Tannhäuser, qué final de viaje
Wednesday, 28 de October de 2015 por Ramón
Pisé por primera vez el Metropolitan Opera House de Nueva York. También fue mi primera ópera de Richard Wagner: Tannhäuser, impactante, emociona, sublimes los coros y la obertura. Ir a la Ópera era uno de mis sueños antes de este viaje (y de otros anteriores). Se cumplió por casualidad, un regalo de Judith, un encanto de mujer. Fui con Antonio y una ringlera de prejuicios: Wagner, los nazis, cuatro horas. Al final quedó lo que debe quedar: el arte en su expresión más sublime.
Dirige la orquesta James Levine, que regresa con esta obra al Met después de diez años. Muy aplaudido al inicio, en los comienzos de cada acto y en el apoteósico final. Los brazos y manos de Levine parecían volar desde su silla de ruedas, todo armonía, ensamblaban cada nota de una obra compleja. Ese es el trabajo: dirigir el talento de los demás desde su propio talento, desde la capacidad de ver y sentir el conjunto.
El bajo Günther Groissböck en el personaje de Hermann fue lo mejor de la representación junto al barítono Peter Mattei. Me gustó mucho Eva-Maria-Westbroek, en el papel de Elisabeth. Lo más flojo, el tenor y personaje principal: Johan Botha, que no lograba imponer su voz en ningún dueto y menos aún en los coros. Mejora en el tercer acto en el que canta solo en muchos momentos.
Compraré una versión de Tannhäuser (sin Botha); queda incorporado a mi mundo personal de sonidos y emociones. ¿Alguna recomendación?
Fue una experiencia mágica; un final fantástico a un viaje reparador y preñador, de los que colman. Antonio y yo hemos hecho muchas cosas juntos en estas dos semanas, además de compartir conversaciones profundas y superficiales, que todo es necesario, y algunos amigos. Ha sido terapéutico. Habrá que repetir.
El Met es un escenario es sí mismo; una parte del público interpreta su personaje vital dentro de una escala social muy visible en una ciudad-pasarela repleta de contrastastes. ¿Cuál será el mío visto desde fuera? En la representación paralela se mezclan los esmoquin y los vaqueros con la misma naturalidad que se mezclan los edificios en Nueva York sin importar aspecto ni precio.
La etiqueta está en la capacidad de sentir, de estar vivo, algo que no compra el dinero, aunque ayuda una barbaridad.
Echaré de menos a Antonio y a este NY otoñal.
Tengo ganas de que llegue mi cumpleaños en enero: antes de venir me regalé dos entradas para ver-escuchar en Madrid La flauta mágica de Mozart, una de mis favoritas. Tardé en admirar la ópera, el teatro total. Otra vez los maltitos prejuicios castradores, la estupidez.
Mañana comienza el regreso contra el meridiano, es decir con jet lag garantizado. Feliz día.
Buen viaje! Buena guinda asistir a la Opera.Bien está, lo que bien acaba 🙂
César Coca fue mi profesor de Periodismo en primero de carrera, hace ya 27 años. Un gran maestro al que le encanta la música. Éste es el comentario que hizo en su blog sobre Tannhäuser: http://blogs.elcorreo.com/divergencias/2009/03/11/a-lirica-el-desnudo/
Bienvenido!