Postales de Nueva York/ Gospel en Harlem
Monday, 21 de September de 2009 por Ramón
La iglesia Pentecostal de la Bethel Gospel Association está en Harlem, en la quinta avenida con la calle 120, mucho después de que el refinado Upper Side East se transforme en un barrio diferente repleto de gentes en camiseta y gorra al revés que no lucen palmito sino cierta pobreza y mucha dignidad que a veces parece altanería. La Bethel Gospel es una de las comunidades negras más comprometidas y combativas de la zona. Estuvo en primera línea en la campaña electoral de Barack Obama y desde su púlpito se pidió protección divina para el hombre que les trae el cambio. Los servicios dominicales son un espectáculo. El coro canta himnos gospel que generan una emoción ambiental desde la que se entienden las manos levantadas, los ojos cerrados, los bailes de los fieles y los gritos de aleluya.
A diferencia de los ritos católicos, teatralmente impresionantes, pero algo rígidos, y que son la expresión de una religión jerarquizada que se vive desde el miedo al castigo y al infierno, los de la Bethel Gospel están impregnados de alegría, como si la religión fuera un lugar de esperanza, nunca de temor. Recuerda a África, donde los ritos católicos se metamorfosean través de la música local y surgen renovados con una fuerza que mueve los sentimientos, incluso de los ateos.
A los nuevos fieles, por lo general turistas blancos, se les recibe como una mención especial y una ovación. En medio de un canto en el que se repite la palabra welcome a ritmo de blues, decenas hombres y mujeres elegantemente vestidas tocadas con sombreros con y sin plumas se acercan a los recién llegados para estrechar sus manos y darles la bienvenida. Poco antes, las acomodadoras han situado a los extranjeros en las bancadas traseras, en lo que podría ser un homenaje secreto a Rosa Park, la mujer que desafió el sistema de segregación estadounidense: los fieles negros, en los mejores sitios; los blancos, en los teóricos peores. Me gusta.
Como todo momento mágico tiene que tener su reverso tenebroso éste aparece poco antes del discurso del pastor, del que conviene escapar con sigilo. Cuando el coro entona “No hay Dios como Jehová”, las acomodadoras organizan la salida de las bancadas, primero las traseras de los blancos, para que todos se acerquen al altar donde aguardan dos robustas mujeres y unos no menos robustos cestos de mimbre en los que la iglesia y Dios esperan recibir unos cuantos dólares.
Antes de comer es recomendable pasear un poco desandando la numeración hacia el Upper East Side y aspirar los olores de El Barrio. Así llamado el Harlem hispano, que está en el este, en oposición al oeste y negro, aunque parece que todas estas divisiones étnicas están en movimiento debido a la especulación que se anuncia tras la crisis. Es saludable tomarse un zumo de tamarindo, por ejemplo, antes de bajar al metro de la línea 6 en dirección downtown para descender en la estación de Canal Street y verse lanzado en medio de Chinatown. El contraste resulta tan brutal que parece increíble que mundos tan opuestos puedan estar unidos por una docena de estaciones de metro.
Para comer resulta excelente el restaurante Shanghai Cusine, en el 89-91 de Bayard Street, el favorito de mis anfitriones neoyorquinos. Los cangrejos están sublimes pese a que la temporada terminó. En una plaza, un poco más abajo en Bayard se reúnen los domingos todos los ancianos de Chinatown y alrededores o, al menos, es lo que parece. Varias orquestas de música china pretenden alegrar el ambiente desde diferentes ángulos aunque los sonidos que logran son bastante melancólicos. Sobre un escenario, media docena de extranjeros con problemas de estrés realizan movimientos de Tai chi dirigidos por un profesor oriental.
En los jardines, las mujeres juegan a las cartas y protestan por cada foto robada con una frase que traducida libremente podría ser… “Métase usted la cámara por el…”. Los hombres se enfrentan en partidas de damas chinas que congregan decenas de curiosos alrededor y en las que a diferencia de las damas occidentales parece no haber movimiento.
Chinatown y Harlem son sólo dos expresiones de una ciudad única y extraordinaria en sus defectos y virtudes.
PD Recomiendo el comentario de Nico, que aclara algunos errores por mi parte sobre el juego de damas que no es de damas.
un detalle… sé que es una tonteria, pero tan solo señalar que el juego al que dedican su tiempo los señores de la foto no son “damas chinas”.
En la imagen, el tablero de la derecha juegan al ajedrez chino, Xiangqu en chino, (aunque las fichas sean redondas, tienen escritos en cáracteres los diferentes valores de las piezas) (más info en el enlace http://es.wikipedia.org/wiki/Ajedrez_chino)
Y a la izquierda de la imagen, juegan al GO, weiqi en chino, posiblemente el juego de mesa más antiguo del mundo, de origen chino pero popularizado por los japoneses en el siglo VIII (ver enlace http://es.wikipedia.org/wiki/Go)
Espero no haber pecado de puntillos…
En mi época compraba la hierba en el “smoke shop” de al lado de casa, a un par de manzanas. Pasado el tiempo descubrí que Obama viviá ahí.