Una buena borrachera con Lou Reed en el paraíso
Tuesday, 29 de October de 2013 por Ramón
Lou Reed me lleva esta noche de la mano por un sueño interactivo. No sé si esto es el paraíso pero hay mucha luz solar, hombres y mujeres desnudos y barra libre en cada esquina. Me pido un roncito de Guatemala: solo hielo y en vaso corto. El primer trago sabe a tres. El ron baja despacio, sin arañar. En los altavoces suena Dirty Bulevard en la versión cantada junto a David Bowie en su cincuenta cumpleaños. Las ventanas del paraíso están de par en par. Entra un aire húmedo que huele a marihuana. Una pareja de tres hace el amor subida a un árbol. Son los equilibristas. De las paredes cuelgan televisiones en las que se ven y escuchan los conciertos más grandes. Allí están Elvis Presley, Bob Dylan, The Doors, Bruce Springsteen, Pink Floyd… ¡Cómo me gusta Pink Floyd! Sabe a internado de Izarra 1972-1973 con The Dark Side of the Moon a todo volumen en el salón de actos.
Nunca tuve una buena educación musical. En realidad no tengo una buena educación de casi nada. Soy un tipo hecho de retales desordenados, lecturas que parecen un juego de la teja. Soy un tipo fabricado de carencias. Pero hay algo interno, quizá la emoción de sentir emociones, que mantiene todo en equilibrio, como un malabarista. Lou Reed dice que deje de hacerme pajas y camine más deprisa, que es hora de otro ron. Empezamos la segunda botella de Zacapa.
En este sueño interactivo puedo soñar lo que me dé la gana. Pienso maldades sobre algunos habitantes de la Tierra. Paso delante de Janis Joplin, Jimi Hendrix y Jimmy Page. Al ver a Janis recuerdo a Leonard Cohen y su entrepierna en el Chelsea Hotel. A su lado están Enrique Morente y Peter Gabriel vestido de blanco, Más allá, con una tajada del diez, los Rolling Stones. Me cruzo en un pasillo estrecho con Annie Lennox y Tina Turner. Siento su roce, el perfume. Aretha calienta voz en un patio andaluz junto a un árbol de la vida. También veo a Rodríguez Sugar Man, el gran olvidado por sus letras agitadoras, desdoblado en una calle de un Detroit.
Apuro la segunda botella de roncito y desaparece la crisis pero no sus causantes.
Atravesamos el escenario del final de All That Jazz y pisamos las playas del desembarco de Normadía. Le pregunto si estoy tan muerto como Robert Capa. Lou Reed me dice que solo estoy borracho, demasiado ron y demasiado respirar por las ventanas. Le digo que aún faltan por salir muchos de mis músicos favoritos. ¿Dónde están Chuck Berry, Little Richards y Johnny Cash?
Mi amigo en el paraíso me informa de que el paseo ha teminado, que se me está subiendo el sueño a la cabeza. Asegura que soy una Cenicienta-hombre con hora fija de regreso a casa. Debo volver a la Tierra antes de que suenen las doce campanadas en no sé qué país porque si no mi gata Nana se convertirá en Julio Iglesias padre. No han pasado ni dos segundos de la amenaza y ya estoy en Madrid, metido en mi cama, con los auriculares en los oídos, estirando este sueño hasta sus últimas fronteras. Feliz semana.
Jaja! vaya juerga te has pillado. Fantástico relato.