El guitarrista de Puerto Príncipe
Tuesday, 16 de February de 2010 por Ramón
Decenas de cuadrillas de hombres y mujeres se afanan en recoger la basura de varias semanas ayudados de cartones y escobas de mimbre y palos de todos los tamaños. Parece que finalizados los tres días de duelo oficial, en los que se cantó a dios y se temió al diablo, la ciudad entera desea sacudirse la tristeza de encima y embellecerse de alguna manera en medio de un paisaje de ruinas y escombros.
Florvie Dieuveson tiene 10 años y parece feliz. Brinca entre los voluntarios armado con una botella de plástico verde y una goma elástica atada. De ese estrafalario instrumento obtiene música a la que acompaña con una letra inventada por él que trata del terremoto, los muertos y las personas como él y su madre que se quedaron sin hogar. De esa goma de sujetar, el niño artista obtiene un sonido armonioso y agradable; hasta su letra parece un conjuro contra el desánimo. No pasan ni 10 segundos hasta que se forma un coro de curiosos en torno al nuevo Hamelin.
Entre el público que acude donde brota una gota de felicidad hay ancianos desdentados, hombres maduros en los huesos, mujeres cansadas de portar agua y otros niños que viborean envidiosos la notoriedad de un mocoso. Cuando termina la canción se escuchan aplausos. Es el premio a quien les ha logrado arrancar una sonrisa. Aunque la ayuda humanitaria les llega a todos con cuentagotas y en algunas televisiones occidentales presentan a los haitianos como un pueblo arisco y violento, estos habitantes de Puerto Príncipe, víctimas históricas de todas las desgracias, saben ser felices con bien poco. Hoy les bastó una botella verde de plástico y una goma.
“No tengo casa. Se cayó en el terremoto. Vivo con mi madre y mis dos hermanos. Mi padre murió hace tiempo. No tenemos tienda de campaña ni plásticos para protegernos. Dormimos en el suelo. Aún no hemos recibido comida de nadie”, dice el Florvie, empeñado en escribir de su puño y letra un tanto inestable su nombre y apellido en la libreta del reportero incrementado las posibilidades de errores de interpretación.
“Estudio primaria, pero ya no hay colegio porque también se cayó. Me gustan la Historia y las Matemáticas. También me gusta cantar. Lo hago desde pequeño. Me invento las canciones, las aprendo de memoria y después las canto. La gente me paga por escucharlas. A veces me dan cinco gurdas [un dólar haitiano; unos ocho céntimos de euro]. No sé cuántas canciones tengo en la cabeza. Quizás siete o más. De mayor me gustaría ser guitarrista”.
El coro de curiosos se ha ampliado considerablemente. Ya casi parece un concierto. Hasta los que recogían basura han dejado unos minutos su labor para escuchar al niño que fabrica música y esperanzas de la nada. Florvie Dieuveson vuele a entonar la misma canción dedicada al terremoto y todos siguen atónitos el ritmo endiablado con una sonrisa boba prendida en los labios y los ojos muy abiertos.
Cuando se le pregunta por el nombre del instrumento que toca, Florvie responde con un deje de fastidio ante la ignorancia de su interlocutor: “¡Se llama guitarra!”. El público aplaude la ocurrencia con la que chico acaba de noquear al extranjero que creía saberlo todo.
Continúa en Cuadernos de Haití en la edición web de El País
Genial. Como periodista, envidia de la buena.
Decía un conocido pintor que el verdadero artista es el que es capaz de describir escenas extraordinarias en medio de un desierto vacío. Hoy la fortuna ha hecho que se encontraran dos… el resultado, esta fíbula, una joya para releer y disfrutarla. Genial
“Se los daré a mi madre para que podamos comer hoy”. Me ha emocionado esta crónica.
Bonita historia la de Florvie, el gitarrista, y todas.
Cuando nos volvimos de Fernando Poó a la Península – de eso hará ya 48 años- mis padres se trajeron consigo una joya musical. Un vinilo titulado “Misa Luba”, del Congo. Hace tiempo buscando en youtube lo encontré
No se por qué, para mi, pensar en Haití es pensar en África. Quizás sea por tanta pobreza.
