El traje de Panamá
Saturday, 4 de January de 2014 por Ramón
Aquí estamos: 2014. ¡Y sin crisis! Se nota en el ambiente: miles de personas en el centro de la ciudad mirando escaparates. Los atrevidos entran en las tiendas, preguntan precios, manosean objetos, lanzan admiraciones y salen por la puerta. Mis amigos con tienda dicen que la cosa está tiesa. El Gobierno maneja estadísticas e ilusiones. Con lo segundo basta para ganar elecciones. Es cierto que los datos indican que hemos tocado fondo y que la Física sugiere que tras el fondo solo se puede subir. Dejar de bajar no equivale a estar arriba. Pasarán varios años antes de que lleguemos a un lugar que podamos llamar fin de la crisis. Y lo haremos desplumados de derechos y dinero. Nadie nos va a devolver un euro: ni el Estado, ni los bancos rescatados, ni las constructoras irresponsables.
El asunto de Sacyr en Panamá suena familiar. Le Carré le sacaría punta. Aquí, en España, se hace así: oferta a la baja para llevarse la obra (casi siempre de acuerdo con el licitador) y después se encarece milagrosamente hasta resultar la más cara. Ese desfase presupuestario no suele tener queja porque el 10% calla muchas bocas.
En España no tenemos capitalismo, tenemos vampirismo: un número elevadísimo de listos que creen que esto es Jauja. El capitalismo español no crea ni inventa como el estadounidense, no arriesga, no aporta. Aquí solo se lleva la caja a casa para contar las monedas. Nos movemos entre empresarios-parásito y empresarios-vampiro. Las excepciones se pueden contar con los dedos de la mano de un manco.
No sé cómo acabará el contencioso con Panamá, pero intuyo que el desafase, el que sea, lo vamos a pagar los ciudadanos españoles y los malhechores saldrán de rositas en barco de recreo. La cárcel no es solo para etarras y quinquis de poca monta, la cárcel es para los violadores de la ley, sean quienes sean. Cuando un intocable tiene problemas en España se declaran nulos los correos incómodos y ya está, sin pruebas no hay caso, a seguir de caza mayor. En los países serios este tipo de gente está en la trena. Nos falta mucho para ser un Estado de Derecho. España es un queso gruyere.
Pese a todo, soy optimista. Estamos nosotros, los apaciguados, los dormidos, los cagados, los jodidos. Algún día todo esto que nos rodea tocará un límite y surgirá un basta ya. Feliz Noche de Magos. Les he pedido un poco de rebeldía colectiva.
De Le Raul y su excelente blog.
Como siempre, no te andas con rodeos. Es cierto, hasta en la alcaldía más pequeña de este país se ha producido el desfase típico presupuesto- final de obra, es un clásico. Lo sorprendente es que no suele ser de un 8% por poner un ejemplo, sino que se duplica. Donde yo vivo, una obra se licitó por unos 800.000 € y al final se pagaron 2 millones y pico y ahora no hay ni para la iluminación del bodrio ese. Es en éstas desviaciones donde muchos se forran. No entiendo que cada vez los salarios sean más bajos y los presupuestos, sin embargo, suban.
Me niego a pensar que tengamos que pagar también nosotros esa irregularidad en los cálculos. Los mismos empresarios son siempre los que están en todos los fregaos, demasiada coincidencia.
Yo creo que nunca se volverá al nivel de ocupación de hace unos 8 años. A no ser que surja por arte de magia algún tipo de industria o servicio que requiera mucha mano de obra, este país con gobiernos tan poco creativos y tan alejados del afán de investigar y de invertir en desarrollar nuevas tecnologías, los 6 millones de parados bajarán pero nunca por debajo de un 18 ó 20 % . Son inabsorbibles o por edad o por falta de formación o por exceso de formación o por currículum “sucio” al llevar más de 2 ó 3 años parados.
Simple ejemplo: Ciudad de las Ciencias de Valencia: costo final: cuadruplica el presupuesto inicial… Sin comentarios…
No me disgusta la imagen (el juego)…pero si me pongo cenizo diría que tanto el dueño como el sueño tiende a mantenernos dormidos…
Ah y lo peor será recuperar nuestra dignidad, sin lucha no creo que la recuperemos en pocos años. Tenemos que partir de cero en lo que respecta a hacernos respetar.