Decibelios hasta el último piso
Friday, 23 de October de 2015 por Ramón
Todo parece tener un volumen exagerado en Nueva York: los pandilleros con radiocasete-cd gigante, los cláxones, las ambulancias, los coches de bomberos. Es como si los decibelios necesitaran escalar hasta la última planta de cada edificio. Ignoro cómo sobreviven cuerdos los pacientes hasta su llegada a las urgencias del hospital, o si les cambian de destino sobre la marcha, de uno generalista les conducen directamente al manicomio.
En los semáforos escucho a la persona de al lado hablarme y cuando me giro para responder a no sé bien qué resulta que conversa por teléfono. Hay gentes que tienen la costumbre de gritar tanto que desconozco por qué usan el aparato: su interlocutor les estará escuchando, no importa la distancia. Ayer me habló una mujer blanca de mediana edad, es decir, más joven que yo. Me hice el sordo, o el neoyorquino, y resulta que en este caso se dirigía a mi en busca de una dirección. Llevo ocho días y aún no interpreto bien los códigos de buena vecindad.
Entré a comprar unas bragas de encargo en Victoria Secret. Una dependienta risueña, casi socarrona, me ayudó a elegir cinco. Había tantos tipos de bragas que no sabía por donde empezar. Era el único varón sin compañía. Me sentí un depravado. Salí abrumado. Volveré.
Macy´s sigue presumiendo de ser la tienda más grande del mundo, algo que no sé si es verdad. En EEUU no les preocupan estos detalles nimos porque el mundo son ellos. En la segunda planta choqué sin querer con un tipo encorbatado y altivo (no siempre está relacionado). Le pedí disculpas cuando el error era de los dos. Me miró desde un desprecio de clase. Se me fue la flema inglesa de mi madre por la pernera y le solté en castellano: gilipollas. Luego, más tarde antes de bajar por la escaleras mecánicas, añadí: “merluzo”. Odio tanto la mala educación que cuando la sufro pierdo la mía (la buena educación). Un contradiós.
Conocí por la noche a un amigo de Antonio que me habló de la teoría del apego. Si le llego a descubrir antes lo meto en el libro que estoy a punto de publicar. Era un torrente. Me encantó. Hay personas con las que sabes que podrías mantener una conservación inteligente durante semanas (por ellos) y con otras te das cuenta desde el primer instante de que ahí no hay mucho que rascar. No es la capacidad ni la experiencia, es la emoción; hay personas vivas y personas muertas. Los vivos tienen coraje, entusiasmo, luchan, contagian.
Nueva York es una ciudad viva y apasionante. Feliz día.