El humo no nos deja ver a los pirómanos
Monday, 2 de September de 2013 por Ramón
Hay algo que olvidan los defensores del cobro de sobresueldos en sobre, los tertulianos palmeros que los minimizan, los que sostienen que se trata de un delito contra la Hacienda pública ya prescrito. Olvidamos lo esencial: ese dinero está manchado, procede de la corrupción, de empresarios que pagan comisiones de cientos de miles de euros para lograr sus objetivos, conseguir licencias que generan beneficios millonarios. Todo presuntamente, claro.
Se trata de un delito gravísimo; no debería prescribir nunca. Los tejemanejes encarecen las obras públicas, afectan al déficit y tienen un efecto directo en nuestras vidas, en nuestros bolsillos. La corrupción impide que este país funcione. Un estudio de la Universidad de las Palmas cifra su coste en 40.000 millones de euros al año. ¡Al año! Suficiente para no recortar en Educación y Sanidad, en becas, ayudas a la dependencia, pensiones, invertir en investigación.
La misma corrupción que nos cuesta tantos miles de millones genera un clima viciado, en el que es imposible el despegue de miles de emprendedores, de jóvenes con ideas pero sin dinero, que carecen de bancos o empresarios avispados, y de algo tan básico como la igualdad de oportunidades. Una parte vital del Estado no funciona si no hay mordida.
La corrupción, el saqueo, la mentira como arma política, el florianismo, crece y se desarrolla gracias a nuestro silencio cómplice. Resulta incomprensible que no exista una reacción social, un ¡basta ya! Sucede también en Italia y en Grecia.
El sistema se nutre de la corrupción de las ideas y de la amoralidad ambiente, de la participación, más o menos modesta, de millones de ciudadanos que sustituyen los sobres por el aparcamiento en doble fila, trampear en las cuentas, saltarse las colas, engañar a Hacienda, mear en las esquinas o vocear por la calle a las tres de la mañana. Somos víctimas y contaminadores de corrupción.
Es urgente una revolución ética. ¿Quién la va a hacer? ¿Los corruptos? ¿Quién va a aprobar una verdadera Ley de Transparencia? ¿La casta que se lucra de nuestro silencio y de nuestra estupidez?
Si miras a Catalunya ves a partidos políticos manchados de mierda (presunta, no lo olvidemos) que corren hacia la independencia. Además de convicciones, que las habrá, está el sueño húmedo de escapar de esa basura, de imponer un borrón y cuenta nueva. Es como si el problema esencial fuese el nombre de la mierda.
Si miras a la Comunidad de Valencia, además de lo que ya sabemos, ves a jóvenes de un partido político, que al parecer no ha hecho la transición, celebrar sus alegrías rodeados de símbolos franquistas, los de su ídolo ideológico.
Si miras a Andalucía ves a un presidente que escapa al Senado para protegerse de una jueza tenaz, que sitúa en su puesto a una mujer sin otro mérito que el de ser una de ellos, aparato puro, parte del problema, y no esperanza aunque ahora se le llene la boca con su intransigencia frente a la corrupción.
Si miras a la UGT de Andalucía, a sus cuentas en las que confunde lo privado con lo público, la farra con la lucha, sientes asco. Si miras…
¡Tenemos que mirar tanto!: señalar a los corruptos, escrachearles a diario. También debemos divulgar los nombres y apellidos de los que aún creen en la cosa pública, de los funcionarios honestos, sean políticos o no, de los alcaldes y concejales, de los diputados y senadores, que los hay; todos aquellos que se mantienen incorruptibles y empeñados en cumplir con su trabajo. Un trabajo sencillo: re-pre-sen-tar-nos.
Pues eso, feliz curso 2013-2014.
Esto si que ha sido una puesta al día rápida. Mejor que no nos olvidemos donde estábamos antes de vacaciones y dónde seguimos ahora al comienzo del curso.
Pero yo no sé qué hacer. No sé cómo quejarme, no quiero quedarme en el insulto en petit comité. Esto necesita toda una generación para cambiar. Unos niños que mamen desde la cuna la moralidad general y en todo, y eso vendrá de la educación que reciban de sus padres que no han de ser de los que hoy seguimos pagando al fontanero sin IVA, estamos contaminados para hacer esa labor y dar ejemplo a los futuros aprendices de ciudadanos. Hace falta una generación o quizás dos para que el cambio sea real. Así que mucha paciencia.
Difícil tarea reeducar a una sociedad que basaba su felicidad en los bienes materiales. Y esa mala educación no sólo la recibieron dse la familia que muchas veces podían sentir impotencia cuando trataban de inculcar valores y ética con el bombardeo consumistas de la televisión y ambientes de ejecutivos “yuppies” ¿recordais?”. Muchos añoran aquellos años sin darse cuenta de la trampa que suponía sobre el verdadero crecimiento de una sociedad. Envidio a paises como Noruega.
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