65 y coleando
Thursday, 23 de January de 2020 por Ramón
No sé por qué hacer 65 años (más participativo que cumplir) me produce esta euforia danzarina que tiene a Nana y Morgan desconcertados. Mucho Bruce Sprinsteen en los auriculares para arrancar mi tercera biografía, la de subir nota.
Quizá sea por llego vivo y con ganas de lucha. El desafío no ha terminado. Hoy más que nunca, Nikos Kazantzakis: “No espero nada. No temo nada. Soy libre”.
Pienso en los muertos de mi camino, los que me adelantaron en dirección a Ítaca. La última, nuestra queridísima Alicia Gómez Montano. Pienso en mis amigos y compañeros de batallas Miguel Gil, Julio Fuentes y Ricardo Ortega. Me emociona sentirles tan cerca en un mundo paralelo. En eso soy muy africano. No creo en el Más Allá, pero sí en el poder de la imaginación
Me siento feliz porque mi segunda biografía da sentido a mi vida. Es un privilegio sentirse colmado y poder seguir. Alcanzo la edad de jubilación (aún deberé esperar unos meses) en plenitud profesional, la cabeza más o menos en su sitio y sin olvidar ni un instante quiénes son las víctimas y quiénes los verdugos.
No tengo banderas, solo valores y principios
Llego tras haber bailado mucho en los últimos años de la Edad de Oro del periodismo. Me tocaron viajes y reportajes fantásticos que me formaron como profesional. La música se detuvo en 2008. Volverá, pero no para los que hoy tienen 50 o 40 años. En esto también he tenido suerte.
Me hubiera gustado cubrir la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial, pero no me quejo de lo que me ha tocado. Pienso en las personas que me ayudaron a crecer: amigos, novias, familia, jefes, compañeros, intérpretes, conductores y aquellos que me compartieron sus vidas y sus penas.
Es solo un número que me va a permitir pagar menos en la piscina y tener un bono de transporte que estoy ansioso por cargar.
Mis edades esenciales han sido los 21, cuando era la mayoría de edad, y esta de 65. Me quedan dos si llego: 69, por simple picardía, y los 88, la edad eterna de José Saramago.