
you are very very nice.
i love lobo estepario
de los que corren junto a las mujeres.
arquetipo de una prostituta,
diosa toda.
namasteamorteamoooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo
vaya forma de pensar tio…
Y quién te manda tener todavía dinero en el banco…
🙂
Por eso no me gustan los cajeros automáticos prefiero ir al banco.
hola mi nombre es Juan Camilo Osorio de la I.E Ciudadela Las Americas soy del grado 11.
estoy haciendo una recomendacion a los blog y la historia suya es muy buena por que eso le ocurre a muchos y es gracioso por que la gente sabiendolo le siguen pasando esas cosas
Me río. Yo como no tengo dinero para sacar ya que mi superávit en este primero de mayo asciende a 80 euros, y me han de pasar una factura de 164… no me ocurre eso con los cajeros. Tranquilo Lobo, se sobrevive…
Saludos…
Jajajajajajajaja, joderrr Lobo, y lo bien que nos lo pasamos ¿qué?, luego vas y lo cascas como decía aquel, yo es que me parto de risa contigo.
Un abrazo fuerte.
Prefiero siempre el trato humano, por eso siempre en ventanilla.
Saludos.