Fin del verano: estudias o trabajas
Sunday, 1 de September de 2013 por Ramón
En mi situación laboral la línea que separa las vacaciones del trabajo es delgada, casi imperceptible. El retorno del veraneo resulta más llevadero, no padezco de mareos y confusiones al pasar en pocos minutos de no hacer nada y tener que parecer que se hace de todo. No dependo de dismulos en el cumplimiento del deber, de un horario, de la presencia física en un sitio concreto, normalmente alejado del lugar donde se duerme, de jefes con el síndrome de la gallina: todos los polluelos alrededor para no olvidar que son ave.
Transito del sofá de mi casa y del toqueteo de la entrepierna a una escritura febril, poseída. Con la misma facilidad retorno del arrebato al sofá con el fin de sostener alguna lectura reposada que me alimente el cerebro y las emociones. Dispongo de mi tiempo, no del concepto filosófico e inquietante, sino de los minutos concretos que componen mi jornada.
Es cierto que al existir menos vigilancia tiendo a la dispersión, un lujo balsámico. Nunca fui amante de la disciplina estricta tal vez porque mis padres, con su mejor voluntad, gastaron en mis años de infancia toda la que corresponde a una vida. Saturado de deber, prefiero el placer.
Las exigencias de trabajo lo marcan las colaboraciones, las fijas y las ocasionales y mi necesidad enfermiza de leer periódicos, revistas y sitios web para mantenerme informado. Siempre he tenido el privilegio inmenso de trabajar en lo que me apasiona: el periodismo. Soy muy afortunado.
La cara B del paraíso son las cuentas, que no salen: muchos menos ingresos, bastantes impuestos y las incertidubres propias de los tiempos y las geografías que nos tocó vivir.
Llega septiembre, regresa el Gran Wyoming y compañía. Empieza un nuevo curso con las juventudes populares desatadas, al menos en la comunidad valenciana, y un portavoz adjunto que reescribe la historia y cambia los muertos que desprecia de un bando a otro. Seguimos en este tardofraquismo insufrible y con una oposición paralizada. Queda el exilio interior como opción de resistencia, pero yo prefiero el combate, el no pasarán, el lema de este fuerte no se rinde. Feliz curso.
Gracias Ramón. Igual para tí. Desde la libertad que da trabajar por cuenta propia, donde me sitúo desde hace muchos años, aconsejarte que marques un horario para cada actividad, porque si no da esa sensación de que se va el día sin haber hecho nada… también es bueno vestirse como para ir a trabajar porque si no, no te crees que lo estás haciendo, bueno,a mí me funciona el día que trabajo desde casa. Esas rutinillas que remedian el caos 😀
Elisa, muy curioso y acertado eso que dices de vestirte como para estar en la oficina. Una excesiva comodidad puede interferir en la disciplina. Nunca lo había pensado.
Estudio, trabajo, esfuerzo, placer… hai menos distancia de la que parece pero más de la deseada… no fallamos nosotros, falla la organización social!
Brrrr….yo me incorporo manana al curro. Bueno pues, Ramon, que sepas que te he descubierto en el programa de javier del pino: de lo más lúcido que hay y ha hahido, sobre todo las dos primeras horas. O sea que ya te puedes seguir ilustrando, y mantener en forma xq creo que somos much@s los que os seguimos y nos alimentsmos de vuestra honesta y formada agudeza. O eso creemos….ja ja un amigo dice que sois “nuestro Eufemiano” por lo del chute de lucidez ke nos meteis, y tal…. ..Eutsi eta aurrera!
(Ánimo y pa’lante….)
Yo también, como Elisa, me permito un consejo o mejor dicho reitero el de ella: márcate un horario para todas las facetas de la vida. Vivo con un autónomo que trabaja en casa y, a veces, me resulta durísimo su aislamiento de la vida cotidiana, ese estar sin estar, esas jornadas que tienen más horas que el reloj.