Postales de Nueva York / El Soho
Thursday, 24 de September de 2009 por Ramón
Lo primero es aprender decir Soho, que significa South Houston (Street), y que por alguna manía local pronuncian Haston. Es esencial porque esa A divide a los muy turistas que pisan por primera vez Nueva York de los turistas que repiten. En la calle Broadway, al sur del Haston, se extiende el corazón comercial del Soho. Aquí no vivió Karl Marx como en su homónimo londinense, pero sí numerosos artistas, sobre todo pintores y escultores, que lo rescataron de su demolición al transformar los antiguos almacenes que habían caído en desuso en los célebres lofts que ahora todo el mundo copia. Ya no hay artistas, que huyeron al Village y a Chelsea tras vender sus pisos renovados por millonadas o expulsados por una espiral de especulación que no pudieron asumir. Ahora los ocupan comercios de postín que atraen a los turistas como moscas.
Conviene llegar en metro y bajarse en la parada de Bleeker. Hay varios templos de visita obligatoria. La tienda de Prada, situada en el primitivo museo Guggenheim, esquina con Prince, es el principal. Se trata de una galería de arte más que de una tienda. Aunque los precios son prohibitivos, al menos para la mayoría, se puede disfrutar gratis del gusto por el detalle y la colocación de los maniquíes. No permiten sacar fotos, pero te lo dicen con amabilidad cuando intentas la segunda, así que es necesario vigilar a los vigilantes, ser rápidos con la primera y después poner cara de sorpresa.
En el número 600 se levanta una tienda californiana de moda llamada Hollister donde antes había un almacén de alfarería. Las mujeres deben entrar sin ligues, novios, maridos y demás acompañantes molestos, y los hombres sin mujeres. No diré más. La ropa es de surfero y parece buena aunque la iluminación es tan deficiente que impide distinguirla bien. Esta es otra de las modas de Nueva York: tiendas a media luz y restaurantes en penumbra con iluminaciones innovadoras, por no escribir raras, que al parecer sacan los rojos en los rostros favoreciendo a los comensales pero que no dejan ver lo que hay en el plato.
Debe ser la post post modernidad: comer ciegos a través de los sabores. Y después, tras la digestión vienen los sustos. Sorprende esta moda oscura en una ciudad que jamás apaga las luces de las oficinas. Sus autoridades consideran que ese dispendio energético compensa el esfuerzo de potenciar la imagen de una ciudad que no duerme. Turismo a precio de calentamiento planetario.
En una bocacalles de Broadway, en Spring, está el restaurante Balthazar. Tiene unos bancos de hierro en los que se puede comer un buen perrito caliente comprado en cualquiera de los puestos callejeros. Conviene observar antes de decidirse por uno; algunos tienen cola y otro no. Es la señal: los buenos son los que exigen paciencia. El Balthazar, además de ofrecer asiento gratuito, dispone de una panadería a la que se accede por una puerta estrecha. Venden unos dulces estupendos y un café que mejora al de Starbucks, una empresa que me provoca dudas éticas aunque tiene como contrapartida acceso a una red wifi (previo pago a ATT a través de tarjeta de crédito: 3.99 dólares por una sentada de dos horas; mucho mejor que Telefónica).
Otra tienda que merce una visita es la de Uniqlo en la calle Broadway, cuya ropa ambigua en cuanto a los sexos ayuda a encontrar algo que guste y siente bien sin preocuparse si es de hombre o mujer. Es una marca japonesa que desea entrar en el mercado español pero que se enfrenta al problema de la sonoridad de la marca y al temor de que provoque chanza o rechazo. Otro lugar de visita obligada es la sede de Apple en el Soho, en el 103 de Prince Street, que recuerda a la de Chicago y Londres.
Callejear por el Soho es una aventura que depara muchas sorpresas, sobre todo si se miran los precios de los productos. Cualquier recorrido se puede terminar en la calle Mercer, paralela a Broadway, en un bar llamado 89. Lo mejor son los retretes en la planta superior. Son unisex y tiene sorpresa. Era uno de los favoritos de mi amigo Ricardo Ortega.
en Balthazar y El Posto esta un espanyol/ya neoyorquino magnifico (Alfredo), ayudando a m. batalli desde hace muchos anyos. anecdota tonta de esta asturiana (de mieres-mexicana que deja ahora nyc despues de 8 anyos).
un abrazo Ramon, que gusto leer tu mirada fresca!
Ramón,
La razón de que se diga ‘jauston’ es que no es por la ciudad de Texas. Según “Naming New York: Manhattan Places & How Thew Got Their Names”, de Sanna Feirstein, el nombre de la calle en NYC es en honor de William Houstoun, miembro de una familia pudiente de Georgia. El apellido, que luego perdió la ‘u’, se pronunciaba así.
Gracias por tus postales desde NYC!
Javi
Yo llegué dándome una pequeña paliza desde Tribeca, pasando por Chinatown y por Little Italy, así que cuando llegué al Soho estaba ya muerta y no callejeé demasiado, me lo he dejado pendiente para la próxima visita a NYC. Pero lo poco que vi me gustó mucho, muy buen ambiente, con edificios bastante chulos y cuidados. Se ve mucho dinero y “pijerío” por ahí 🙂
Lobo, si vas a Tribeca, no olvides los pistachos de Bazzini. Buenísimos.
Leo tus postales y es como si estuviese paseando por allí. Gracias por hacerme revivir los recuerdos. Cerca del soho, hacia el este en el Lower East Manhattan hay un montón de calles para descubrir y dejarse llevar.
Buen fin de semana,
Nuria
Ya que también te gusta ir de tiendas, no te pierdas las de Urban Outfitters. Son donde los autóctonos, eso sí, los más escuálidos, compran sus vestiditos y pantalones ceñidos.