Cuadernos de Kabul: el hombre que planta Internet
Friday, 6 de November de 2009 por Ramón
Kabul no es Madrid, pero Madrid en algunas de sus calles podría ser Kabul. Aquí no rugen grandes máquinas excavadoras obsesionadas con multiplicar los aparcamientos ni agrandar las aceras para el paseo y el granito ni talar árboles con disimulo ni abrir zanjas, zanjones más bien, para mejorar las conducciones. No; en Kabul sólo se cavan fosas a pico, pala y sudor, y siempre a destajo, para introducir la modernidad: cables para el teléfono, Internet y televisión saltándose los estadios intermedios de eso que llaman progreso: gas, luz, agua, alcantarillas.
Abdul Men tiene 60 años, una barba blanca poblada, la espalda recta y la mirada de pastun: ojos negros con un brillo de dignidad no importa qué pobreza lo envuelva. Trabaja metido en un agujero con una pala de siete de la mañana a las tres y media de la tarde, que en Kabul la noche se echa de repente y temprano. Gana unos 300 afganis diarios, el equivalente a seis dólares.
Su empleo no es fijo ni seguro. Contratan los obreros al por mayor durante 40 días y cuando terminan el trabajo deben buscar otro lugar y presentarse temprano ante el encargado que elige los mejores a ojo de buen capataz. Abdul Men, pese a su edad que supera la esperanza de vida estadística del país que le tocó en suerte, es un buen trabajador. “A veces estoy sin nada cinco días; otras, 10, pero siempre sale algo”. Vive con su mujer y dos hijos y paga 800 afganis al mes por el alquiler de una vivienda modesta.
El pastum que abre zanjas para Internet no sabe leer no escribir ni tiene electricidad en casa. Sus manos son duras y están pobladas de callos. Su vida se reduce a trabajar y sobrevivir. “Con el dinero que gano sólo puedo vivir al día, comprar pan y algo de comida para mi familia. Mis hijos van a un colegio público que es gratuito. No podría pagar una escuela para ellos, pero me gusta que aprendan las cosas que yo nunca pude aprender”.
La municipalidad, que es algo gallardoniana en estas cosas, tiene la ciudad llena de zanjas. Poco le preocupa el estado del asfalto de las calles principales, que en las secundarias sólo hay tierra modelada por las tormentas y las ruedas de los coches. El firme está mellado por la falta de mantenimiento y las bombas. Cada muesca de metralla tiene una firma. Cada firma un nombre de los señores de la guerra que destrozaron Kabul cuando se marcharon los soviéticos con su progreso ateo a cuestas y llegaron los otros sin progreso pero armados de manías y dioses.
Los atascos, que son parte inseparable del paisaje urbano, se forman por unos semáforos caprichosos que de tanta avería sufrida ya nadie se fía si ese rojo es una prohibición o un reflejo. Los policías de trafico, que apenas cobran el equivalente a 40 dólares al mes, complican la circulación con sus mordidas y caprichos. Al desastre cotidiano se han sumado las zanjas. Gente como Abdul Men se juega la vida cada vez que sale de una de ellas. No son ya los tropiezos o el riesgo de caerse bocabajo, son los coches que parecen divertirse apuntando al peatón que se tambalea. Es la ley de la selva, pero sin árboles.
Publicado en Cuadernos de Kabul, publicados en la web de El País.
El hombre que ayuda a que los adinerados tengan internet ni siquiera puede encender un televisor en su casa. Son las ironías del Tercer Mundo. Aquí, en El Salvador, el Gobierno subsidia el tambo de gas de forma generalizada alegando que es para ayudar a los pobres, cuando los más pobres, una cuarta parte de la población, aún cocina con leña.
Un abrazo.
Me gustó el señor Men. Yo, que soy algo cenizo, me imaginaba a este hombre más sombrío, tras leer el texto; hasta me ha sorprendido esa lozanía al ver su foto en El País.
Y tras leer y releer el precio que paga este buen señor por su alquiler, no sé yo si irme para allá a hacerle compañía, que no sé con que salgo perdiendo, si con los talibanes, o con mi tan hispánico casero…
Kabul bien vale una zanja, dicen.
Tras leer la crónica me pregunto: ¿no habrá en Kabul necesidad de escuelas, hospitales, luz, electricidad? ¿Para que quiere la población Internet? ¿La guerra es un negocio? ¿Para quién? Quizá sea un ingenuo, no lo dudo, pero es escandaloso la inversión occidental, para mantener a un gobierno corrupto que se esta enriqueciendo con esta guerra inacabable. El pueblo se preguntara: ¿para que queremos a esta gente aquí? Que se vayan.
Gracias a tus posts nos acercamos a la realidad cotidiana de la gente que está tras las noticias. Al final, lo más importante.
Estos días me quejaba de la precariedad laboral de los de mi profesión (docentes de español como lengua extranjera). Ya ves. En qué condiciones vive este hombre, pero ahí lo tienes, caminando y pa’lante. No creo que se queje tanto com nos quejamos nosotros.
Por cierto, aparte del post, leo que a Gervasio Sánchez le premian con un galardón bastante prestigioso. Como es amigo tuyo y otras veces he comentado algo a tus posts, al hilo de mencionarle, pues eso. Que me alegro. Que Chapeau por él y por buenos profesionales, como él y como tú.
Lobo, la dignidad de la mirada pastún. Quiero creer que esa dignidad se extiende también a la forma de vivir. Hace tiempo que se que la cuestión no es lo que se gana, sino lo que se gasta y sobre todo en qué. Ellos apenas viven con sueldos de miseria y aquí somos incapaces de vivir con sueldos x mil veces superiores, eso sí inferiores a los de nuestros vecinos del norte. Lo terrible es que tras siglos de historia seguiemos siendo incapaces de distribuir la riqueza y lo que es peor, de convivir. Cuidate. Salud.