Aguacero de agosto
Friday, 2 de August de 2013 por Ramón
Día lluvioso. Propuse Met (para ellas; los museos me agotan) y casa para mi. Parecía un plan excelente. Así podía trabajar en silencio en la columna de El Periódico que se publicará el domingo. Fracasé y acabamos todos embarcados en un ferry en dirección a la Estatua de la Libertad. Nunca la vi tan de cerca. Representa un sueño, un anhelo universal más que una realidad. Al pisar la isla, un hombre nos ofreció una audio-guía. La mayoría de los extranjeros la rechazaron pese a que se halla incluida en el precio del billete del barco. Es el problema de los recortes, de la tacañería: nadie se fija en los detalles.
Manhattan aparecía y desaparecía entre nubes de bajura como en un juego de sombras, de tronos urbanos. Pese al diluvio había cientos de personas deambulantes con sus cámaras y teléfonos móviles desafiando a los grises. Fotografié la ciudad que se quedó a espaldas. Nada supera el ojo humano que incorpora recuerdos y emociones.
Regresamos a Battery Park, toqué los huevos al toro de Wall Street por provocar a la timidez de Paula y localizamos un libanés del que nos habían hablado. Está cerca de la Bolsa, donde se juegan a los dados cada semana nuestras pensiones, puestos de trabajo, educaciones y sanidades. El restaurante se llama Alfanoose; está en Maiden Lane. Merece la pena. Me tomé un Shish Kebab que sabía a Sarajevo. El Hummus es fantástico. La comida es una ventana que se abre en la memoria. Lo cuenta la escritora chilena Isabel Allende en Afrodita.
Después de un café en un francés situado enfrente del Alfanoose entramos en el 21 Century, un gran almacén en el que si sabes buscar encuentras chollos. Hay ropa a mitad de precio y con rebajas de hasta el 75%. Lo malo es que está lleno de españoles. Seguimos siendo descorteses y pretenciosos. Sé que hay miles de excepciones, pero cuando salimos al extranjero desprendemos un aire de nuevo rico que dadas las circunstancias deberíamos olvidar. Paula me habló en inglés para disimular.
Cenamos en la casa con productos del Deli de la esquina. Ahora tengo la ventana abierta. Entran aire, silencios (pocos, pero los hay) y sonidos. Se escucha la lluvia. A veces cuando repica; otras cuando la pisan los automóviles. Huele a húmedo, a ciudad limpia. Resulta agradable. Toca sueño, toca dormir. Feliz viernes, o lo que sea.
Qué bonito!!! Me repito, pero es tan grato leerte por las mañanas, antes de empezar el trabajo en serio.
Me gusta todo, pero ya cómo “espías”, atiendes, quieres, provocas y descubres el mundo a una Paula que, a su vez, te enseña a ti muchas otras cosas, me encanta. ¡Qué suerte de viaje!
Disfruta.
Abrazo fuerte