Parranda en Alphabet City
Wednesday, 21 de October de 2015 por Ramón
En Nueva York todo es grande; las resacas, sobre todo. Tras un día de trabajo en casa de Antonio, salimos desafiando al catarro, ya en remisión. Caminamos hasta el Jimmy’s Corner para tomar una cerveza, bueno: dos y sin tapas, que eso aquí no se estila. La barra estaba abarrotada. Nos quedamos de pie en un pasillo angosto. Mi tripa generó alguna que otra situación divertida al cruzarse con otra similar. Las tripas que se rozan siempre bromean entre ellas.
El bar está decorado con fotos de boxeo, influencia del Madison Square Garden, unas calles más abajo. Delante tenía una de Roberto Durán en blanco y negro en pose de combate. Le conocí hace unos meses en su restaurante en Panamá City. Es uno de mis favoritos. Eran los tiempos en los que me gustaba el boxeo, los tiempos de los grandes pesos ligeros, superwelter y welter, y de Mohamed Alí. Había una cierta poética en el heroísmo.
Es frecuente encontrar personas solas en estos bares, islas que se lanzan a la vorágine para sentirse menos solas o para entablar alguna conversación. Es la ventaja de la gran ciudad: puedes entrar en ella o salir sin apenas moverte. Millones de personas caminan individualizadas en sus soledades y dolores, en sus carencias afectivas, sin contacto alguno. A veces la puerta giratoria entre ambas ciudades se libera con “un buenas noches” o un “cheers”.
Cenamos en un coreano con una compañera de trabajo. Después, no sé por qué iniciamos una ruta sin freno por Alphabet City, una ruta de bares, se entiende. Primero, en una coctelería pija llamada Mace. Es una punta de lanza de la ciudad moderna y cara que avanza por los barrios populares, como avanza Up Town hacia Harlem, expulsando a sus habitantes de siempre.
Del Mace cambiamos al Manitoba’s donde jugamos a un juego extraño: una mesa que imita una pista de hockey hielo con un disco fluorescente y dos porterías. Creo que el dolor de cabeza mañanero procede del gin tonic que tomamos en este garito que pertenece al barrio que aún resistente el avance de la modenidad. Pese a todo, me gustó.
Terminamos en otra coctelería llamada Lovers of Today, donde no sé por qué insensata razón duplicamos la comanda. Al salir vi un mural borroso dedicado a Joe Strummer y me acordé de la versión con la que cierro esta entrada.
El camino de vuelta a la casa, a la Primera con la 22, se nos hizo muy cuesta arriba. Si hubiera erratas se pueden reclamar en el último bar. Como dijo un día Danny DeVito en televisión tras una noche de parranda con George Clooney: “Sabía que el séptimo limoncello me iba a tumbar”. Feliz día.
No me gusta ir de parranda, pero me gusta leer la que otros hacen (si no acaba mal, salvo que sea exclusivamente literaria!)…
Disfruta.
Un abrazo.
te ama la luz de todos los dias
namaste
Pues me preocupan los excesos de ingestas :)). No lo encuentro saludable y por egoismo, claro.