Asilos, hijos, Estado del bienestar
Monday, 31 de May de 2010 por Ramón
No tengo hijos, me los debí comer cuando estaban en edad de comérselos. Nunca he vivido el placer inmenso de tomar un bebé propio (criatura, según el castellano inventado por una miembra del Gobierno español) entre los brazos, olerlo y besarlo. Cuando me han prestado uno me he quedado rígido, asustado de que se le rompiera el cuello y los padres se lo tomaran a mal. Tampoco he sentido el cosquilleo que se debe de sentir cuando el chic@ (no sé la edad en la que se deja de ser criatura) regresa a casa con las primeras notas escolares en la cartera. ¿Será un genio o un tarugo como el padre? Casi siempre se perpetúa la estirpe.
No hay tiempo porque las criaturas crecen rápido y si has logrado saltar la primera comunión y las fiestas que entre los medio-ricos acompañan al acontecimiento (poco religioso) de comerse a dios, te encuentras de repente a un chaval encerrado en el cuarto de baño presa de una necesidad súbita que nada tiene que ver con las aguas mayores ni las menores, sino con el alivio perentorio de un exceso de imaginación. Cuando los niños empiezan con este tipo de cosas deciden según Freud matar al padre y crearse su propio Yo, lo que genera numerosos conflictos generacionales.
En el crecimiento de la juventud, entre alcohol y otros divertimentos, el joven (o la jovena) deben dedicar un tiempo razonable a resolver su futuro, en los estudios o aprendiendo un oficio, para que un día pueda abandonar el nido y volar. Sea cual sea la elección del título que acompañará al nombre, ingeniero o albañil, según las posibilidades y ambiciones de cada uno, el chic@ no se moverá de casa durante años acuciado por la crisis, un mercado de trabajo estrecho y brutal, y más brutal que se va a poner cuando nos quedemos sin el Estado del bienestar, y una cierta comodidad. Si ese sujeto acomodado a la molicie de no dar un palo al agua es de clase media y gana un euro en cualquier actividad menor no lo compartirá con la familia a la que pertenece y de la que vive.
Los padres (madres) que regalan muchísimo más de lo que reciben (el amor) le aguantan estas cosas y otras más por su bien, para que no se tuerzan y puedan algún día cuidarles cuando se traspase la barrera de la madurez y entren en la Tercera Edad y en la inexorable decrepitud. Pero los hijos que nunca se iban de casa, que han exprimido a los padres hasta el tuétano, les molesta hacerse cargo de ellos cuando son viejos y hay que sacarlos de vacaciones y devolverles un 1% del cariño entregado y les buscan una residencia lejana donde aparcarlos y a la que se pueda ir de muy vez en cuando.
Hijos sin memoria, Estado sin bienestar, pensiones de vergüenza congeladas… Vaya mundo de egoístas hemos construido.
¡Qué pesimista estás últimamente!, no todos/as los hijos e hijas somos así. También es verdad que no todos los padres y las madres son iguales, hay quienes se merecen estar en ese asilo lejano y no visitarles. No es mi caso, mi madre es una de las personas más importantes de mi vida y lo seguirá siendo siempre, es más, a veces pienso en cómo podré seguir viviendo el día que ella no esté y sólo de pensarlo se me llenan los ojos de lágrimas, no puedo resistirlo, no puedo pensarlo.
Voy a buscar un artículo titulado “Jóvenes espantosos” que escribió Lydia Falcón que habla precisamente de esto que dices tú. Cuando lo encuentre, vuelvo y lo comparto con todoos/as.
Por otra parte, ¿no tienes sobrinos/as tampoco? Yo no tengo hijos pero dudo que a un hijo se le pueda querer más de lo que yo quiero a mis sobrinos. Esto lo he discutido ya varias veces con mis hermanas las que son las madres de mis sobrinos y me dicen que no puedo entenderlo, y yo les digo a ellas que ellas tampoco pueden entenderme a mí.
En fin… lo importante es querer y que te quieran da igual que sean hijos/as, sobrinos/as o cualquier persona con la que compartes las pequeñas y más importantes cosas de la vida.
