El orden de los libros
Wednesday, 5 de January de 2011 por Ramón
He entrado en tres librerías de Huelva para dejar otras tantas cartas a los Reyes Magos. La primera era un supermercado: todos los libros revueltos, los empleados sin interés ni conocimiento y un público animoso en la cola que tampoco parecía saber bien qué compraba. Los libros no son un producto, una mercancía, una anotación en una cuenta de resultados; los libros son mágicos, contienen palabras que alguien ha arrancado del silencio con esfuerzo, sufrimiento y talento (no siempre; es más, casi nunca). Un libro es una ventana abierta, una bocanada de aire pinchado en neurona, una posibilidad de redimirse y crecer. Un libro es un artefacto revolucionario que modifica, regala otras vidas ya vividas, emociones y experiencias. Algo así de valioso exige un mimo exquisito. Son como las botellas de los Gran Reserva, que casi no hay que moverlas al retirar el corcho.
Tengo una amiga que hace un tiempo encargó en la librería-supermercado Mis padres no lo saben. Cuando le avisaron que había llegado fue a recogerlo. La dependienta le informó de que debía volver otro día porque el ejemplar estaba en el fondo de un carrito de la compra debajo de otros libros y que no podía sacarlo en ese momento. Mi amiga se sintió ofendida. Había tratado a su libro como un kilo de manzanas. Nunca regresó.
La segunda librería era pequeña pero en ella se respiraban las descripciones y los diálogos sin interrupciones. Había paz y tres dependientas amables y capaces. Me llevé tres, uno de ellos el último de John Le Carré, un buen escritor y tipo honesto, algo que no abunda en el supermercado de la indecencia, que es en lo que se ha convertido la pasarela de la vida. Me gusta husmear en la mesa de novedades y en las otras menos actuales, y comprobar con qué libro duerme cada uno. De noche, cuando los libreros se marchan a casa, los libros se despiertan e intercambian metáforas y aventuras. Una buena novela al lado de un libro menor puede terminar en desastre. Las erratas son huellas de los infartos que producen las malas conversaciones. Cuando me dispongo a comprar un libro lo respiro y él es el que decide, a través de sus olores, si se quiere venir conmigo. Así compro, por piel. Toco y me dejo llevar. Así vivo, con las manos fuera de los bolsillos.
El tercero se encontraba en la planta baja de un gran almacén. En la estantería de novedades y bajo el epígrafe de Novela destacaba la presunta autobiografía de un delincuente condenado por apropiación indebida. En la segunda balda, con menos visibilidad, la supuesta obra completa de Vargas Llosa, pues apenas tenía tres títulos mal colocados. Ese estante era algo más que una declaración de principios, era una muestra de imbecilidad.
Nunca compro libros en lugares que maltratan a los libros y a los clientes. No son principios lo que me mueve sino el respeto a las palabras y a los silencios que habitan en cada obra literaria.
¿Qué tal llevas la novela?
menos mal que vivimos “con las manos fuera de los bolsillos”, es la única forma de que se nos peguen los libros…a mí uno, una vez, me saltó a los brazos desde un estante. palabrita.
Feliz año Ramón. Comparto tus opiniones y tu amor por los libros aunque me temo que no soy tan buen lector. Siempre recuerdo las acertadas palabras de una compañera de clase sobre la relación íntima que se establece con ellos. Es cuestión de texturas, olores, sensaciones. Y también de cómo tratan las editoriales las ediciones de los libros. A veces lo hacen igual que las grandes superficies apelotonando las palbras.
Un abrazo
Raúl
Hace algún tiempo Arturo Pérez-Reverte, en su columna dominical, comentó una situación parecida. Tras relatarla exigía además que los profesionales de la literatura (en este caso, la gente que atiende a una persona que busca adquirir un libro) dediquen un poco de amor y paciencia a la labor que realizan. En general. Igual que un sastre debe hacerlo con la seda que trabaja. O igual que un pescador debe hacerlo con las redes que prepara.
Parece que describes al “yo no soy tonto”, también al “corte de los ingleses” y la tiendecita azul con tres dependientas, un lugar más que recomendable en una ciudad pequeña 🙂