No pregunté por las ventanas de Hopper
Thursday, 8 de August de 2013 por Ramón
Me desperté sobresaltado a las cuatro de la mañana. La ciudad que nunca duerme estaba en silencio. Fueron apenas unos minutos: ni tráfico ni personas; tampoco el hombre que se pasa el día y parte de la noche gritando Aleluya como si sus males tuvieran solución celestial.
Por la mañana visitamos el Whitney Museum que alberga una exposición de Edward Hopper. Lo más interesante de la muestra son los bocetos, ver cómo preparaba el cuadro antes de pintar el cuadro mismo, las variaciones que introducía en la versión final; nada serio: a veces un leve cambio en la posición de las manos. Hopper era minucioso, cinematográfico en la composición de las escenas. Su obsesión por mujeres que miran por ventanas atrae a la madre de Paula. Son mujeres presas en una soledad, que anhelan escapar y no pueden, o quizá sí. Me recuerdan a Los puentes de Madison.
La planta cuarta ofrece una composición de Robert Irwin. A diferencia de James Turrell en el Guggenheim esta me resultó extraordinaria. No solo es la elegante simplicidad del espacio diáfano -y el juego de confusiones que propone al entrar-, sino porque se trata de un lugar hopperiano, una prolongación inteligente de la obsesión de las ventanas. Fotografié a la madre de Paula en el ventanal del fondo, pero no pregunté por sus soledades.
Comimos en el Grimaldi’s de Brooklyn; paseamos por las callejuelas que están a la espalda del Promenade y nos sentamos en una bancada a admirar Manhattan, la ciudad de Woody Allen. Cruzamos el río en un ferry que lo hizo a gran velocidad bamboleando pasajeros de babor a estribor. Cruzamos por Wall Street para que la niña no olvide que de ahí viene todo lo que le están robando.
Entramos al Memorial del 11-S dentro de la Zona Cero. Conmovedor. Las cascadas que ocupan el lugar de las Torres devoran el agua que vuelve a brotar después. Es impactante. También lo es deslizar la mano por algunos nombres, sentir los pliegues de las letras, las curvas. Un cartel te ruega que lo hagas. Cada nombre que se acaricia con la yema de los dedos se llena de vida, permanece.
El lugar es un enorme cementerio, el lugar donde desaparecieron miles de personas tras un acto de fanatismo cobarde. Es un centro de respeto y silencio. El pase al memorial es gratuito, eso lo engrandece.
En uno de los nombres estaba hoy clavado un clavel blanco. Un dedo había escrito sobre el sudor de la humedad “Happy Birthday”. Otros dibujaban corazones. También la palabra Hope.
Por la noche cenamos con Sandro e Isabel, amigos españoles muy queridos. Amsterdam Avenue entre la 80 y la 86 es un festejo, lo mismo que Columbus. ¿Crisis? ¿Qué crisis? En esta noche gris el cielo parece preñado de luz. Es la magia de las lluvias aliadas con la luna. Feliz jueves.
¿Será que la madre de Paula tenga nombre? Perdón por la indiscreción pero me sorprende esa manera de ‘reconocer’ a una mujer.
Gracias por los paseos neoyorquinos y sus sensaciones.
Buenos días y magnífica entrega. Me quedo con ese mirar por la ventana, unas veces para alcanzar un lucero, otra para ver el seto de adelfas.
Recordaremos a Paula como la gran protagonista de este viaje. Yo ya le estoy poniendo cara.
Todo se andará, Estrella
me gustó tanto tu descripción de la obra de Edward Hopper que copié el párrafo donde lo mencionás.
muchas gracias por hacerme compartir este viaje aunque sea en mi fantasía.
Lindo teu texto…fazes com as palavras o mesmo que Hopper com o pincel. E as janelas…sempre levam nossos pensamentos.