Salva la suerte, siempre la maldita suerte
Thursday, 23 de February de 2012 por Ramón
A Javier Espinosa le ha salvado la vida una pared. Se encontraba en el centro de prensa de la insurgencia en Baba Amr, Homs, con Marie Colvin y Rémi Ochlik, cuando fue atacada por la artillería de Bashar el Asad. Había elegido, sin saberlo, la habitación de la vida, la de la estrella de la suerte. Lo cuenta en su crónica en El Mundo, un texto escalofriante, humano, grandioso. Salvarse, morir depende de detalles nimios. Cuando se es consciente de lo nimios que pueden llegar a ser esos detalles surge un temor profundo, anclado; te sientes ínfimo, vulnerable.
Un vino de menos en una copa de Navidad con la prensa extranjera en el edificio de la presidencia bosnia en 1993, durante la guerra, nos libró a Gervasio Sánchez y a mí de morir en un bombardeo con granadas de mortero. La onda expansiva, el aire caliente de la primera explosión, me golpeó en la nuca. Acababa de sentarme en el sofá junto a una familia sarajevita. Hacía cinco minutos que habíamos cruzado el parque atacado, debajo de su casa. Todos dimos un salto y corrimos hacia el centro del vestíbulo; nos pareció un búnker inexpugnable. No me asustó el sonido, me perturbó el contacto con la muerte, ese soplo caliente en el cogote.
Vivir es un milagro cotidiano. En el Tercer Mundo, el milagro llega por horas, por minutos, que los días son demasiado largos.
Homs es un nuevo Sarajevo. Demuestra que no hemos aprendido de las lecciones de la Historia. Se gritó ¡nunca más! tras el Holocausto. Después hubo Camboya, Srebrenica, Ruanda, Congo, Darfur… La política es teatral, cobarde, timorata; está dirigida por cómplices indirectos de los asesinos. No hacer cuando se debe hacer también mata; mata de injusticia.
Javier se ha salvado y me alegro por él y por Mónica; los admiro y quiero desde hace muchos años. Son quereres agarrados a las tripas, firmes, eternos, invencibles. Hay personas a las que quieres toda la vida, como a Gervasio Sánchez, Santiago Lyon, Enric Martí, Javier Bauluz, Alfonso Armada, Juan Carlos Tomasi, Bru Rovira, y tantos. No deseo que les pase nada a mis amigos; ya he pagado varios pasajes de ausencia.
Las muertes de Marie Colvin y Témi Ochlik, que escogieron sin saberlo la habitación de la muerte, me han conmocionado profundamente. Marie se ha ido y ha regresado, casi dándose un relevo, Juan Carlos Gumucio, que murió de exceso de soledad hace ahora diez años. Llevo muchas horas caminando junto a él, charlando, intercambiado nuevas y algún whisky. Él no tiene demasiadas novedades porque la muerte es un espacio suspenso, aburrido. Le cuento las mías, las de otros, las de su vacío inmenso. Se ríe como solo se podía reír un tipo grande como Gumucio.
Cuando escribí sobre Marie y Juan Carlos en la web de mi periódico, una amiga muy especial me dijo: “Tienes nostalgia de estar muerto”. Me encanta esa frase. Tengo nostalgia del mundo periodístico que se desmorona. Siento nostalgia de viajar sin prisa en busca de la sorpresa.
Javier Espinosa se ha salvado y estoy eufórico; y triste por los que no se salvaron. Es la ruleta cotidiana: tú, sí; tú, no.
Cuando iba al diario ayer sentí una punzada repentina. Pensé en Javier, que acababa de entrar en Homs; me cayó encima una tonelada de miedo gélido. No miré la hora, pero fue en la mañana del ataque contra la casa de Baba Amr. Cuando me llamaron para decirme que un periodista español había muerto en Sierra Leona, supe que era Miguel Gil, con quien Gervasio, Javier y yo habíamos cenado dos días antes en un libanés en Freetown. Cuando mataron en Irak a un periodista español empotrado con los estadounidenses, supe que era Julio Anguita Parrado. Cuando me dijeron que le había pasado algo grave a Julio Fuentes en Afganistán supe que estaba muerto; no pude dormir en toda la noche, sentado junto a él en una maldita cuneta en la carretera a Kabul.
