Pastrami sin Meryl Streep
Tuesday, 30 de July de 2013 por Ramón
Hoy ha sido un día de trabajo: preparar una entrevista que se publicará en Jot Down y un texto para Infolibre. Estuve la mañana encerrado en la casa de mis amigos con las preguntas y los temas. Parecía una ensoñación: ¿vivo en Nueva York? Siempre soñé con ser corresponsal en el extranjero; estar años en un mismo país para comprenderlo y contarlo desde la política, el periodismo, la sociedad, la cultura y el deporte; la economía, también. Pero mis jefes tenían otra opinión sobre mis habilidades.
La entrevista, muy bien; se me ha hecho corta. Sabía que disponía de poco tiempo, quizá 30 minutos, por eso no la he dejado fluir. Eso me dejó mal sabor. Al final salieron 44 minutos de periodismo gracias a la contraparte. Creo que resultará una buena entrevista, con claves. Caminé después por la Sexta Avenida, un poco deprimido. Vivo en un país pequeño lleno de cosas pequeñas y de gente pequeña que impide a otra crecer.
Ayer lunes volvimos a caminar, pero menos. Fuimos en metro a comer en Kat’z, célebre por su sándwich de pastrami. Es un espectáculo, muy neoyorkino: un caos organizado. Hay dos tipos de mesas, las que ocupan aquellos que encargan la comida en la barra y las reservadas para los que dan el nombre en la puerta. Todos los camareros son dominicanos, de la misma familia ampliada. Es el control de calidad.
Antes recorrimos Central Park desde la 106 hasta el Met. Hay que regresar en bicicleta. Por la acera de Upper East Side busqué actrices con la mirada. Un año me crucé con Meryl Streep, mi favorita. Miré, ausculté su cutis; me intrigaron unas arrugas en la mejilla que nunca había visto en el cine. Ella pensó que ese afán era fruto de mi admiración, no de mi desconcierto. Sonrió. Esa sonrisa, ese colmillo eran inimitables. Respondí con una sonrisa de par en par. No hubo más.
Por la noche cenamos en una taberna judío-libanesa, por decirlo de alguna forma. Se llama Hummus Place; está en la calle Amsterdam, entre la 74 y la 75. El humus y sus acompañantes, impagables. Era parte de la educación de Paula interesada desde el paseo por Brooklyn por lo hebreo, el Levante mediterráneo.
También descubrimos la ventaja de las líneas express del metro; y sus inconvenientes cuando se salta tu estación y una veintena de manzanas más.
Hoy luce sol, más calor que en días pasados pero no el bochorno de La tentación vive arriba. Sería por Marylin, no por la ciudad. Feliz día.
Con tus crónicas, me parece estar leyendo, día a día, los capítulos de una novela de Paul Auster.
Ay, sí, qué relatos tan amenos y coincidentes en gustos. Meryl Streep es una de las actrices que más admiro y su colmillo, cómo nó ¡qué bueno eres!
Qué crónicas viajeras tan interesantes. Ana ha dado en el clavo: Paul Auster, uno de mis escritores favoritos. ‘Brooklyn follies’ es deliciosa. Voy a por la siguiente etapa…