Un abrazo, Montse
Ramón, aun no es tarde para ser padre….
Me río.
Yo creo que el periscopio ese que se te quedó por ahí, vijando entre órganos y entrañas te va dando nueva información sobre emociones. Según la Medicina China éstas se alojan en los órganos y yo creo que tu periscopio anda entre el corazón y el pulmón. Pero sí, tienes razón en lo que dices.
Saludos a todos… Feliz semana.
Pues yo creo que esa actitud no es culpa de la sociedad que hemos construido sino de como es cada persona en sí. Esa jodía manía de echarle la culpa a la sociedad para que la responsabilidad individual de los actos de cada uno se diluya y se evite hacer juicios morales sobre el comportamiento de cada uno me ofusca, la verdad. Si un niñato se dedica a chupar de la teta de sus padres hasta los 30yene años y su conciencia le impide ayudarles cuando toca su momento, es problema de que es una persona asquerosa , en el fondo, por muy feliz, casado, con dos hijos, un gato y cinco mosquitos que viva. Además de la hipoteca y la letra del coche. Y ni siquiera sé si es la mayoría o no, pero me importa un pimiento. Yo y mucha gente agradece a sus padres el esfuerzo y la educación que les ha dado y procura devolvérselo en cuanto puede. Y habra, como hay de todo en el mundo, desagradecidos y gente que se piensa que por haber nacido se merecen el oro y el moro. Pues peor para ellos. Y para sus padres, por no haberles podido/sabido educar. O por no haberles dejado a su merced para que cuanto menos, aprendieran a ganarse las habichuelas por sí solos. Pero que no me echen la culpa a mí ni a otros muchos, como integrantes de la sociedad que somos, de que un impresentable se comporte como lo que es.
Al final, como muchas cosas, es problema de ser un hijo de puta o no serlo. Y la elección depende de cada uno.
Estoy de acuerdo con John Constantine en que hay una obsesión general por echar la culpa de todo al sistema y a la sociedad que, al fin y al cabo, son una suma de individuos y sus acciones individuales, entre otras cosas. Pero es cómodo girar la cabeza y señalar a algo o alguien para no tener que asumir responsabilidades personales.
Y no estoy nada de acuerdo –es más, me indigna en cierto modo– con el párrafo en el que dices: “Los padres (madres) que regalan muchísimo más de lo que reciben (el amor) le aguantan estas cosas y otras más por su bien, para que no se tuerzan y puedan algún día cuidarles cuando se traspase la barrera de la madurez y entren en la Tercera Edad y en la inexorable decrepitud”.
El buen amor, el de verdad, sea paterno/materno-filial o del tipo que sea, quiere la felicidad del otro sin pedir nada a cambio. Lo otro se llama egoísmo, proyecto vital, miedo a la soledad en la vejez o como quieras llamarlo. Hay madres que, como la mía, después de haber sido infinitamente generosas con sus hijos, de haber querido lo mejor para ellos, de no haber interferido en sus proyectos vitales (que han llevado a los tres hermanos a vivir cada uno en un punto geográfico diferente, los tres alejados de sus padres), de haber fomentado su libertad individual y haberles ofrecido la mejor educación que ella creyó posible, no se cansa de decir de corazón que cuando sea vieja, por favor, la dejemos en una buena residencia donde la cuiden con mimo, que ella no quiere ser una carga para nadie. Y aunque no dijera eso, seguiría siendo una buena madre que ha dado amor sin esperar nada a cambio.
Hay adolescentes majos y adolescentes de la parte chunga. Estos últimos, apenas repuestos del golpe que supone conocer la identidad de los Reyes Magos, descubren que el padre no es Supermán y la madre va justa de glamour. Y entonces ese padre y esa madre no son más que el obstáculo que se interpone a sus deseos, valen menos que el más secundario de los colegas de botellón. Son grotescos, conducen automóviles discretos, de los que no se puede presumir; no le proporcionan a ese bolsillo adolescente toda la alegría que necesita, le deniegan a ese adolescente, que lo quiere todo y lo quiere ¡ya!, el capricho del gadget tecnológico de última generación que ya tienen sus homólogos. Y para el adolescente casi todo es evitar la sensación, horrible, de no estar suficientemente homologado con sus coetáneos.
