Aprendiendo espacios vitales en lo alto del Empire
Wednesday, 7 de August de 2013 por Ramón
Hoy subimos al Empire State Building. Nosotros y otros ocho jumbos repletos de turistas. Era una Babel de empellones, cámaras, teléfonos, tabletas y mochilas. Si resistes el primer impulso asesino (muy intenso) y buscas el norte cardinal, donde apenas mira casi nadie, encuentras fotos plácidas, una cierta paz. Desde ese promontorio aprendes la mecánica secreta del movimiento de las masas, tus ojos se habitúan al bullicio y descubren huecos. Un hueco libre no se piensa, se ocupa.
Teníamos un pase VIP. A la madre de Paula no le gusta saltarse colas ni de manera legal. A mí me encanta el Priority Pass de Easy Jet y Ryanair. Por unos euros más te das el gusto de no guardar fila diez días antes de que llegue el avión, una costumbre muy española. La madre de Paula sostiene que lo mío es una rémora del señorito que habita en mi interior y de un cierto etcétera de conflictos no resueltos.
Sea lo que fuere nos hemos ahorrado horas de impaciente espera. No lo escondo: enseñar el pase y tener prioridad absoluta para entrar primero en los ascensores es un orgasmo a la altura del mono pajillero del Zoo del Bronx. Me agrada sentirme mimado. A Paula también le encantóo el trato VIP aunque para no alejarse en exceso de las tesis maternas, dijo: “Está muy bien; pero no me gustan las personas capaces de pagar por esto”. Esta niña tiene mano izquierda.
Hacía un día limpio. La ciudad resplandecía. El navegar de algunas nubes oscuras por el noreste parecían dar razón a los pronosticadores de lluvia.
Cuando aprendes a sobrevivir a una la masa turística descendida en tropel de ocho jumbos -a la que pertenezco, quiera o no- descubres la existencia de un espacio de soledad más allá del objetivo de la cámara; ese lugar mágico permite sentir cómo tus ojos recargan los discos duros.
Desde el aire y desde tierra, mis edificios favoritos son el Chrysler y el Flatiron, además del Empire. Si rastreas desde lo alto las terrazas de los edificios más bajos descubres pequeñas joyas en medio de un aparente caos arquitectónico. También me gusta la nueva torre de Ghery. Fabulosa desde fuera.
Comimos en un coreano en Little Korea, muy cerca del Empire, donde están los mejores restaurantes. No sé qué sacará Paula del viaje, pero es probable que la comida asiática se enroque para siempre en algún lugar de su memoria-paladar.
Por la tarde les dejé de compras después de decir una frase mágica. A la niña se le abrieron los ojos; a la madre se le afilaron los dientes. “Mira, allí está Victoria Secret”. Tomé el metro expreso Uptown hasta la 96. Recogí la ropa limpia y planchada de la tintorería y escribí la columna que en unas horas mandaré a Infolibre. En esta ciudad cada día es una forma de eternidad. Feliz miércoles.
Ramón, que bueno es no hacer filas sin saltar las normas, viajar en avión cómodamente y no precisamente en turista que a veces significa una tortura para el cuerpo, sobre todo cuando el viaje supera varias horas. El placer no tiene porque ser de derecha !!!! Abajo con los dogmatismos
feliz estacia en la Gran Manzana, una ciudad que vale la pena caminar y mucho más.
Que placer leerte cada mañana…
No sé, no sé, tengo que pensar sobre si es bueno el poder costear privilegios… que soy lenta y de entrada no lo he digerido como algo claro. Cuando se es cuadrado, cuesta un poco… 😀 . Gracias, gracias por el privilegio de leerte y por mi parte aporto mi pequeña contribución a Infolibre como símbolo. Que no todo es gratuito en la vida.
Este verano viajé por primera vez con un pase prioritario (éramos los únicos), y la pelea para llegar hasta la puerta de embarque fue memorable, ya que nadie queria dejar su posición…Un gusto leer tus crónicas de Nueva York, gracias.
Creo que alguno, yo al menos, me estoy haciendo con una guía muy personal de cómo distribuir el tiempo, los paseos, las visitas, los restaurantes, etc. para un viaje a esa ciudad. Aunque sea un copia y pega, prácticamente, está resultado un gran aliciente. Si tu te bajas en la 96, nosotros también nos bajaremos!!!!
A mí ese tipo de privilegios me parecen derecha pura y dura.
[…] Ramón Lobo, un nombre propio en el mundo del periodismo, un estilo cercano e íntimo, con quien podemos recorrer casi cualquier rincón del mundo donde haya ocurrido algo interesante que narrar. Esta vez, a su aire, nos cuenta cómo encontrar nuestro propio espacio dentro de un enjambre de turistas en lo alto del Empire State. Un lujo que Diario del Viajero esté en el blogroll de su blog. Gracias, Ramón. […]