El dedo que enseña valores
Wednesday, 14 de December de 2011 por Ramón
P se dobló hoy el dedo pulgar en la clase de gimnasia. Lloró; más lloró el dedo, confundido y tumefacto, por los ires y venires del balón canastero. Tras los dolores primeros, las contradicciones, los cambios: un amoratamiento de Semana Santa en vísperas de Navidad. Hacia tiempo que no pisaba un ambulatorio, a los que tuve que renunciar por orden de la autoridad impertinente a cambio del seguro médico de la Asociación de la Prensa. P entró en uno de esos centros de atención primaria, que en este caso parecía un registro de últimas voluntades.
Tres mujeres embatadas en edad de maduración tardía aguardaban en posición de combate laboral al otro lado del mostrador-muro. El carné andaluz de salud generó los problemas burocráticos necesarios para esquivar el ajetreo y parapetarse en el trabajo mínimo. La que atendió desde una altivez guerrera era incapaz de comprender que los datos que le faltaban en el primer carné (“aquí no tenemos chip”) estaban dispuestos a ser copiados en el carné europeo de salud: “No; ese no vale”, dijo la señora estajanovista. ¿Una euroescéptica? Por el bien del dedo doblado guardamos silencio.
Nos atendió una médica amable. Tras una inspección ocular, mandó a P otro centro para realizar una radiografía. “No se la darán”, dijo algo flamenca para ser de Madrid; “no es necesario porque me la envían por Internet y la vemos luego juntos”. Pareció un adelanto que merecía un copago, un repago y un retropago. De vuelta una hora después al centro de las últimas voluntades, la doctora peleó un buen rato con su ordenador sin poder abrir la presunta radiografía. Vendó a la niña con una peligrosa escasez de medios: cada solución médica se enfrenta a una carestía presupuestaria.
Al salir del centro dije a P que era afortunada, pues en Catalunya con tanto recorte salvaje le hubieran amputado el dedo. Ya en casa le expliqué la diferencia política entre la derecha y la (presunta) izquierda. Creo que entendió: el dedo se salva, la niña también.