El callejón donde murió Ricardo Ortega
Saturday, 13 de February de 2010 por Ramón
El terremoto demolió la casa de enfrente y otras muchas del barrio pero el callejón donde murió Ricardo Ortega hace casi seis años se mantiene intacto. En él están aparcados tres vehículos. Un grupo de hombres se afana en las tripas de uno de ellos en busca de una avería. Las voces se cruzan con el ruido de las herramientas. Es extraño que la vida siga su compás a pesar de tanto muerto presente y pasado. Las puertas herrumbrosas que dan a la calle parecen una pésima defensa contra la mala suerte, la estupidez del gatillo fácil y el miedo. A pesar de su fragilidad son frontera firme entre dos mundos, el de los mecánicos que sobrevivieron y el de los que lo perdieron todo. Hasta allí llegan nítidos los cánticos de los oficios religiosos con los que se conmemora el primer mes de la catástrofe en Puerto Príncipe. Son bellos y tristes a la vez. Para ese tipo de dolor colectivo y profundo no sirven los muros.
Claude Verna y Emmanuel Valcourt recuerdan muy bien lo que sucedió aquel 7 de marzo de 2004. “Había una manifestación en el centro y se escucharon disparos. Aquí se refugiaron varias personas y dos periodistas extranjeros, uno americano y otro español. Después pasó un blindado americano por la calle y los periodistas asomaron sus cámaras por encima del portón para decirles quienes eran mientras pedían ayuda. Los americanos respondieron con un ráfaga. Ricardo cayó aquí”, dice señalando un lugar en el que ahora hay una mesa, “nadie pudo hacer nada por él. A veces vienen periodistas españoles con flores. Vino también un coronel que hacía muchas preguntas”.
En la casa de Rue Lamarre 41-43 aún quedan marcas de aquellas balas. Claude las señala una a una. Dicen que Joseph François, que resultó herido por el mismo proyectil que mató a Ricardo Ortega, está milagrosamente vivo de nuevo. Antes sobrevivió a los americanos que venían a calmar Haití y ahora ha sobrevivido al terremoto que ha matado más de 200.000 personas, según los datos oficiales. Emmanuel deja las herramientas sobre el motor del coche y confirma el relato y la autoría de los disparos: “Ellos gritaban periodistas, pero los soldados americanos no les escucharon”.
El callejón donde murió Ricardo Ortega es sucio, como casi todo Puerto Príncipe. Al fondo hay una casa pintada de azul y otra a la izquierda. Viven varias familias. Son pobres pero tienen suerte: nada se les hundió en la noche del 12 de enero. No lejos, en frente del palacio presidencial aplastado como si un gigante le hubiera dado un puñetazo en el techo miles de compatriotas acampan sus desgracias en espera de no se sabe qué. La ayuda que llega en grandes cantidades no se puede distribuir con tanta rapidez. Falta el Estado. Sobra desagracia.
Continúa en Cuadernos de Haití en la edición web de El País.
Gracias ramón
Gracias, indeed.
Cierto, “para este tipo de dolor colectivo y profundo no sirven los muros”… el que sentimos también por Ricardo Ortega y todos los que han arriesgado y perdido su vida por contarnos la verdad.
Hay quien dice que estamos hechos de la misma materia que los sueños. Yo creo que no: estamos hechos de la misma materia de la gente que hemos querido y de la gente que queremos. No podemos olvidar a Ricardo porque su vida se ha quedado con nosotros… Maldito callejón de la rue Rue Lamarre 41-43.
Lobo, yo se algo de callejones. En general tienen mala fama, aunque muchos de ellos tienen nombres hermosos. Algunos guardan historias tristes, desenlaces fatales como el de Ricardo Ortega, pero en todos sigue habitando la vida. Cuídate. Salud.
El callejón donde murió Ricardo será para siempre sucio y gris. No servirán de nada ni las flores en su recuerdo ni las intenciones de cambair su estética con pintura añil. Será siempre sucio y gris. Ricardo era un ejemplar periodista; pero además era una excelente persona. En esta televisión de mierda donde los buenos periodistas son cada vez menos, donde los pocos que quedaban han ido cayendo o dirigiendo sus pasos hacia despachos menos intensos a mí me gusta recordar todavía aquel día en el que rompió uan redacción entera a aplaudir porque Ricardo, entonces corresponsal de Antena 3 en Nueva York tuvo la decencia y la honestidad de decir en un directo. “a estas alturas, el único que cree que de verdad existen armas de destrucción masiva en Irak… es Colin Powell”. Y asi, de frente, soltaba en una televisión de derechas lo que nadie se atrevía a decir…
Qué buen periodista; qué buen tipo.
Creo que no he vuelto a admirar a ningún otro periodista con esa intensidad que me recorrió la espalda cuando escuché aquello… Y no, no es devoción de amiga porque nosotros simplemente nos conocíamos de la redacción, de dos decenas de mails y un par de comidas y cenas. Gracias por recordarnos lo siniestro que es ese muro…
¿ Puedes ùblicar una foto de ese cajon en su memoria?. Para que la gente sepa donde murió haciendo su trabajo. Claro está si lo cres conveniente.
Gracias por tu visión que nos hace ver las cosas de otra forma.
¿ Que hace la gente cuando llueve sin casa donde refugiarse?
l