¿Es vanguardista criticar una vanguardia aburrida?
Tuesday, 24 de April de 2012 por Ramón
Soy lento: me empiezan a gustar las vanguardias cuando han pasado de moda. Me resulta más fiable un artista muerto que uno vivo; no puede defraudar con una mala obra, una estupidez, un tuit. El sábado, el día del Partido, vi Vida y resurrección de Marina Abramovic en el Teatro Real de Madrid. La crítica había sido entusiasta y generosa. Notable alto.
Quizá me falte cultura, sensibilidad, horas encerrado con Bob Wilson en un cuarto vacío con paredes que sacan la lengua, pero la obra me pareció un bodrio hasta la penúltima escena del primer acto. Me encantó la última: la música de Anthony, el movimiento de los actores, las luces y el juego de las banderas blancas. Era un símbolo de toda la obra: sobraba Marina Abramovic vestida de militar encaramada en un caballo de madera: rostro ateatral, haciendo nada, siendo solo ella misma, como si eso fuese importante. La segunda parte tiene una ventaja sobre la primera: es más corta, quizá por eso me gustó.
Lo mejor: la exhibición de William Defoe, ¡qué actor!, ¡qué forma de transmitir! En el supuesto diálogo que sotiene con la señora Abramovic, él interpreta un texto; ella, automatiza, fría como un témpano. Me encantó el monólogo sobre el sistema balcánico de cazar ratas, referencia a las guerras, a la locura, el odio prefabricado y el nacionalismo como arma destrucción del Otro. Los textos son buenos, pero igualan lo sublime (las recetas) con lo banal. No jerarquiza, no hay escaparate, parece un todo a cien, casi un periódico en medio de la crisis.
Anthony parece una primadonna; me conmovió la segunda canción, aunque no sé qué hacía vestido de hija de Zapatero. No es una ópera y resulta una estafa programarla como tal. Unos cuantos habituales se marcharon ofendidos en el descanso. Los vídeos me parecieron vacuos. Si tengo que poner mi imaginación para insuflar vida a una muestra artística deberían pagarme el sueldo del autor, no cobrarme la entrada.
Los problemas de la infancia de Marina, su pésima relación son su madre-padre, no son serbios ni extraordinarios, son universales. Su pequeño mundo se queda en su mundo pequeño, no se eleva, no transciende. Por lo menos, a mí no me llegó; fue una lluvia intermitente, calabobos: no moja, no empapa, no queda. Me gustó que la bala del juego de la ruleta rusa con un amigo acabara incrustado en El idiota de Dostoievski. Otra metáfora de la misma obra. Pese a todo, pese a que el asiento del Real parecía de piedra, mereció la pena ir, perderse el Partido (grabado), siempre queda algo para el recuerdo: la imagen del público revanguardista puesto en pie aclamando a Marina. Solo faltó que alguien gritara: “¡El rey está desnudo!”. Quizá no sea o más adecuado en un teatro tan monárquico.
Desconfío del Teatro Real; creo que se van a pasear corbatas y pieles en muchas ocasiones al margen de lo que se represente. Y sucede lo sucedió con C(h)oeurs, qu ela gente se iba enfadada por una obra provocativa. COMO si el arte no tuviera ese afán!
Un abrazo
Me parto de risa contigo Lobo… el arte vanguardista!!!! eso si que es un invento!!!! joer, menudo invento!!! como en todo lo que es arte o te transporta, emociona y te toca la fibra o la vanguardia se vuelve fría, payasa y ridícula, …. no creo que te falte sensibilidad…. lo que te sobra es inteligencia para que tomen el pelo… deja que voy a leerte otra vez que este tema me pone… con esta clase de historias me da la risa floja…
Ser re-contra-re-vanguardista debe ser lo más.
clandestinidad te amo
warrum schekge ich, verschweige su lange,
was offensichtlintlich ist und in Planspielen
geubt wurde,…
asi comienza la resumida historia de lo que acontece.
en un plumazo de cuatro paginas.
kontrolle es lo que dentro llevamos,
fuera uniforme.
ron paul para america.
la clandestinidad, creciente,
al amor sonreirle y de esta acordarte.
nota alta en la conquista del espacio…
dulces, los dulces animales en su pastar,
por estos lares.
oh, federico lorca, que gran hombre, que gracia, que salero…
chavela vargas, facundo cabral, hunter grass.
namaste amorteamo
Qué gusto verte de nuevo, Lobo. La de cuerda que te queda todavía… Por otro lado, me alegro de discrepar contigo, que es algo que no sucede muy habitualmente. En una temporada flojísima, “Vida y muerte de Marina Abramovich” ha valido el abono. Te mando la crítica de un amiguete con la que coincido de lleno:
http://lacarcoma-criticas.blogspot.com.es/2012/04/life-and-death-of-marina-abramovic.html
Soy una apasionada del teatro, y no del más vanguardista, al final siempre acabo en Shakespeare representado por británicos. En los años que llevo comprando abono en el Real, jamás había visto público más maleducado, conservador (en el peor sentido de la palabra) y cerrado de mollera. En el fondo, da igual la calidad del espectáculo, si es un clásico, metes mucho atrezzo (cuanto más barroco, mejor) y grandes coros, todo vale. Hace un par de años vi un “Andrea Chénier”, tenor aparte, absolutamente ridículo. Con mi abono fue el espectáculo más aplaudido de ese año. El Real necesita una sacudida de 180º si pretende entrar en la liga de los teatros de otros países europeos. Para mí, Marina ha sido el primer paso, Haneke y su “Cosí fan tutte” puede ser el siguiente. No se trata de defenestrar a los clásicos, se trata de saber adaptarlos. ¿Un ejemplo en teatro? “Tis a Pity She’s a Whore” de Cheek by Jowl, melodrama jacobino de John Ford, absolutamente fiel al texto y original en su puesta en escena y concepción. Trasladado a la ópera, sirve algo como esta obra al público del Real, y ya tenemos indignación generalizada.
Por cierto, a diferencia de ti, el texto me llegó precisamente por su universalidad, porque uno puede identificarse con el pequeño mundo de Abramovich: con madres posesivas, incomprensiones, fracasos sentimentales, heridas aun abiertas… En realidad me interesa mucho más lo que Marina Abramovich me cuenta de su vida que su propio trabajo. Serviría la vida de cualquier, empezando por la de uno mismo…