Como hoy ha amenicido en Marid, llueve que te llueve, disfrutarla “cantando bajo la lluvia” Je, je.
Saludos…
http://www.youtube.com/watch?v=ToNb-02n3KY
Pido disculpas por entrar otra vez. Este enlace está mejor pues vienen fotos y más música de la misa Luba, por si a alguien le interesa.
Saludos…
http://www.youtube.com/watch?v=XxFd6Hl6tAI
Lobo, hasta entre las ruinas florece la esperanza. Diez años y el sueño de ser guitarrista. No parece demasiado, pero a mi se me antoja un mundo. Cuídate. Salud.
Gracias Ramon por regalarnos tus cuadernos y la sonrisa de Florvie.
Que todo vaya lo mejor posible. Abrazo fuerte.
Gracias, Ramón. Eres un ejemplo para todos los periodistas. Cuidate mucho.
Todos los días imprimo tus crónicas para una buena amiga que no tiene ordenador. Como el niño músico tenemos que hacer el camino buscando, creando, aprendiendo…y no perdiendo la ilusión a pesar de todo.
Sigue mostrándonos todo aquello a lo que sino fuera por ti no llegamos.
Un besazo
Creo que la música que más me gusta en este mundo (desconozco todo sobre la haitiana), es la que se hace muy cerca de Haití, en el Oriente de Cuba: Santiago y alrededores (al menos la que se hizo en el pasado, porque supongo que los músicos jóvenes ahora estarán mayoritariamente engolfados con la timba y el hip hop). Tal vez el ingrediente, o la semilla, que le faltaba a la música cubana para ser absolutamente mágica lo pusieron, en los días de la independencia de Haití, los criollos franceses que escapaban de las turbulencias, hacia la isla vecina.
Así que me muero de ganas por ver y escuchar a Florvie Dieuveson, con su guitarra (o lo que sea).
Tus crónicas junto a las de Ordaz son de lo más humano que he leido sobre la tragedia de Haití. Es memorable saber, que de una forma tan honesta, Kapuscinki sigue vivo. ¡¡ Gracias !!
Leyéndote también se queda uno noqueado. Muy bueno. Salud.
“saben ser felices con bien poco”, “el niño que fabrica música y esperanzas de la nada”. Parece que la vida tiene que golpearnos duramente para poder disfrutar de ella, mientras tanto los/as que lo tenemos todo nos sentimos infelices, ¡cómo somos los humanos! Y frente a nuestro inconformismo, ellos son capaces de inventarse la felicidad de la nada y, además, son ingenioos: “El público aplaude la ocurrencia con la que chico acaba de noquear al extranjero que creía saberlo todo”, y responsables: “Se los daré a mi madre para que podamos comer hoy”. ¡Qué lección nos ha dado Florvie Dieuveson con sólo 10 años. El jueves empezaré mis clases leyendo tu crónica. Gracias Ramón por hacernos reflexionar.
Un abrazo, Montse
Hay veces que me desespera la imposibilidad de llegar a cambiar nada. La mayoria de las otras veces, sólo me cabreo. Seguro que me equivoco, pero me molesta la sensación de que contamos o leemos historias de otros lugares para compadecernos o para lamentarnos, sin preocuparnos realmente del origen del problema. En unos de los lugares más pobres del planeta hay un terremoto y todos nos estremecemos de las consecuencias, pero ya era una lugar infrahumano antes del terremoto. ¿Es que no lo sabíamos?¿cuántos muertos hacen falta para llamar nuestra atención? ¿es más noticia sobrevivir a los desastres naturales o hacerlo a los desastres causados por el hombre?
El Hombre…en mayúsculas, ese gran ser humano capaz de cometer las mayores atrocidades y al mismo tiempo correr a ponerle tiritas a las heridas causadas, o no ponerserlas, que no se que es peor.
En fín, malos tiempos para la solidaridad. Hay tantos sitios donde acudir, que nuestros remordimientos – si es que los tenemos – no van a dar abasto.
Esa última frase nos noqueó a más de uno. Gracias por compartir tus vivencias de manera tan solidaria.
internet marketing online advertising…
El guitarrista de Puerto Príncipe | En la boca del lobo…