Puestos de observación urbana número 2
Saturday, 3 de July de 2010 por Ramón
Estación de Atocha. Madrid. Más que salida de vacaciones parece una estampida. No sé si será un efecto de la crisis pero cuando las cosas van mal no solo se descansa peor sino que se vacaciona más deprisa, como si todos temieran que el Gobierno fuese a aprobar a traición una ley de urgencia para reducir los 30 días de veraneo a un semana en aras de la productividad o porque lo dicen los santos mercados convertidos en el eje de toda democracia.
Hay dos tipos de veraneantes, los del fin de semana: maleta ligera y cara de pocos amigos, y los de largo aliento que escogen julio porque en agosto se trabaja poco y la gran ciudad, tan agresiva y dura el resto del año se vacía y humaniza. Las mujeres que acarrean demasiados niños (especie humana en la que falla la Aritmética: uno + uno nunca son dos) se empeñan en conducirlos en comandita, como si fueran ovejas. También hay familias que por algún problema de comprensión de los decorados no logran diferenciar el salón de su casa de la estación y conversan a gritos de sus cosas, siempre menores. Veo a solitarios hablándole al móvil como si éste no existiera. Todo el mundo que usa un teléfono móvil se siente en la obligación de caminar a la vez como un león enjaulado. Debe ser por eso que se llaman móviles. Hay dos o tres hombres vestidos en varios colores, como si fueran dandys ingleses. En Sevilla y, sobre todo, en Huelva se acumulan las reminiscencias de Inglaterra. La mayoría de la gente lee prensa deportiva y menos la nacional. La tienda de venta de periódicos se abarrota de maleducados que buscan revistas de moda o algún libro superventas capaz de darle un barniz cultural a la más rebelde de las hamacas. Hay vías que huelen a mar. La de Málaga, por ejemplo, combina el salitre con los vapores del pescaíto frito.
Creo que las vacaciones de verano son un invento diabólico: nos dan una ligera y brevísima idea de cómo sería la vida sin trabajar. Pienso en mis amigos de RTVE prejubilados a los 53 y pienso mal, muerto de envida. Somos semi-ricos durante 30 días y cuando empiezas a cogerle el gusto al vermut y a la siesta, ¡zas!, de vuelta a la realidad, a la Plantación. Se llama capitalismo inhumano. Pero mejor tener estos sabores escasos que su ausencia.
Cuando informan por megafonía del número de la vía de partida se generan maremotos de personas que pese a disponer de un asiento reservado se lanzan a él sin suficiente orden para bajar al andén de los primeros. La fila parece una boa constrictor después de haberse merendado medio rebaño. Una mujer que desciende delante en la cinta transportadora realiza malabarismos con sus maletas, paquetes y bolsas. Mas que unas vacaciones parece una mudanza. Le sucede a muchas mujeres, incapaces de renunciar a una prenda delante de una maleta vacía. No es un defecto, solo una realidad científica.
Arranca el tren y un número significativo de sus habitantes siente la llamada interior de la inteligencia y desenfundan sus teléfonos (in)móviles (esta vez están sentados) para decirle a mamá, a la mujer, al marido o a quien sea: “Ya estoy en el AVE”, cuando la noticia sería más bien la contraria. Sentado en el 3A veo pasar España como si fuera una película y me acuerdo del principio Zen que dice que “el observador siempre modifica lo observado” y así pensando en la manera que cambian las cosas vistas desde la subjetividad de cada individuo cierro esta entrada (post) y me quedo escuchando una versión magistral de Amazing Grace de Tori Amos. Aquí una muestra de la cantante. Sólo es música y una foto fija pero envuelve, transforma, salva vidas.
Me río. Muy gráfico.
Saludos…
Espero que tu ave haya volado al sur. Este año me quedo sin vacaciones otra vez (y ya van 4 ó 5). Al menos vivo en la costa mediterránea, entre Cádiz (residencia) y Málaga (trabajo); así que a veces me siento como un turista más pero a tiempo parcial y sin el “uniforme de”, lo cual es un alivio. Qué disfrutes…
Las estaciones… ay! qué bonito lugar para pararse un segundo a contemplar el movimiento de otros! Lugares que albergan la llegada y salida de trenes, autobuses y aviones, cargados de personas con sus maletas y sus historias. De las primeras podemos jugar a conocer ciertas cualidades (tamaño, estilo, volumen); de las segundas, la carga perenne guardada en el interior de cada uno, podemos poco más que imaginar.
Quizá por eso, las estaciones y los aeropuertos nos resultan tan inspiradores…
Un placer conocer, por fin, tu blog. Felices vacaciones!
PD: Por cierto, una Moleskine siempre es una gran elección 🙂
Yo, que vivo en “Provincias”, no dejo de maravillarme cómo tanta y tánta gente pueden soportar vivir y trabajar en una ciudad que les da tanta tirria que , en cuanto pueden, salen escopetados de allí. He tenido un par de veces ofertas profesionales para irme allí cobrando muchísimo más y las he rechazado, prefiero la calidad de vida y las distancias más cortas de Valladolid. Que también tiene sus defectos, lo admito.