Fiestas de naufragios y memoria
Sunday, 25 de December de 2016 por Ramón
La familia es una convención, una idea, un refugio generador de compañía. Ofrece referencias: fija de dónde venimos y estamos, que el hacia dónde vamos es algo personal. Siempre envidié las familias amplias que se llevan razonablemente bien, que disfrutan de unos lazos reales, fruto de años de esmero y generosidad.
Nunca me ha llamado la sangre. Es cierto que el parentesco, aunque sea lejano y descuidado, acerca a la persona. Es una ventaja emocional. Pero si no hay plus de amistad queda el vacío. Evito las tribus, las banderas, los muros, el nosotros y los demás. Me gustan las fronteras abiertas, la mezcla.
En la construcción del libro Todos náufragos (que aún se puede comprar) descubrí primos y reencontré otros a los que no trataba por descuido mutuo. Aprendí que mi familia esencial son madre de casi 93 años y la gente que elegí en el camino: novias, amigos, fantasmas. Y está la memoria de la infancia: los olores del sur de Sussex, mis primos de allá pese a que apenas sé cómo piensan y sienten. Y los muertos. ¡Qué bien me llevo con algunos de mis muertos! Ya no me pueden fallar.
Ahora trato de construir lazos con los vivos, pero no es sencillo.
Hoy comí en casa junto a Nana y Morgan, la unidad constante. Estrené mantel azul añil comprado en Nueva York, me serví vino cosechero y un filete de Kobe, patatas al horno y unos langostinos a los que eché picante. Un crimen, lo sé. A los gatos les di jamón serrano. A Morgan le encantó. Nana es adicta.
Caída la tarde, encendí luces indirectas y un varilla de olor a bosque. Esto es mi Hogar, la cueva. Están los objetos, los libros, las voces, la memoria. Todo en equilibro. Por la ventana, desde la que se escucha la ciudad murmurante, veo luces y sombras. Más allá del telón de la noche, las montañas nevadas. En algún lugar del norte, el este, el oeste y el sur, están el mar y los barcos piratas. Hubo una época en la que fui navegante. Hoy soy marinero en tierra en busca de poesía. Feliz Navidad.
Uffff, más o menos por estas fechas Todos Náufragos me rescataba de mi naufragio porque como dice el Tango: “diez años no es nada….”, al menos entre los que aún nacimos en período pre-constitucional. Me sacó a flote por el poder de catarsis colectiva que, sin buscarlo, consiguió tal derroche de vómito emocional, histórico y existencial (que yo también reitero, aún podéis comprar, es más, debéis comprar) Hoy vuelvo a sentirme igual de identificada con la columna, pero con mi nave, de nuevo, haciendo aguas. Y no creo que la solución pase por una relectura, porque el acoso y derribo comenzó tan sólo unos meses después de proclamar, con un hilo de voz con claro acento atlántico y evidente pánico escénico, el manifiesto Ni una palabra de más ni una de menos, por la libertad de expresión, en el Teatro Maravillas. Pareciera que mi exhortación fuera fetiche, porque a partir de ahí volví “al sistema”, a ingresar una “nómina” y, paradójicamente, volví a ser, sin embargo, inmensamente infeliz. Infeliz por la decepción, por la trampa, por la frustración, por el acoso que aún dudo en llevar a juicio por prejuicio moral, porque me duele la izquierda o lo que supuestamente debía, creía que era izquierda. Un comité de médicos y letrados analizan ya no las posibilidades del caso, que son todas, sino mi capacidad para resistir un combate que todo apunta, incluso desde los sindicatos me advierten, que va a ser a tocar y hundir, a destruír porque “mentalízate, no sólo no eres nadie sino que te has atrevido a desafiar su orgullo”. Señor Lobo, necesito claramente una visita a Madrid, otro café en las proximidades de su casa, pero sobre todo que saque pronto algo sobre la “nueva política” y sus problemas con la gestión humana, con la más próxima, la más inmediata, la de “tu gente” y la legítima reclamación de sus derechos.
P.D No me voy a regodear en las viandas de mi comida porque sé que disfruta de los manjares típicos de esta esquina noroeste del atlántico y podría resultar algo cruel, aunque lo suyo tampoco estuvo mal. Yo con Lana lo llevo mal con el jamón, o es de bellota o la tía pasa, a ver si va a a ser eso lo que ha hecho que me condenen a la hoguera? 🙂
Feliz lo que sea
Yo tengo esa familia y estaríamos encantados de adoptarte!!!
Felices fiestas. Te leo siempre, que es una manera de acompañar. Gracias por tus palabras y por tu periodismo comprometido y vocacional. Por tu valentía en exhibirlo. Un abrazo.
Ramón, fantástico lo de la ventaja emocional del parentesco, al lado del vacío que queda inevitablemente si no hay amistad. Nos debemos un café en Barcelona cuando vuelvas. Te propongo el barrio de la Vila de Gràcia que en general ofrece aceras más distendidas.
Qué gusto leerte. Y que comida de Navidad tan tranquila entre seres que se respetan y que son buena compañía.