Bancos que hablan
Tuesday, 6 de December de 2011 por Ramón
En esta foto de André Kertész -Broken bench-, realizada el 20 de septiembre de 1962 en Nueva York, no hay pinceles, solo luz, blanco y negro, vida suspendida en un instante. El hombre parece mirar a dos mujeres sentadas en un parque. No tiene cabeza pero me lo imagino con sombrero. A la izquierda: coches, árboles, carteles, quietud; a la derecha, dando profundidad a la imagen, cuatro bancos vacíos, soledades, el frío anticipado del otoño. El primero tiene la espalda rota, le faltan dos traviesas, solo es un banco herido. Parece hablar al hombre que no le mira. Pide socorro, tal vez mendiga unos dólares para acudir al arreglador de bancos antes de que sea tarde; quizá solo le pide una oportunidad.
No es un banco acostumbrado a las artes del pedir. Sucede a las personas. Las hay que cuando se sientan sobre el suelo y extienden la mano, o la gorra, parecen expertos en la necesidad. Los nuevos carecen de la compostura precisa; hay algo en su mirada que los delata, o son las manos que no se curvan lo suficiente, que se resisten a aceptar la desgracia. Hay pobres que para solucionar el problema de las manos tocan un instrumento, o el lomo de un gato. Otros se quedan inmóviles, convertidos en estatuas.
Ser pobre y mostrarse es un acto de valentía. Los menos expertos lo sienten como una humillación. En este mundo de nuevos ricos en el que nadie ve al Otro, es necesario hacerse visible, iluminarse como Diógenes. El banco de las traviesas parece una boca que sonríe, que grita: “Soy un banco roto, es vedad, pero te puedes sentar en mi esquina sana”. Un banco roto, un hombre viejo, no son trastos inútiles.
Llega la Navidad, la masa humana lo cubre todo: pobres, bancos y ricos, solo deja tras de sí un niebla de galopes hacia ningún lado.
pues sí, esta sociedad es un asco. A los que se sientan en los bancos, que muchas veces están esperando las asquerosas rutas marcadas por horarios de albergues, comedores sociales… nadie les tiene en cuenta y, lo que no aguanto, es que les miren con desprecio, como si fueran basura. Qué mierda de sociedad. Con lo fácil que es ponerte en el lugar de ellos para comprenderles, pero nada, como hace años a todos les dejaron jugar un poco a la bolsa, se creen dios. bueno, perdona, que me embalo.
Me gustan la foto y el texto con que la acompañas. Gracias.
Saludos…
La foto tiene algo de nostalgia, de rebeldía, de demanda…
Nostalgia. Me pregunto cuántos seres humanos, habrán dejado reposar su humanidad…Y se habrán comunicado, silenciosa o patentemente. Sin palabras… El lenguaje del silencio, de la mirada, del contacto piel a piel.
Con-versaciones de intimidades, creatividades, dudas, miedos, alegrías. La vida misma.
La vida que se va ofreciendo cada día…Concretada, intercambiada, perdida, enriquecida en el espacio-tiempo de ese banco. Ese y no otro.
Deseos de volver a él, de olvidarlo.
Banco vivido. Banco utilizado.
Rebeldía. Quiere ser libre…En contacto con la tierra…No fijado a ella…Cemento
Libre. Mirando al sol. Viéndole marchar tras salir. Viviendo su calor. Buscando la sombra. En espacios de intimidad para con-versaciones íntimas. En espacios abiertos al sol si alguien busca calidez externa, para calentar frío interno.
Imposible ser banco sin poder responder desde la experiencia de la escucha, de la energía diferente de cada cuerpo, en ocasiones, piel al desnudo de mano, cara, pierna…que desde la espontaneidad, se apoya, descansa…
Madera y piel. Madera, piel y brisa, lluvia…
Y la vida pasa…Acaba. La de la madera, envejece pero persiste. O muere también. La vida es tan imprevisible.
Demanda?. Demandas? Cada banco la suya.
Pero una común: manifestar que no los confundan a ellos, bancos de madera, con otros tipos de bancos…