Nueva York-Puerta del Sol sin escalas
Thursday, 29 de October de 2015 por Ramón
Ha sido el viaje de los sentidos, casi italocalvinista. Tal vez sea el otoño que me ralentiza, que sacude el despertar del tacto, el olfato, el gusto, la vista y el oído, de esa membrana interior que todo lo absorbe y procesa.
Dejo atrás a Antonio y a Nueva York. Siento la pérdida de la pequeña cotidianidad construida en estas dos semanas, una extraordinariedad mágica. Estamos hechos de ella, aunque sea a sobresaltos. Y también de memoria.
Vuelvo a Madrid, a mi vida y costumbres, a Nana, a la mujer que empezó a bajar al Sur, a mis amigos, al libro alumbrado a punto de llegar a las librerías. Vuelvo con el cuerpo volteado por un retraso de cuatro horas debido a la tormenta sobre el JFK, y sin alma, es decir, con jet lag,
Quedan los fogonazos de una ciudad que se devanece poco a poco separándose de mis ojos y oídos: el ruido, los edificios que escalan las nubes, la risa en casa de Antonio al hablar de nuestras cosas sin censura alguna, los coros de Tannhäuser, los fantasmas de la calle 69 Upper West Side o las calabazas de la 18 cerca de la Primera Avenida, la tormenta a mares sobre el aeropuerto. Todo es inmenso, apabullante, imperial.
Y me quedan los chinos pedaleando.
Ahora entiendo que Santi Lyon me regañara por la compra de una bicicleta eléctrica; en NY las bicis con motor son cohetes en los que apenas se pedalea. Las usan los repartidores chinos y algunos hispanos. El motor divide el gremio de los esclavos: la clase jodida y la clase rejodida.
La ciudad y los sueños
Nueva York fue construida con los sueños de miles de personas. Ese es su ADN, su impronta y fuerza. Hoy no queda espacio para las esperanzas de los nuevos soñadores. Todo está soñado y patentado. Se colgó el cartel de reservado el derecho de ensoñación. A los inmigrantes del siglo XXI, aunque trabajan duro, solo les caen las pesadillas circulares.
La ciudad vive narcotizada por el recuerdo woodiliano de los que fue, en una representación constante de sí misma, en una imitación. De todos los riesgos que la amenazan, el más serio es que las pesadillas reemplacen a los sueños y que los edificios y las calles sean el reflejo de esta muda dramática, que termine por ser un escaparate sin alma, una Gotham.
Madrid no es NY, carece de su glamur. Parece un pueblo y lo es, pero un pueblo que aún permite soñar con las pequeñas cosas, en cambiar el mundo. Al salir de la estación de Sol no sentí rechazo, del gigantismo hermosamente caótico a una plaza repleta de voces del hoy, el ayer y el antesdeayer. Sol huele a libertad.
Me gusta saber disfrutar de las idas y las venidas, empaparme de cada regalo vital sin importar la etiqueta, sin ahogarme en melancolías. Vivir no tiene fronteras ni razas ni colores ni lenguas, solo alegrias y dolores. Feliz día.
Qué bien! Vacaciones, libro…. elecciones.. no te va a faltar entretenimiento. Ya tengo ganas de que salga el libro 🙂
“El motor divide el gremio de los esclavos: la clase jodida y la clase rejodida.” Bravo!
Veo que estás encantado con los yanquis, pienso como tu. con dinero no hay fronteras, ese Vivir no tiene frontera , ahí te veo. Espero que no se construyan muros en Cataluña, que te voy a contar de las infamias que se cometen por dinero que tu no sepas, los sueños de la razón ya sabes crean monstruos,
Curioso, pero empiezo a notar algo de jet lag… será por hacerme “estar en NY”?
Curioso, pero empiezo a notar algo de jet lag… será por hacerme “estar en NY”?
Y gracias por la música, nunca entenderé a los incultos que hablan de la incultura de internet!
Cuando puedo tener «jet lag» hago algo infalible:
http://nyti.ms/1gplA6b
“Sol huele a libertad”. Ojalá sea siempre así.
Buenísima la canción. “Everything Gonna be alright”. Oh yeah!
Voy a ponerme a leer todos tus post, llevo 15 dias sin conectarme y creo que me he perdido muchas imágenes , actividades e impresiones de tu viaje.
Estoy de acuerdo con tu comentario sobre Wagner. La parte del “coro de los peregrinos” es sublime. No sé si es que soy más pesimista que optimista pero me gustan más los compositores drámáticos y potentes como Beethoven o Wagner que otros más alegres. Lo que no me gusta de la ópera son esos largos y varios descansos que hacen difícil disponer de 4 horas o más de espectáculo. Antes, en esos intermedios se aprovechaba para hacer vida social, para hacer contactos, muchos asistentes a la opera se conocian y en general pertenecían a la misma clase social. Ahora se ha democratizado, no en precios, pero sí en cuanto a las formas, hay más tejanos que vestidos largos y ya no tienen tanto sentido o esos largos descansos. A mí cuando estoy inmersa en la música me molestan los parones tan largos, a veces 25 minutos. Pasas de lo superior a lo terrenal y luego de golpe has de volver a meterte en la obra. Ya no se utiliza para invitar a tu palco a personas a las que debes un favor, Deberían reestructurar los tiempos y podría asistir mucha más gente.
Está bien, ya que pides recomendaciones : la Obertura de Tannhaüser de la Orquesta Sinfónica de Chicago, dirigida por Sir Georg Solti (The DECCA record company ltd. London 1989)
Gracias por los consejos 😉