Un click y estás muerto
Tuesday, 21 de October de 2014 por Ramón
Expulsado del paraíso. Un click y adiós, muerto, inexistente. En un click se esfuma lo compartido, pasa a ser memoria difusa, nublada, de la que no estás seguro si la viviste o la soñaste. Es un acto de desmemoria histórica y presente.
Silencio: se rueda, a veces cuesta abajo entre decenas de pies que escalan perezosos hacia ningún sitio. Enredado en el trabajo, escapando de una sombra duplicada que me persigue, que me juega, que me trasntorna. Aquí, con Pietra, en un martes cualquiera.
Buenas compañía Pietra y tu blog. Animo! a ver ese libro…
“Un click y adiós, muerto, inexistente. En un click se esfuma lo compartido, pasa a ser memoria difusa, nublada, de la que no estás seguro si la viviste o la soñaste….” eso afirma usted. Mi experiencia es otra. Tras llevar década y media separada y sin contacto alguno con el progenitor de mi ricurita, pese a mantener contacto con su familia, creía que era “historia”, olvido, pasado, sin peso alguno. Cuando falleció soñé durante semanas con el, con ese “nosotros” protohistórico. Me sorprendió. Hasta que comprendí que por mucho que ya no tuviera presencia en mi vida, seguía formando parte de ella. Y no por ser el padre de mi hijo, sino por ser alguien a quien había amado. Soné las escenas más íntimas, conversaciones, momentos, risas, experiencias solo nuestras. Entonces comprendí que no podemos “borrar” a alguien de nuestra vida, como si fuéramos un Stalin cualquiera. Ahí están las vivencias comunes, trenzadas como cintas en nuestra propia existencia. Con el murió una parte de mi propia vida. Tardé en entenderlo. Ahora lo se. Por mucho que reneguemos de quien ocupó un espacio en nuestra vida, lo ocupó, lo vivimos y compartimos. Es una cinta de color en la trenza de nuestra vida. Quizás solo está presente en un tramo de nuestra trenza, pero esa cinta, ese color, es parte de nuestra trenza, de nuestra vida. Y haríamos bien en ir reconciliándonos con esa realidad, aceptándola. Para los que sobrevivimos no hay un click y adiós. La muerte de cualquier persona que ha tenido un peso específico en nuestra vida representa, en cierto modo, la muerte de una parte de nuestra propia historia. Quedamos huérfanos con nuestros recuerdos, con nuestra exper¡encia vital. Seguimos existiendo en los recuerdos de los demás. Para bien y para mal. Menos mal que la memoria suele ser generosa y benévola. Mis sueños eran todos gratos, felices, pese a que esa felicidad fue más breve que el tiempo de deserción de sus responsabilidades como padre. No pené por el padre de mi hijo, pené por el hombre al que amé.
Se me olvidó mencionar: también pené por mi, por mi felicidad, por mis ilusiones, por mi juventud, por los sueños rotos.
Gracias afectada, es precioso