Vidas bajo un burka
Monday, 24 de August de 2009 por Ramón
Las mujeres afganas son víctimas de una mentalidad medieval. No existen leyes ni justicia, sólo tradición y la voluntad inapelable de unos hombres embrutecidos por 30 años de guerras que se amparan en el nombre de Dios para ejercer la violencia. En muchas zonas rurales se rapa el pelo a los niños durante la celebración de las bodas con la esperanza de que su fealdad les salve de una violación, a menudo por parte de un familiar. Ocho de cada 10 mujeres sufren violencia doméstica y un 60% es obligada a contraer matrimonio antes de cumplir 18 años, según datos de Naciones Unidas y de la Asociación Revolucionaria de las Mujeres de Afganistán. El presidente Hamid Karzai, financiado por la comunidad internacional -incluida España-, aprueba leyes que permiten a los maridos chiíes castigar a sus esposas sin comida si éstas no les complacen sexualmente.
“El burka no es el problema si es ella quien decide libremente llevarlo”, afirma Fatana Ishaq Gailani, premio Príncipe de Asturias de la Concordia de 1998 y presidenta de una ONG que defiende sus derechos. “El gran problema de las mujeres afganas es el trato inhumano que reciben. Nadie las protege de la violencia. Ni el Gobierno ni la comunidad internacional han hecho nada en ocho años por cambiar la situación. Es imposible condenar a nadie por violación; los jueces liberan a los acusados tras el pago de un soborno. La mujer afgana apenas tiene acceso a la educación y en las zonas rurales vive en condiciones de extrema pobreza”.
Faima tiene 23 años, es de Kabul y afortunada: pudo terminar la enseñaza secundaria, algo vedado al 95% de las niñas que inician la escuela. Aguarda su turno en una sala del centro ortopédico que el Comité Internacional de la Cruz Roja tiene en la capital desde 1988. Es por su hijo Rahnan, con una malformación en el pie. “No me gusta el burka. Me siento en una cárcel y debajo hace mucho calor. El hiyab es la prenda que exige mi religión y es la que llevo sobre la cabeza. Mucha gente piensa así en Kabul, pero sé que en las provincias es diferente. Allí, muchas mujeres tienen que llevar el burka por fuerza”.
Salima es una de ellas. Procede de la norteña provincia de Takhan y lleva el burka levantado sobre la frente. Al principio se niega a conversar. Dice que necesita el permiso de su marido. Con la ayuda de una de las fisioterapeutas accede cubriéndose la boca con los pliegues: “Nadie me obliga a llevarlo. Debajo de él me siento más segura. No me gusta que los hombres me miren en la calle”.
Más en Afganistán se olvida de las mujeres.
Lobo, de cada una de tus crónicas obtengo algo; una visión, un concepto, una frase (tuya o ajena). Es periodismo de muchos quilates y tienes que ir a Afganistán, a Guinea, a Irak… para hacerlo. Cada crónica es como la pieza de un puzzle o de un mosaico cuyo resultado es un país o lo que queda de él, Agfanistán. Cuídate. Salud.
El valor no tiene límites. Decir que las mujeres en Afganistán son valientes es decir mucho, muchísimo. Si se les permite serlo.
No sé hasta qué punto se puede influir en el gobierno de otro país para que los derechos humanos de sus ciudadanos se cumplan, pero ahí están ONG como AI u otras, ahí estáis periodistas como tú, trabajando, valientes también, para que yo no me olvide de esas realidades. y actúe en consecuencia.
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