Mientras tanto algunos padres acaban pensando si ese sujeto siempre enfurruñado, que se atrinchera en su cubículo, que vive conectado al ordenador como si fuera un pulmón artificial, y no sabemos para qué, no será el nuevo asesino de la catana, o algo así.
Supongo que algunos de esos adolescentes de la parte chunga consiguen regernerarse y ser adultos presentables. Otros se quedan enganchados, ya de por vida, a Peter Pan y a la mezquindad.
Aparte el discurso vagamente adolescentófobo, creo que el último, el último ¡EL ÚLTIMO! sitio en el que había que haber metido la tijera de la presunta austeridad gubernamental es la pensión de los abuelos. Y, por supuesto, la Ley de Dependencia.
Pues, corríjanme si me equivoco, que seguro que es así, pero no he oído nada sobre recortes en la renta ésta de emancipación. Repito, no he oido, probablemente me equivoco. Espero. Porque de esas cosas, cuando estudió uno la universidad, ni las imaginaba uno oiga. Así le fue a mi hermano, que no pudo irse a Burgos a estudiar medicina desde Valladolid porque en casa no nos podíamos permitir que el estudiara fuera…
De todos modos, y mirado desde un punto de vista cínico, me encanta esta juventud que se está gestando. Hace un par de mesecillos salió en el dominical de “El País” este reportaje sobre juventud en paro. Según ellos mismos “Por primera vez, una generación se preparaba menos que la anterior. “. Pues oye, chicos -y sigo en plan cínico- vosotros mismos. Como bien dice el artículo, la mía, anterior, es una de las primeras generaciones que no tenemos miedo de que los jóvenes le quiten el empleo, al menos en los puestos que requieren conocimientos, dedicación y esfuerzo. Y seguro que los McDonalds, MediaMarkt y demás empresas con sueldos mileuristas también están encantados de la ingente cantidad de mano de obra a bajo precio que van a tener en los próximos años.
En fin, en su mano están las elecciones. Obviamente quien está acostumbrado a que se lo den todo hecho en casita luego en un mercado de trabajo exigente funcionará pues como se pueden imaginar, y más teniendo en cuenta como está de terrorífico el nivel de la educación en España. Ellos mismos.
Comparto piso de estudiantes con mis tres hijos. Como Ikea, vivimos en una república independiente. No somos precisamente amigos, pero nos respetamos. La sociedad cambia y las familias ya no somos como aquellas en las que nos criamos. Para bien y para mal, como todos los cambios. Y en estas nuevas estructuras familiares, algunas madres sabemos que lo menos conflictivo es volar del nido en cuanto el menor de los hijos cumple 18. Siempre es mejor que te echen de menos ¿no?
Como decía cierto personaje televisivo al que aprecio: “I don´t like kids. I didn’t even like kids when I was a kid.”
Bueno, sin duda es una manera de ver la paternidad-maternidad. Yo la veo de otra manera. También los cooperantes han sido hijos, los concertistas de piano, los pintores impresionistas, los bomberos, los honestos, los buenos de espíritu, los generosos…todos han tenido padres que lo han hecho lo mejor que han podid. El resultado de la paternidad no es sólo personas sin escrúpulos que piensan sólo en su propio beneficio. Todo depende del color del cristal del que se mire. Espero saber educar a mi hija en el respeto en el más amplio de los sentidos: a ella misma, a sus progenitores, a la naturaleza,a los demás, a las ideas… y si no sale bien, es que nos habremos equivocado, yo, ella, mi familia, la sociedad y todos.
Es Una pena que no haya sentido la mirada pura. perdida e inocente de un recien nacido es lo más maravilloso que me ha sucedido y me sucederá nunca.
Ser desagradecido es lo peor que se puede ser en la vida.