Los EREs son también para la política
Monday, 23 de July de 2012 por Ramón
No creo en la clase política ni en las castas; creo en los políticos singulares: personas que dedican un esfuerzo considerable a mejorar la vida de sus conciudadanos. Creo en la democracia de partidos y en el papel de los sindicatos, pero no que sean la única vía de expresión ciudadana, el único motor de participación. Creo en las asociaciones de barrio, en las profesionales y sectoriales y en todas aquella que libres de obediencias debidas sirvan para canalizar descontentos, propuestas, mejoras.
Creo en la ciudadanía activa, vigilante y comprometida. Votar no es la máxima expresión de una democracia. Una democracia sana se expresa cada día en la igualdad ante la ley, la igualdad de oportunidades, en la justicia eficaz y rápida, en su capacidad de corregirse, en una educación que enseñe a pensar, no a repetir, en el cuidado de los ancianos y enfermos, en la persecución de los delitos, en los debates parlamentarios donde los diputados representan a sus votantes, no a sus secretarios generales.
Una democracia sana no tiene alcantarillas ni desagües ni alfombras que lo cubren todo. Una democracia sana es transparente, no se avergüenza ni se esconde; sabe distinguir entre los sueldos necesarios de sus alcaldes, ministros y presidentes de los privilegios y los abusos.
Es un abuso que los diputados dispongan de dietas de alojamiento y manutención aunque tengan casa en Madrid. Un diputado no debería viajar a costa del contribuyente en Club ni en Business ni comer sobre manteles con cinco tenedores ni dormir en suites del Palace ni obtener privilegio alguno. No es una cuestión de números, de ahorro, sino de principios, de Ética. Los principios se pierden con facilidad y sin ellos no hay democracia, solo decoración.
Un diputado tiene que trabajar en el Congreso y en la provincia por la que fue elegido. ¿Lo hacen? ¿Quién lo controla? ¿Cómo sabemos que se están ganando la confianza, el salario? Somos los medios de comunicación los que deberíamos realizar un seguimiento crítico y no una mera recopilación de declaraciones, vacías por lo general, para copiarlas y pegarlas a coste cero. Sin libertad no hay medios de comunicación libres ni democracia. Sin medios haciendo su trabajo en libertad, fiscalizando a quien se cree inmune, no hay democracia sana.
¿Para qué sirve un Tribunal de Cuentas que no descubre nada? ¿Quiénes lo componen? ¿Quiénes los eligen? ¿Cuánto ganan? ¿Cuánto cuestan? ¿Y el Consejo de Estado?
Vivimos tiempos de crisis en los que las instituciones y otros agentes sociales están cada día más desprestigiados: la Monarquía, la Justicia, el Legislativo, el Gobierno, la prensa… La distancia es enorme porque ya existía una distancia mental: la casta frente a los que votan lo que manda el cacique, real o mental, la inercia o el sectarismo.
No es bueno discutir la esencia de un sistema que se basa en el respeto de las minorías, en la igualdad, la justicia, la libertad y la fraternidad. Pero sí es excelente exigir la regeneración democrática, una mejora de las rutas de acceso a los altos cargos, un cambio de la ley electoral y de los mecanismos de control ciudadano.
Me gusta ver el Parlamento británico, sus plenos. Es democracia en directo. Me gusta que los altos cargos de EEUU pasen un examen ante una comisión parlamentaria. Nada garantiza la excelencia, pero sí deben existir mecanismos eficaces que permitan detectar la indecencia, perseguirla y depurarla.
Indecente es que el presidente de Murcia pida un rescate sin decir la palabra rescate, sin dimitir por su responsabilidad en su desastre regional, sin que se investigue su gestión, sus Polaris. Indecente es la mentira como bandera, que no exista un rechazo ciudadano a los corruptos, que el tercer grupo parlamentario de las Cortes Valencianas sea el de los imputados. Ese rechazo es rotundo en las sociedades anglosajonas, en Alemania, en Francia, todas políticamente maduras. Las sociedades laxas son las cristianas: Portugal, España, Irlanda e Italia. Para el sur, el trabajo es un castigo bíblico; para el norte, una bendición, una forma de realizarse.
Esta crisis que es un saqueo añadido puede ser una oportunidad histórica para abrir las ventanas, ventilar habitaciones y aplicar un ERE a una parte importante de la clase política. Despedidos con 20 días y desempleo recortado. Somos privilegiados si nos comparamos con Cuba, Siria, Rusia y tantos otros. Ese privilegio no es un regalo, es una responsabilidad, una conquista heredada que hay que defender, pasar a la siguiente generación.
Sugiero poner un boton de esos o similar al Me gusta, pero no el de Facebook, mejor el de G+ o uno propio.
A veces no se te ocurre que decir o no te apetece manchar un articulo como este acompañandolo con un comentario atolondrado.
Me temo que acabo de incurrir en el pecado que predicaba evitar; lo sobrellevo contrito y resignado a la vez.
Estoy de acuerdo en todo lo que pone de manifiesto salvo en que para los del sur el trabajo sea un castigo, soy católica y el trabajo es para mí una actividad que me llena, me satisface y me hace sentir útil, aunque a veces me queje. Y ahora con la crisis además, casi un lujo.
Hacía tiempo que no me pasaba por aquí. Como siempre, un lujo.
Saludos.
Buenos días Ramón. Firmado
queda tu propuesta y alegato. Gracias valiente!
Ole, Ramón!
Buenos días para ti tb!
Mi estimado Ramón. Resulta que el número de descreidos va en aumento. Fíjate en las líneas de Eric Gonzalez. http://www.jotdown.es/2012/07/enric-gonzalez-cosas-que-no-me-creo/
Ahora bien. Una vez que gritamos ¡No me lo creo! ¿Qué?