Feed
Posts
Comentarios

65 y coleando

No sé por qué hacer 65 años (más participativo que cumplir) me produce esta euforia danzarina que tiene a Nana y Morgan desconcertados. Mucho Bruce Sprinsteen en los auriculares para arrancar mi tercera biografía, la de subir nota.

Quizá sea por llego vivo y con ganas de lucha. El desafío no ha terminado. Hoy más que nunca, Nikos Kazantzakis: “No espero nada. No temo nada. Soy libre”.

Pienso en los muertos de mi camino, los que me adelantaron en dirección a Ítaca. La última, nuestra queridísima Alicia Gómez Montano. Pienso en mis amigos y compañeros de batallas Miguel Gil, Julio Fuentes y Ricardo Ortega. Me emociona sentirles tan cerca en un mundo paralelo. En eso soy muy africano. No creo en el Más Allá, pero sí en el poder de la imaginación

Me siento feliz porque mi segunda biografía da sentido a mi vida. Es un privilegio sentirse colmado y poder seguir. Alcanzo la edad de jubilación (aún deberé esperar unos meses) en plenitud profesional, la cabeza más o menos en su sitio y sin olvidar ni un instante quiénes son las víctimas y quiénes los verdugos.

No tengo banderas, solo valores y principios

Llego tras haber bailado mucho en los últimos años de la Edad de Oro del periodismo. Me tocaron viajes y reportajes fantásticos que me formaron como profesional. La música se detuvo en 2008. Volverá, pero no para los que hoy tienen 50 o 40 años. En esto también he tenido suerte.

Me hubiera gustado cubrir la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial, pero no me quejo de lo que me ha tocado. Pienso en las personas que me ayudaron a crecer: amigos, novias, familia, jefes, compañeros, intérpretes, conductores y aquellos que me compartieron sus vidas y sus penas.

Es solo un número que me va a permitir pagar menos en la piscina y tener un bono de transporte que estoy ansioso por cargar.

Mis edades esenciales han sido los 21, cuando era la mayoría de edad, y esta de 65. Me quedan dos si llego: 69, por simple picardía, y los 88, la edad eterna de José Saramago.


No es fácil mantener un blog

Entre las colaboraciones y los intentos de novela, ya veremos dónde llegó, no me queda tiempo para este blog, que tengo abandonado. Es injusto: él me preparó para la navegación en solitario por si se hundia el Titánic. No se hundió, pero caí por la borda tras un leve empujón. Después de casi siete años soy un consumado marinero. Tengo gran parte de mi vida hecha, ahora toca subir nota.

Intenciones, proyectos y músicas

Si entregué la novela, ya no tengo excusa para asomarme a este blog. Veremos si arranca o no, sin autopresión. Las ventanas sin barrotes son espacios de libertad, como los cuadros de Edward Hopper.

Empiezo el siguiente protecto, que verá la luz a finales de 2019. Preparo también las vacaciones que no tuve este verano. Si Trump no lo impide serán en Nueva York, una ciudad que me fascina. Es la capital occidental de los averiados, por eso me siento como en casa.

El gimnasio es un ejercicio mental, una lucha contra una cabeza que exige pausa, que inventa excusas para las piernas. Me gusta no caer en sus trampas. Son pequeñas victorias que me recuerdan que sigo en control de mí mismo.

Estas son las músicas que pusimos hoy en el espacio que comparto con Javier del Pino en A Vivir. Feliz semana:

Músicas del domingo en A Vivir

Ellas son Y.A.S., un dúo compuesto por las cantantes Mirwais Ahmadzaï y Yasmine Hamdan.

Mi asunto con Sharon Stone

Tengo todo planeado: volaré a EEUU, a NY o LA, donde diga mi amiga Rocío, y haré una entrevista a Sharon Stone. Nada pretencioso, solo palabras. Se me ocurren varios temas: edad, machismo, la tranquilidad de haber vivido, Trump, esta sociedad posdemocrática… Ella es inteligente. Dará juego.

Después nos haremos fotos, la prueba frente a los quisquillosos. Y por seguir con la coña que mantengo desde antes de la DUI. Entonces tuiteé: “es más fácil que yo tenga una relación con Sharon Stone que Cataluña se independice” (o algo así). La cosa catalana terminó en gatillazo, de momento. Nadie en el procés quiso darse cuenta de la fuerza de contención de M Punto Rajoy y su célebre DIU 155. Y ahí estamos, en el posinterruptus, buscando excusa para aplazar el segundo.

Con Sharon no hay gatillazo porque nunca me creí mi propio cuento. Pero con el roce (tuitero) le he cogido cariño. Ella tiene 60, yo 63; ella tiene dinero; yo no tengo deudas. Estamos hechos el uno para el otro.

Entregada la novela a Anna, mi agente literaria que intermedia con las editoriales, siento ganas de pasar a otra cosa. Quedan retoques, cambios menores y quizá alguno mayor. Veremos qué dicen mis amigos lectores. Y la editora o el editor.

Un gran viaje por EEUU sigue en la recámara. Pero hay más opciones.

Los Cuadernos de Kabul, ahora reeditados por Península, señalan un posible camino, un modelo a seguir en el nuevo proyecto.

Guardo otra novela sin conexión con el periodismo en algún lugar del cerebro. Allí la almacené tras dos intentos fracasados. Necesita una chispa para despertar.

Buena semana.

Older Posts »