Arte robotizado frente al arte que calienta
Tuesday, 13 de December de 2011 por Ramón
No sé cantar. Creo que ya lo había confesado. La música suena bien en mi cabeza, parece armónica, tiene compás, pero con solo imaginarla aterrizando en mis labios, sin pronunciarse aún, todo se desentona, se vuelve ruido, molestia. Me llama la atención el talento. Este vídeo navega por Internet cargado de talento. Son solo tres niños que cantan a Adele; es un vídeo editado, hay mano paterna, plan de negocio, pero la voz de ella es real. Tiene sentimiento. No es fácil sentir cuando se toca un instrumento, y la voz es el más perfecto de todos. Construimos muros entre ese instrumento y el corazón de quien lo toca. A los niños se les enseña la importancia de la técnica, su supremacía, y acaban robotizados, más pendientes de la mano o del movimiento de los labios, que del timbre de la voz, del calor.
Sucede a los fotógrafos. Los mejores son autodidactos. Aprenden más de su ojo, el que ve, enfoca y dispara, que de los dedos que mueven el diafragma. Hoy las cámaras fotografían solas, sus automatismo son casi perfectos, pero ninguna cámara reemplaza el encuadre, la mirada, el lenguaje interior de quien fotografía.
Me gusta la libertad, suena mejor que el método. Odio lo que es así porque siempre ha sido así, o porque soy tu padre, tu maestro. El método carece de argumentos, de discurso, es solo un ¡ar! Nadie con imaginación escribe desde la rigidez de lo que debe ser, desde las palabras permitidas, desde las imágenes aceptadas. El arte es libertad, frescura, y por desgracia, también negocio. Los mejores, y está por ver si estos niños lo serán, lo son pese al circo. Pienso en Pavarotti, en Fabio Biodi y su violín, en Vargas Llosa. El arte es la única vía de escape de esa mediocridad aplastante; la única que nos hace mejores, que nos resucita y salva.