Los ahoyadores tienen la culpa
Sunday, 26 de February de 2012 por Ramón
La carretera está rebacheada, abismada en cada agujero; es la herencia, proclaman a voces los señaladores de incidencias. Es la herencia mugen las vacas locas con la cabeza metida en pastos envenenados. Encaramado a un árbol veo a los ahoyadores profesionales que no dejan de ahoyar, de joder con la pelota. No suena Serrat sino Sabina: Más de cien mentiras que valen la pena.
Entro en un hospital con ganas de vomitar. Solo por devolverme los buenos días me cobran un euro. Al protestar, me cobran dos por distraer al personal distraído. “Tiene suerte”, dice un enfermera vestida de cuero negro: las buenas tardes valen cuatro. “Es el copago”, dice la ministra del ramo encaramada en un Jaguar descapotable rojo. Me quejo, argumento que el copago es repago. Pagar dos veces por lo mismo, o por menos. Una, vía impuestos; otra, vía el impuesto contrarrevolucionario. Cada enfermo convertido en cliente, en un generador de ingresos o de gastos. A los primeros se les sangrará el bolsillo; a los segundos, se les dará el alta para que Dios decida.
Sigue Sabina. Tenemos memoria, tenemos amigos. Tenemos más de cien palabras, más de cien motivos para no cortarse de un tajo las venas.
Llega un cabalgar prieto de arena y polvo. Son los antidisturbios en formación galopante desde Valencia. Al llegar a mi árbol se detienen, preguntan si soy uno de los 400 profesionales de la agitación, si me he aprendido guerrilla urbana en Internet.
Me visita en la cárcel de últimas voluntades el ministro de Poca Educación y no sé cuantas cosas. Viene a darme la extremaunción. Le respondo que no tengo hambre ni planes de morir este mes ni el siguiente. Los antidisturbios empiezan a rezar avemarías por mi alma pecadora. El pater del penal me ofrece un último deseo. Voy desgranando voluntades mientras que el ministro responde imposible. Antes de morir me cobran la inyección letal, el hospedaje en la cárcel a precio de cinco estrellas, el féretro y el disgusto que se va a llevar el Gobierno de la nación; también cobran por adelantado los desperfectos que pueda causar la noticia en los demás alborotadores.
Cuando me disponía a pagar, sonó el despertador. Tras ducharme y desayunar ligero, salí a la calle y allí estaban los ahoyadores agujereando el portal de mi casa. No saludé por si era caro y salí corriendo calle abajo. Ahora os escribo desde otro sueño. Me lo descargué de Internet hace media hora; es gratis y parece amable. Se llama En el país que nunca jamás va a volver.
Acabo de cortar al teléfono con mi viejo, Ramón, y cerró con la misma frase: “El país que no volveremos a ver”.
Qué bien narrado ese sueño (perfecta metáfora de la realidad), las enfermeras vestidas de cuero negro, los desperfectos en los alborotadores……..
Buenísimo relato. Vuelvo a leerlo para disfrutar, una vez más, de uniones imposibles de palabras imposibles.
Debes cenar más ligero, Ramón y no tomar olivas, que mira que lo pasas mal con esas pesadillas. Aunque lo peor es despertar y comprobar que la realidad puede ser peor ¿que hacer? dormir o despertar. Gran dilema.
Efectivamente, debía ser un sueño. Solo te cobraron un euro. Las tarifas en la vida real están muchos más caras. ¿Has pensado en volver a acostarte?.
amor, te amo
namaste
[…] "CRITEO-300×250", 300, 250); 1 meneos Los ahoyadores tienen la culpa http://www.ramonlobo.com/2012/02/26/los-ahoyadores-tienen-la-culpa/ por sonrisadecrack hace […]