Postales de Nueva York/ Top of the Rock
Sunday, 20 de September de 2009 por Ramón
Desde el Top of the Rock (el mirador del Rockefeller Center situado en la calle 50, entre la sexta y quinta avenidas), Manhattan se muestra como una ciudad compacta, dura y fría a diferencia de Londres compuesta por decenas de pequeñas ciudades que parecen humanizar tanto asfalto y tanta estadística. Desde allá arriba apenas se distinguen las personas convertidas en insectos disfrazados y los taxis amarillos reducidos a aquellos cochecitos de hierro que coleccionaban los niños de mi generación. La visita es obligatoria, incluso para los turistas que se empeñan en hacerse pasar por viajeros, y es recomendable que sea anterior al Empire State Building, que después completa la visión de una ciudad extraordinaria.
Al norte se extiende Central Park; más allá, Harlem, y tras Mahhattan, el Bronx, una segunda frontera del miedo que de tanto salir en las películas como barrio de alto riesgo se quedó sin curiosos. Al este del parque, el Upper Side East, donde uno puede tropezarse con la sonrisa de Merlyn Streep o cruzarse con un tipo que pasea conejos convertidos en mascotas. En el oeste, en el Upper Side West, está el Lincoln Center y el edificio Dakota, convertido en centro de culto demoníaco desde que Roman Polannski rodara allí La semilla del diablo. También es célebre porque allí mataron muchos años después a John Lennon.
En la recepción del Top of the Rock, donde se pagan 20 dólares de entrada, ofrecen por dos dólares más un mapa desplegable de los edificios simbólicos de Manhattan. Sería un imperdonable un ataque de tacañería renunciar a él y dejar de descubrir edificios soberbios como el de la General Electric, Chrysler y el ahora llamado Metlife que divide Park Avenue entre el mundo de los ricos y el mundo de los muy muy ricos.
Hacia el sur, la vista de Manhattan resulta impresionante. En primer plano, el Empire State convertido en el símbolo superviviente de la ciudad tras el 11 de septiembre de 2001, la fecha que cambió la fisonomía de sus rascacielos y su carácter. Se distinguen (con ayuda del mapa) el Village, Soho, Chelsea, Tribeca, el barrio chino que se comió al italiano y el Wall Street, otro cogollo de cristal que amenaza con comerse los ahorros y las pensiones de todos los barrios y países. Al fondo, un poco a la derecha, la Estatua de la Libertad empeñada en mantenerse como referencia incluso en tiempos oscuros como los de la anterior presidencia en la que con el todo vale olvidó principio, valores y leyes.
Cuando se desciende en el ascensor del edificio Art Decó de uno de los inventores del capitalismo moderno (no dejen de mirar el techo) y se pone el pie en tierra, la jungla de cristal, cemento y hierro de las alturas se trasforma lentamente. Hasta de Central Park parecen llegar sonidos y músicas. Si se camina por los barrios antes citados se descubren ciudades humanizadas dentro de la ciudad impersonal en las que habitan gentes muy amables (mucho más desde el 11-S), dispuestas a ayudar al extranjero.
El Top of the Rock es también un símbolo del periodismo actual, que se realiza desde las alturas, más cerca de las nubes que de la gente y las emociones, casi siempre a través de prismáticos y lentes de aumento que reducen costes y la distancia física de las noticias, que se ordenan según dictaminan las modas, las encuestas y el prime time. Un periodismo que renuncia al descenso a la calle, a los barrios, las casas, la gente, las palabras, la música y las historias no es un periodismo que trate de la vida. Desde arriba, un tipo de perspectiva; desde abajo, los detalles, el contexto. El mejor periodismo siempre fue la suma ambiciosa de visiones y puntos de vista.
Yo subí después de haberlo hecho al Empire, pero al Empire subí de noche y aquí de día. Creo que me gustó más el Rock que el Empire, aunque quizá el cansancio que tenía cuando llegué a lo algo del segundo hizo mella en mi impresión.
Me encantaba el Rainbow Room del Rockefeller Center. Gran bar. Salón enorme que ha salido en numerosas películas. Cerró en agosto por diversos problemas relacionados con los nuevos dueños (los Cipriani, propietarios del Harry’s Bar de Venecia, los sindicatos supuestamente controlados por la mafia, y la falta de pago del alquiler a los propietarios del edificio).
¿Sabíais que nuestro Sert es el responsable de la ornamentación y diseño del Rockefeller Center?
Lobo, puestos a elegir yo también me quedo con el periodismo al estilo de la ciudad londinense que al más puro estilo neoyorquino. Pero si dejamos a un lado, metáforas y lirismo, hay que reconocer que siempre estaremos en deuda con el periodismo estadounidense. Salud.