A Hamelin se le descubre por la armonía
Thursday, 27 de October de 2011 por Ramón
Suena una flauta más allá del pasillo de la casa. Como no es Hamelin, sino una niña de once años que aprende las notas y enseña simultáneamente paciencia, me quedó sentado, tecleando las palabras que me llegan en tobogán desde algún lugar del cerebro. Las notas que se aprenden no son como las aprendidas; carecen de armonía, están salpicas de gallos y se repiten tozudamente, una y otra vez.
La flauta tiene patas de ciempiés y con ellos me trae los pitidos jugando al tejo por las baldosas negras y blancas del pasillo. Las notas me escalan la pierna y se meten en el teclado del ordenador. Ahora oigo palabras mudas, en huelga de sonido. No me atrevo a decir nada a la niña que entrena, no vaya a ser que frustre una carrera prometedora. Aprendo en su do-re-mi el valor de mi pa-cien-cia.
Conocí a Pablo Carboné en Washington, en 1985. Tocaba un piano de cola en una casa grande de la calle 14, la de las putas. Cuando se mudaba de un lugar a otro no veía habitaciones, ni baños, ni el equipamiento en la cocina, solo veía salones con forma de piano, que podría ser el título de un concierto surrealista. Aquel año estuvo meses entrenando en su casa-barco el concierto para piano y orquesta número uno de Rachmaninov. Lo interpretó con éxito en el Kennedy Center. Entre el público que le aplaudió estaban sus vecinos, quienes le dijeron que tras la tortura del entrenamiento tenían derecho a disfrutar del resultado.
Yo no sé música. Carezco de oído. De los dos canales de escuchar, por el que entran las melodías y por el que entran las palabras, solo funciona el segundo, y tiene días. Pese a mi tara goyesca, las notas de la flauta han encontrado un atajo para taladrarme el cerebro. No sé cantar, aunque las canciones me suenan armoniosas en el cerebro después son incapaces de descender a mis labios.
Cuando la niña de once años termina, le digo que le ha salido muy bien, que la canción es hermosa y que tendrá una buena nota en el colegio. La canción se me queda duplicada en algún lugar de la casa, tal vez en el techo, agarrada como un murciélago. Creo que deberé aprender más paciencia conmigo mismo, con mi oído-oreja-zapatilla, antes de que pueda cantarla en este blog de palabras.
Buen fin de semana.
Me encanta este texto.
Me solidarizo contigo como otro de los que no sabe cantar.
Un abrazo y buen fin de semana.
Espero que haya pasado la fase de la polka, muy emocionante para quien la toca pero terrible para quien la escucha. Y pegadiza… Me ha gustado la historia de Nueva York. Yo también me voy con la música a otra parte. Buen-fin-de-se-ma-na!
Me gusta.
Buen finde.
Me ha encantado, aunque no tiene muy alta fidelidad mi ordenador. Gracias
Gracias por el texto. Ha sido un placer leerlo.
La vida sin música suena mal. Recuerdo que esa era mi asignatura más difícil. Salía al encerado y mirando el pentagrama dejaba que sonase mi voz asustada: Do, re, mi…
Al Fa, no llegaba.
Saludos cordiales
Rosa Paredes
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las mariposas suenan con su waterflay
los niños a la oca, oca
ayer es un reflejo de mañana
hoy jamas fui dia de fiesta
espero al mediodia el canto de sirena.
quebrando tiempos,
esos tiempos impuestos… en traviesos espacios.
tiempos que suenan huecos… en espacios llenos,
como cortinas,
como cortinas hambrientas.
*gracias ramon por tu inspiracion.