El viaje de Blanca
Sunday, 31 de January de 2016 por Ramón
No es fácil enfrentarse a la muerte, descender de los planteamientos filosóficos y entrar en la realidad concreta y brutal de ver apagarse a una persona querida. Me cuesta más la muerte de los demás que la idea de la mía, pero esto vuelve a ser un planteamiento cerebral, absurdo e inconsciente que tal vez no se sostenga el día que me toque marchar.
Este mes de esperanzas y desesperanzas, de alegrías y desánimos, me ha puesto en contacto con algo que ya sabía: la finitud innegociable de la vida. No me ha ayudado cumplir 61 años y empezar a ver, a lo lejos, los pináculos más altos de la Ítaca de Cavafis. No es el hecho de morir sino la conciencia de que vivir es un privilegio con fecha de caducidad.
Se me agolpan las imágenes, las conversaciones, los viajes, el gato Claudio que compartimos durante un tiempo, los años de Radio 80, Washington DC, Lina, el regreso, la separación y la amistad continua e inquebrantable.
Pienso en su voz. Tenía personalidad y hermosura, fuerza y sosiego.
Siempre fue una profesional íntegra y honesta, y más cuando le tocó convivir con dos indeseables del periodismo que le hicieron daño. Blanca transitó por la vida repartiendo sonrisas, amabilidades y enseñanzas. Deja un inmenso hueco en su madre, herman@s y sobrinas, en sus compañeros de la radio y en la memoria de todos los que la conocimos.
Es la primera baja en mi familia elegida, aquella que he ido recolectando en mi vida de náufrago, salvándome y creciendo gracias a la paciencia y el cariño de tod@s ell@s. Soy muy afortunado de haber tenido tanto durante tanto tiempo. Y de seguir en racha.
Buen viaje, queridísima Blanca. Tal vez nos veamos por ahí fuera algún día de estos cuando mi estúpida filosofía sobre la muerte se plasme en el hecho incontestable del adiós.
Un beso, una canción -seguro que te acuerdas de ella- y uno de tus álbumes favoritos. Feliz viaje.
Sencillamente, genial. Una despedida alejada del lacrimógeno sentir que tanto las desvirtúan y con una rúbrica de verdad que abraza el tránsito a lo definitivo. Gracias, don Ramón.
Qué bonita despedida, agradecida, respetuosa, cariñosa. Es reconfortante ver como algunas personas se van acompañadas por estas elegias de sus personas queridas.
Lo siento.
Le escucho los fines de semana, en el programa del gran Javier del Pino, “A vivir que son dos días”. Esta mañana me ha llegado su tristeza pir esa pérdida. La vida nos va dejando naúfragos y huérfanos.
Qué emotivo, Ramón.
Descanse en paz, Blanca.
Don Ramón, le escucho también en la SER y, como extrabajador de los informativos de la Cope, entiendo claras como el agua algunas de las frases que quizá resulten algo más incomprensibles a quienes no conocían a Blanca María Pol. No lo podría haber escrito mejor. Por mi parte, no diré que fue la única buena jefa de informativos de la casa con la que trabajé (estuve casi 11 años en Cope), pero sí diré que era la más amable y la que más escuchó al otro lado del teléfono. La mejor, en definitiva. Mis condolencias, don Ramón.
Vulnerant omnes ultima necat, todas las horas hieren, la última mata. Cuando un ser querido, en un momento de nuestra vida, nos deja, algo de nosotros muere también. Como seres sociables que somos vemos nuestras propias vidas amputadas por esas ausencias. Pero viven en nuestro recuerdo, en nuestro agradecimiento y reconocimiento. Hermoso y generoso reconocimiento.