Tenemos de casi todo para ser felices
Thursday, 24 de November de 2011 por Ramón
Es jueves. El agotamiento disfrazado de hormigas de Macondo escala mis piernas y una vez en la zona prohibida juega a desactivar fantasías; nada serio, solo una cama mullida, caliente y sin pesadillas. Dormir poco tiene ventajas: vives más horas teóricas, te da tiempo a hacer más cosas cada día; también, inconvenientes: cabeceo en el metro. Ayer dormité sentado en una bancada del primer vagón de la calamitosa línea 5. Cada vez que abría los párpados cruzaba la mirada con un tipo en gabardina de espía, un exhibicionista, un cantamañanas. Miraba y sonría desde el mundo de los perdonavidas. En esos instantes de nublada lucidez, entre cabezada y cabezada, me suelo interesar por asuntos mundanos: ¿habré roncado? ¿Olvidé subir la bragueta? ¿Abro la boca como un lelo y la dejó ahí, en el aire, como un buzón de correos?
Hoy no me sentado, pero ha sido peor: me dormí de pie. Entro enseguida en los sueños, en trance. La mínima consciencia salvada, la empleé en concentrar mis fuerzas en las rodillas, en evitar uno de esos bruscos y súbitos doblamientos que pueden dar con tu cuerpo en el suelo y garantizar una carcajada merecida y general. Ahora me duelen las rodillas de tanta rigidez.
Pienso en el pobre Mariano tumbado en su diván de la Rua del Percebe número 13, empurando un Montecristo y nananeado por una profesora de alemán enseñándole las palabras básicas: “Ya, ya, ya”. El hombre debe tener miedo escénico; es lógico, pensarse en una cumbre sin entender ni papa de lo que se dice, por el idioma y por el contenido, es un trago. Así empezó Zetapeta, hablando del tiempo y de my taylor is rich. Todo cambio es traumático: niños que pasan a otro colegio, adultos que empiezan un nuevo trabajo (ahora sería un acontecimiento).
Cuando llegué al El País hace 20 años tuve miedo de que no me dejaran pasar. Antes en Expansión, en 1986, temí que descubrieran que no tenía ni idea de economía. Ahora, con los años, sé que nadie sabe, pero algunos lo disimulan mejor que otros. La economía no es una ciencia, solo un intento de organizarse con los sinónimos: saqueo, explotación, beneficio, robo.
Sigue siendo jueves. A las hormigas macondianas les persigue el sopor narcotizante, de un culebrón venezolano después de comer. Escribo en una biblioteca pública rodeado de jóvenes que hacen deberes convencidos de que ese camino conduce al paraíso. Cuando crezcan descubrirán que lo importante es el camino en sí, no llegar.
El viernes y me está poniendo sms de preaviso. Hay viernes que son tan pesados como los jueves. ¿Habló ya Rajoy de sus planes? Respiro mejor desde el domingo por la noche. Se nota el cambio, la luz, la alegría. Así es esta gran nación, dicen, la que se ha perdido todas las grandes batallas de los últimos 200 años, las militares y las políticas, empeñada en guerrearse a sí misma. Rajoy con su templanza de pistolero del Oeste empieza a inquietar a los Merkozy, que los Papalusconi ya están en el limbo.
¿Y la prima de riesgo? Bien, gracias. La prima de riesgo está cenándose los ahorros de unos cuantos invisibles. Pienso en músicas para el viernes que mensajea y me suena en la cabeza, en la parte despierta, esta canción de Joaquín Sabina que me llega vía Thanksgiving. Buen fin de semana.
Madre mía, puedo imaginar todo de ti pero, la verdad, en Expansión no te veo.
¡Genial! Ramón, pese a horizontes.
Necesitas poner a tu blog, la opción de compartir en redes.
Me gusta y me río.
Saludos…
Me acerco con esperanza para encontrar en tus palabras una pizca de alegría, de sorpresa, de reconocimiento. Casi siempre surge la admiración y a veces se me escapan las lágrimas. Como hoy. Buen fin de semana y buena vida.
Me encanta tu poder observación cuando duermes :-D. Yo soy usuaria del ferrocarril y también dormito, pero yo no veo en sueños ¡¡qué don!!
Acabo de descubrir esta página, todo un tesoro, gracias.
Genial. Un texto destacable.