Estoy feliz de ser así, de ser raro, de haber aprendido a vivir sin disfraz ni escudo antisentimientos, de sentir sin temor, de mostrarme y emocionarme, de escribir con y desde el alma. Al menos sé lo esencial: no soy un desalmado y estoy vivo. Feliz fin de semana.
Muy bien, Lobo, pero no está de más que todos tratemos de imaginar cómo es la vida para esos 3 mil millones de seres humanos cuyo contacto con la miseria y la violencia extrema es cotidianidad, no una anécdota durante un viaje en primera clase con whisky, teléfonos satelitales, sherpas y hotel exclusivo para corresponsales. Saludos fraternos desde El Salvador.
Podemos imaginar cómo es la vida de esos 3 mil millones porque hay muchos Lobos que nos lo cuentan.Los teléfonos satélites,sherpas y demás no son escudos antibalas,facilitan el trabajo que es a lo que van, a riesgo de perder lo único que tienen seguro LA VIDA.Un abrazo muy fuerte desde Asturias Ramonín.
Roberto,
es un poco aburrido repetir continuamente ese mantra. Ahora Ramón solo ha contado algo y no tiene por qué estar presente en un texto la realidad de millones de personas de ese mundo cruel, más viniendo de una persona que no tiene nada que demostrar en ese sentido y que ha pisado la calle y les ha dado voz.
Si fueran políticos, habría que echárselo en cara, pero no a personas que lo tienen integrado en su existencia.
Ramón: sinceramente, me parece el texto más vibrante que nunca haya leído tuyo. No te conozco en persona, pero te daría un abrazo ahora mismo.
Gracias
Cada día eres mas indispensable, Ramón.
“Estoy feliz de ser así, de ser raro, de haber aprendido a vivir sin disfraz ni escudo antisentimientos, de sentir sin temor, de mostrarme y emocionarme, de escribir con y desde el alma. Al menos sé lo esencial: no soy un desalmado y estoy vivo”.
Joder, Lobo, qué palabras más grandes. Estoy hasta el moño de vivir en una sociedad donde expresar lo que uno siente y reconocer la vulnerabilidad es sinónimo de debilidad, de tanto baile de máscaras y sonrisas de postín mientras la gente se pudre por dentro. Me han llegado tus palabras.
Un abrazo
No entiendo el comentario de Roberto.
Si no entendí mal, Ramón está recordando a sus amigos periodistas que han fallecido; recuerda también sus experiencias como periodista en el terreno -que no en un despacho- y, por lo tanto, sus recuerdos, como es lógico, jamás serán los recuerdos del iraquí ni del afgano, ni del rwandés, ni del mexicano migrante que cruza para ir a EEUU, porque los compañeros a los que hace referencia Ramón no eran víctimas de la violencia y la pobreza extrema en su día a día -afortunadamente para ellos-, aunque sí que lo eran durante los conflictos que cubrían -supongo que por algo están muertos, ¿no?-.
Creo que pese a nuestros privilegios -que en realidad son derechos, pero que en la mayoría de los países del mundo efectivamente son privilegios-tenemos derecho a reivindicar nuestra humanidad, a llorar a nuestros muertos, independientemente de si sus pasaportes atribuyen una u otra nacionalidad, si son rubios o morenos, blancos o negros, pobres o ricos.
Disminuir la desgracia de la muerte de un periodista sólo porque es extranjero, no sólo es peligroso, sino muy injusto con el esfuerzo que esa persona ha hecho, dejándose literalmente la vida en ello.
En el blog personal de un periodista que recuerda hoy a sus amigos caídos y que desea que los vivos no caigan jamás, me parece bien triste juzgar una cosa que no es lo que se lee en el post escrito por Lobo.
Los que escriben desde hoteles exclusivos, son leídos por quienes son leídos y sí, es triste que el periodismo haya caído en eso, pero creo que eso jamás desaparecerá. Es el mismo caso de la gente de Naciones Unidas, trabajando con la miseria y engrosando la cuenta bancaria cada mes, aparte de miles de privilegios más.
