El pistolero del bar cerca del Congreso
Thursday, 8 de March de 2012 por Ramón
Despierto en un jueves azul gaviota que me pesa como una lápida sin nombre. Parezco un viejo encorvado al que el dibujante borró el bastón. Me persiguen dos marmolistas armados con martillos y cinceles. Gritan que su misión es esculpir mi nombre. Aproveché un enredo de tráfico cerca de Sol para escapar carrera san Jerónimo abajo. Al pasar delante del Congreso escuché aplausos y vítores de los diputados. Pregunté al policía de la puerta: ‘¿Quién ha marcado?’. Respondió: ‘Creo que Messi ¡Lleva una semanita!’. Me senté en una piedra frente a unos leones que me sacaban la lengua. El frío me entró por la parte mullida de atrás. Me calcé mi gorro hanseático por si aparecía la señora Merkel. Pasaron los marmolistas persiguiendo a otro madrugador en dirección a Neptuno.
Los diputados salieron por las puertas con sus pancartas, banderas y bufandas. Los peperos cantaban: ‘Oe, oe, oe’. En el palco, la CEOE en pleno hacía la ola con los dos brazos en alto. Lo del PSOE lagrimeaban maldiciones; parecían seguidores del Borusia Dormunt.
Los marmolistas volvieron carrera de San Jerónimo arriba. Al verme se detuvieron. Cuando se disponían a esculpirme, vino un jefe de recursos humanos secreto y los despidió en el acto. Me explicó que la suya era una profesión novísima creada gracias a la nueva ley laboral, ‘¡para que después digan que no crea empleo’! y que estaban por todas partes con derecho a despedir a cualquiera, de pie, sentado o en posición fetal.
Entré en un bar por temor a que la secreta me despidiera también. Estaba vacío. Ni clientes ni camareros ni huesos de aceitunas en el suelo. Un tipo vestido de pistolero del oeste con sus pistolas de oro al cinto, preguntó. ‘¿Qué toma?’. Respondí: ‘Una cerveza fría’. Cuando me disponía a pagar, el hombre preguntó de nuevo: ‘¿Es usted griego?’. Dije que era una mezcla de muchas sangres, como los perros callejeros. ‘Peor para usted; hoy tenemos una oferta especial para los griegos. Rebaja del 53% de lo que tomen’. ‘Me gusta mucho Theodorakis’, dije por llenar el silencio más que por presumir’. El pistolero ojeó un cuaderno de notas. ‘Déjeme que consulte a Berlín’, dijo con el teléfono rojo en la mano. ‘Nos vale’, exclamó.
Sonó el despertador como suena cada día, a traición. 04:45. Viernes. Ni rastro de la lápida, los marmolistas, la secreta y el pistolero. Solo se escuchaban los vítores de los hooligans del congreso que se habían salido de la pesadilla e iban calle abajo, calle arriba jaleándose y despidiendo a todo el mundo.
¡Jó, Ramón! Muy bueno. ¡Qué imaginación!. Me río mucho cuando escribes este tipo de relatos. Es de agradecer para contrarrestar tanto dolor de humanidad y tanta desolación. Gracias.
Saludos
” Cuando se disponían a esculpirme, vino un jefe de recursos humanos secreto y los despidió en el acto. Me explicó que la suya era una profesión novísima creada gracias a la nueva ley laboral, ‘¡para que después digan que no crea empleo’! y que estaban por todas partes con derecho a despedir a cualquiera, de pie, sentado o en posición fetal”.
¡Que bonito hallazgo!¡ Que nicho de mercado!. Verdaderamente, la realidad vuelve a imitar a los sueños.
Ramón me has alegrado el día, pero total y absolutamente. Primero por tu relato que no he parado de reírme y luego con Ska P. Somos la Revolución Sí señor, Sí señor somos la revolución. Tu enemigo es el patrón ¡Resistencia!. Me has puesto las pilas para este duro vienes que me espera…..
Hoy si que te doy un abrazo fuerte, fortísimo, un beso y si pudiera hasta un morreo… (pero pequeñito)
¿Para cuándo un libro que recoja todos estos sueños y tu ingeniosa forma de contarlos?
Yo lo compraré
resumen: si
namaste amor te amo