La ciudad sucia
Friday, 9 de October de 2015 por Ramón
Madrid está sucia porque la habitan demasiadas gentes incívicas que no la quieren. Están, claro, los contratos regalados a los amigos, la mala gestión de las empresas, el negocio y el pufo, pero todo eso sucede después del acto individual de ensuciar. La primera responsabilidad es nuestra.
Me recuesto contra un muro en la calle Arenal, cerca de mi casa; veo varias personas que tiran la colilla al suelo cuando a dos metros hay una papelera-cenicero; un portero barre la suciedad de su portal lanzándola a la calle. En la calle Hileras, una mujer vacía un cubo de agua sucia y en Mayor dos obreros dan forma con ruidosas máquinas a unas maderas para el interior de un tienda aún no inaugurada. La calle huele a serrín. Un hombre escupe contra un árbol cerca de la librería Méndez. Ayer, me crucé con dos extranjeros que cambiaban el pañal cagado de su hijo en la estrecha acera de la plaza de Herradores. No me quedé a conocer el destino del pañal, me bastó su visión. Madrid invita a la barra libre.
Cuando voy el domingo a la SER, para entrar en A vivir que son dos días, atravieso una ciudad de fronteras deslizantes: la ciudad que duerme frente a la que no se acuesta; la silenciosa frente a la bullanguera. Las aceras y las calles son un vertedero de mala educación: papeleras volcadas, cubos de basura pateados, latas de cerveza y botellas en las esquinas, orines y vomitonas.
Vivo en una ciudad en la que abundan los que desprecian a los demás. Para ellos no existe el vecino, ni el enfermo que descansa, ni el bebé, ni el barrendero. Vivo en una ciudad en la que los coches bloquean el paso de los peatones en las esquinas y en la que nadie parece entender qué significa el límite de velocidad de 20 kilómetros pos hora. Odio las bocinas.
Vivo en una ciudad que simboliza nuestro fracaso educativo. No fuimos capaces de crear una ciudadanía responsable y respetuosa. Soy un individualista radical que convive con otros; sé que existen bienes que pagamos entre todos para beneficio de todos. Los respeto como si fueran míos. Uno empieza por una colilla, un berrido a las cinco de la mañana y acaba como Rodrigo Rato, bueno como su testaferro, que él huele a rositas.
No existe sentido de la comunidad en las ciudades. Sobrevive más o menos en los pueblos.
Es urgente comprometer a los habitantes en el mantenimiento de su ciudad. Me gusta la idea anglosajona de trabajo comunitario. Si te pillan meando en una esquina no deben multarte, pero un juez tendría que castigarte a limpiar los meados durante un fin de semana para que la próxima vez que te saques la chorra sepas de qué estamos hablando. ¿Suena soviético? Pues es pan de cada día en EEUU.
No pido un país de policías, como en Suiza, o de intransigentes, como en Alemania, con vecinos capaces de denunciar por una ducha a las diez de la noche (sin cantar). Solo deseo que seamos lúdicamente educados. La ciudadanía consiste en aceptar deberes y en exigir derechos. Podríamos empezar por aquellos que mal vendieron las cosas de todos.
Es curioso, esto me recuerda al lugar donde vivo, una plaza en el casco histórico de Córdoba.
Solo las personas mayores usan la plaza como espacio comunitario, pasan un par de horas y charlar con los demás vecinos, o simplemente les da el aire durante un par de horas; el resto lo usamos como un camino más.
Reconozco que es frustrante. Tengo 23 años y me gustaría sacar la guitarra, comer al aire libre y sentirme tan a gusto como en casa. Pero no me sale.
De la casa al piso hay un cambio. Es distinto salir y encontrarte en la calle que pasar varias puertas hasta salir del bloque. Aún veo a gente echar cubos de agua con lejía a la acera que bordea su casa. En cambio, la limpiadora de nuestro bloque echa el cubo de lejía sucio al árbol más próximo quemándole las raíces.
Dos lecturas sobre el tema, ambas del sociólogo Richard Sennett:
1)Carne y piedra: el cuerpo y la ciudad en la civilización occidental
2)Vida urbana e identidad personal
Gracias!
Lo que dice el joven demuestra que cada generación es peor que la anterior, y pronto verá como los que vienen, no mejoran lo que hay.
Los grandes artistas lo fueron porqué crecieron en sintonia con la naturaleza, tenian el ramal de ADN limpio de nanotecnologia y alienamientos algoritmicos, eran naturales, no había la tontería que hay ahora.
El olor a putrefacto durará siglos, dada la magnitud de la infamia a la que nos han llevado todos los presidentes estatales y regionales,
Si alguien está interesado en la década de los 80, y en la corrupción policial, está muy entretenido Talco y bronce de Montero Glez, y si os gusta el cine quinqui, es de lectura obligada
Si, es un problema de educación, porque información se supone que ya todo el mundo la tiene, lo que comentaís de echar la lejia a un árbol es de un analfabetismo medieval y anacrónico, un conservadurismo mal entendido, suelen justificarse diciendo que como siempre lo han hecho así.
El respeto al prójimo es otra laguna en nuestra educación, sobre todo de la que deberíamos recibir en casa. Aquí nos haría falta un poco de la Grecia clásica, donde la ética y la estética se valoraban más. Las dos brillan por su ausencia. De falta de ética tenemos miles de ejemplos. No hay sentido de la estética en esa ciudad ni en otras muchas. Y no digamos en sus casas. Se empieza cuando a un alumno que tira un papel al suelo en clase ( o en casa) no se le obligua a recogerlo y se le permite creer que para eso están las personas de la limpieza, y al final ya crecidos siguen con sus hábitos.
Hay mucho trabajo que hacer en Madrid y también (pero no tanto) en Barcelona que en los últimos años se ha ido vulgarizando a pasos agigantados.
Creo que Barcelona, en general claro, es en este sentido más civilizada y respetuosa, menos ruidosa y menos agresiva para la vida del día a día. Es más de vive y deja vivir.
De acuerdo con el comentario anterior, pero yo, que vivo en Barcelona y a veces viajo (menos de lo que me gustaría) a Madrid, no creo que los barceloneses seamos más civilizados, en absoluto. En todas partes cuecen habas. Creo que es un tema estadístico. Madrid tiene una población estable y flotante (se dice así?)mucho mayor que la de Barcelona, y eso se nota sobre todo en el centro. A más gente, más probabilidades de que haya guarros sueltos. De acuerdo que en Barcelona sufrimos una oleada turística creciente, y hay barrios en los que la gente está muy quemada (la Barceloneta, por ejemplo) y podría describir escenas como las que Ramón ve cuando se dirige a la radio los Domingos.
Sí, es un tema de educación y respeto por el espacio común.
No estoy de acuerdo con el comentario que dice que cada generación empeora la anterior. Es otro debate, pero malgré tout, creo que cada generación mejora la anterior.