Y, ¿qué hacemos? dejar de leerles, dejar de financiarles -si yo fuese un Estado o un donante-, dejar de darles cuerda. Tal como lo pones, parece que Ramón es el dueño del mundo, negociando las condiciones de esclavitud del resto. Sinceramente, creo que la realidad dista mucho de ese peligroso discurso que pasa por deshumanizar no sólo al periodista que se juega la vida contándonos lo que pasa -de mejor o peor manera, creo que eso sí que es criticable-, sino que deshumanizamos también a las víctimas, que no son sólo víctimas, porque también son personas con sentimientos, con derechos, con circunstancias que jamás conoceríamos si no fuese por esos que se juegan la vida ahí donde caen bombas para callar a toda esa gente.
Incluso los sirios en Homs lloraron a los periodistas Marie Colvin y Rémi Ochlik. No seamos más papistas que el papa, por favor, que no hay nada que ofenda más que sentirse más víctima que la propia víctima.
La mayor fuerza es no tener miedo. Emocionante reflexión. Por eso queríamos ser periodista.
Acaso quién no arriesga no la merece.
Saludos amigo.
hombre valiente, Lobo.
[…] Colvin y Ochlik estaban en una casa que algunos informadores utilizaban como centro de prensa. Un proyectil de lanzagranadas impactó en el edificio. Otros dos periodistas resultaron heridos, entre ellos la freelance francesa Edith Bouvier, que ha solicitado a través de un vídeo un alto al fuego para poder ser evacuada a Líbano y ser operada “lo antes posible”. Javier Espinosa de El Mundo, que estaba en el mismo ataque, se salvó la vida milagrosamente. […]
Me gusta.
Acabo de terminar de leerme el libro de Kapuscinski “Viajes con Herodoto” y me ha gustado muchísimo, tanto que como es de mi madre y no pasa una con su control de libros, me lo voy a comprar, y también, el de Herodoto. Se aprende mucho sobre la historia y también, como bien dices Ramón, se deprime uno mucho pues no hemos avanzado nada desde los tiempos de Darío y demás…
Kapuscinski hace una reflexión muy interesante sobre todo esto que hablas en las páginas 303 y 304, principalmente, de uno de los últimos capítulos del libro, el titulado: Rodeados de luz en medio de la oscuridad. Todo él es un aprendizaje permanente del pasado y del presente pero, desde el capítulo de El juramento de Atenas, no tiene desperdicio. Es un libro de cabecera, sin lugar a dudas y un gran descubrimiento para mí.
Saludos y feliz fin de semana…
estoy contigo diego, es el texto mas brillante.
saludos inteligente paloma
petra holt ein buch,
la AUTORIDAD sigue disfrazada de mendigo
salvese quien no pueda,
mas.
dijo uno de abordo con secuelas del viejo mundo…
luz para quien la quiera.
el banquete esta servido
por colmillos delefante
muera la sombra del villano vil
viva la vida aqui.
namaste may friend.
Estoy feliz por Mónica que nunca se queja, y ha seguido adelante. Es más infeliz el que queda por la ausencia permanente.
Feliz por Mónica muy feliz y que la suerte los acompañe.
Esa memoria hace que conserves intacto tu cariño hacia los ausentes y que dentro de tí sigan vivos. O, de otra forma, ellos ahora son parte de tí. Gracias por compartir sentimientos y emociones.
[…] Me pregunto si nosotros sabremos y podremos contar grandes historias que emocionen, que enfurezcan, que entristezcan, enternezcan o que hagan reír. Leo con admiración y con miedo a quienes, a pesar de todo, siguen dirigiéndose a un lugar del que todos huyen. A las Maries Colvin y los Javieres Espinosa de este mundo que se lanzan al conflicto a sabiendas de que vivir o morir depende de a qué lado de la pared se encuentren. […]
@Refugiada: no intentes entender a Roberto. Cada blog con un cierto éxito tiene un troll gilipollas que da la murga. Aquí es roberto.
Gran texto, Ramón. Me ha llegado al fondo.
[…] Sánchez cuando informaban desde Sarajevo. A Espinosa le salvó una pared, a Lobo y Sánchez, «un vino de menos». De esos malditos morteros en Misrata, sin embargo, no se libraron Tim […]