Lluvia que canta
Monday, 14 de March de 2011 por Ramón
Llueve agua del sur. La que sobró allá abajo esta mañana cae de noche sobre Madrid. Las gotas golpean mi tejado. Podrían ser notas musicales desenfocadas. Notas que suenan, vibran y se olvidan enseguida de quienes son. Notas efímeras y despistadas. A veces parecen piano; otras, djembe. Hay ritmo, pausa; también compás. Me gusta el compás desde que escuché a Félix Grande hablar de su importancia; el compás es brújula, norte.
Existe un compás general que se inocula en la escuela y en la familia; también en el trabajo; y en la cultura repetitiva que descompasea por las televisiones. Cuando el compás es general suena a desfile, a obediencia debida, a espada. No me gustan los desfiles. No me gusta la gente sincronizada que se mueve como un reloj. No me gustan los relojes. Sobran en mi muñeca y los que viven en mi casa no dan la hora ni el recuerdo de la hora. Dormitan eternos. Malconsiento por necesidad legal un despertador, un ser diabólico de ojos fluorescentes, como las estatuillas de la Virgen de Fátima. Mi cuerpo ha desarrollado una alarma temprana muda que me desvela un minuto antes de que el monstruo me sobresalte. Cada vez que sucede, le grito: victoria.
Caen lluvias sobre mi casa y la sueño barco de madera. Me sueño navegante, Marco Polo, una persona que se descubre descubriendo. Un navegante navega siempre aunque no tenga barco y esté en dique seco. Esa es la mejor defensa, que el movimiento nunca dependa de otros. Ellos mandan quieto, firmes; yo, vuelo acróbata sin moverme, sin pestañear, solo con la sonrisa.
Darwin dijo: “No sobreviven los más fuertes ni los más inteligentes, sobreviven las especies que se adaptan mejor”.
La evolución es tan perfecta que los que se mueven en exceso hoy, los que disimulan, se agitan y se agotan en lo instantáneo, desaparecen. Cuando llega el momento del largo plazo están sin fuerza, inertes, muertos a su manera de vivos insustanciales. Pero a veces el largo plazo es demasiado largo.
Escribo y llueve. Gotas-palabras; palabras-gota. Llueve y navego entre tiburones.
Me gusta. Buen relato para finalizar un día. Un saludo
Genial, qué gran texto, emocionante desde el comienzo hasta la última frase. En especial este párrafo…
“Caen lluvias sobre mi casa y la sueño barco de madera. Me sueño navegante, Marco Polo, una persona que se descubre descubriendo. Un navegante navega siempre aunque no tenga barco y esté en dique seco. Esa es la mejor defensa, que el movimiento nunca dependa de otros. Ellos mandan quieto, firmes, yo vuelo acróbata sin moverme, sin pestañear, solo con la sonrisa.”
..LLueve en la ciudad , llueve en mi corazón.
Tuas palavras gotas, palavras que se tornam chuva generosa Elizabeth
Es un relato éste para adormecerse con el repiqueteo de las gotas, que aquí siguen cantando sin parar. Yo vivo rodeada de relojes, no sé cómo lo hago, pero mi venganza es mirarlos con desdén y no hacerles mucho caso. Me gusta el contraste que haces entre el ritmo natural de la lluvia frente al tic-tac marcial del reloj. Muy bueno… Buen día!
Buen día en tus buenas noches.
Lo primero, este muchachito es grandeeeee!! Mil gracias por el regalo.
Lo segundo, también gracias pero por tus palabras. Las comparto tanto, las siento tan mías… Sólo te pondré dos ejemplos: no uso reloj desde 1995. La decisión o el motivo de haberla tomado no viene al caso. Él único reloj de la casa, que está en mi cocina (porque la cocina es mía y además me gusta que sea así) no se mueve del lugar donde está. Cuando hay que adelantar o atrasar, se queda como está. Algunos, de paso por ella, quedan desorientados pero en cuanto les explico, entienden y si no lo hacen, respetan… Tampoco marca la hora exacta, va adelantado, y no lo corrijo, que siga, que siga como está. En lo que no voy parejita a ti es en el despertador. No lo tengo. Lo llevo dentro de mí…
Y del resto… comparto a plenitud.
Gracias otra vez.
Qué bonitooooo !!!
como siempre muy bueno !!! me acordé de Siempre empezo a llover de Julio Cortazar:
“Siempre empezo a llover
en la mitad de la película,
La flor que te llevé tenía
una araña esperando entre los pétalos.
Creo que lo sabías
y que favoreciste la desgracia.
Siempre olvidé el paraguas
antes de ir a buscarte,
el restaurante estaba lleno
y voceaban la guerra en las esquinas.
Fui una letra de tango
para tu indiferente melodía”
Precioso relato, Ramón. Yo tampoco uso reloj. Un beso