Sin bicicletas en Central Park
Saturday, 10 de August de 2013 por Ramón
La madre de Paula sugirió ir primero al Café Lalo, no muy lejos de donde hemos vivido estos días. Los brunch son célebres tanto por su calidad como por el tiempo que tardan en servirlos. Rodaron en él alguna escena de la película Tienes un email. El garito presume de ello y lo rentabiliza. Aquí todo es negocio, parte esencial de la cultura que impulsó este país. Después caminamos por Central Park alejados de los puntos de alquiler de bicicletas, cosa que agradecí en silencio. El circuito de las bicis tiene una leve pero notoria cuesta sobre la que ya me imaginaba haciendo el mayor de los ridículos.
Paula jugó con los barcos de vela en el estanque que sale en casi todas las películas de padres con hijos que se enamoran de madres con hijos. Costaba mover el velero con los mandos de timón y vela. Crees que se mueve por control remoto y lo que le impulsa es el viento. Lo descubres cuando ha expirado el tiempo: once dólares por media hora.
En la zona de hierba delante de los rascacielos, a la altura de la 67, nos tumbamos en el césped descalzos para tomar contacto con la naturaleza. Paula no paró de gritar y saltarme encima. Cuando nos fuimos había un gran vacío a nuestro alrededor. La niña preguntó si era por la escandalera. Le dije la verdad. El día lucía gris, húmedo; ha sido el primero de calor. Una suerte.
Cenamos con Santi y Emma en Blue Smoke, en Battery Park City. Es uno de los templos de la barbacoa y los célebres ribs de Nueva York. Me los tomé al estilo de Kansas y estaban deliciosos. El Blue Smoke está al lado del edificio de Goldman Sach por el que pasé con las manos en alto, por si acaso. La zona se ha revalorizado con la llegada de los tiburones. Las tiendas de barrio se trasmutaron en tiendas de vino, de flores, en bares y restaurantes caros. Todo para satisfacer a los golden boys, a los que se sacan sobresueldos millonarios en el Casino Mundial. La barra de Blue Smoke está repleta de este tipo de monjes-soldado, los mismo que los gimnasios. Todo por una buena amnesia laboral.
Alguien escribió hace poco en The New York Times que Nueva York era una ciudad construida con los sueños de millones de personas: irlandeses, británicos, italianos, polacos, hispano, coreanos, vietnamitas… Personas que llegaron persiguiendo un deseo; artistas que anhelaban vender cuadros, escribir novelas, crear música, protagonizar películas. Ahora es un ciudad dura y cara en la que solo pueden vivir los que ya han conseguido su sueño, los que luchan por defender su estatus. Es una ciudad con un número de sueños clausus que ha colocado el cartel de completo.
Aumenta el precio de las casas, de los barrios; la gente que los habitaba debe moverse, quizá a Brooklyn, Harlem, Bronx, Queens o Nueva Jersey, pero la lujuria de la riquza sin límites morales les persigue a esos nuevos exilios para volver a expulsarlos.
Italo Calvino dijo que la felicidad consiste en encontar el sitio en el que uno se siente mejor como extranjero. Seguiré buscando. Feliz sábado.
Pues cuando vuelvas a España, seguro que encuentras ese sitio donde un extranjero se siente mejor que un autóctono o indígena.
Deliciosas estas crónicas diarias. Parece un viaje muy organizado en todos los sentidos, con tiempo para todo. Entrevistas, turismo, observación, comidas con personas y en locales bien elegidos, guía, compras, museos.
Ah, y como promotor de viajes no tendrías precio. Yo me lo estoy pasando bomba sólo con imaginarme una visita similar a esa ciudad especial y única.