El pistolero que amaba la música
Thursday, 7 de April de 2011 por Ramón
Viernes. Las piernas me pesan. No parecen piernas, son anclas clavadas en el asfalto. Cuando camino por la calle Fuencarral echo chispas y las personas con las que me cruzo sonríen y mueven la cabeza. Deben pensar que soy un disfraz andante, un huido del manicomio, un friki. Les respondo amablemente: “No; solo estoy muy cansado”. Las anclas producen un ruido arañoso que da grima. Ya en la zona peatonal me he quitado los zapatos y los calcetines de colores a los que soy tan aficionado para aligerar peso. Las anclas se quedaron atrás. No pasaron ni dos minutos del abandono y ya estaban rodeadas de admiradores que las tomaban por unas esculturas vanguardistas. El arte es eso, una liberación personal. Yo dejo lo que me sujeta, me enclava; el artista vomita lo que le ahoga.
Estamos en tiempos difíciles. La ciudad se llenó de pistoleros. Visten traje gris, corbata roja y llevan maletín de piel. Son matones de guante blanco sin guantes. Me crucé con uno de rasgos atractivos que me preguntó por mis anclas. Me extrañó que supiera lo ocurrido en el primer párrafo cuando su vida empezaba y acababa en el segundo. No sabía que los párrafos que escribo, pese al punto y aparte, eran tan vulnerables. Le expliqué que las deposité en la calle como esculturas por orden del señor alcalde, que cuando entra en trance de precampaña acepta todo, menos las bicicletas. El pistolero me acompañó hasta Gran Vía; confesó que era un especialista muy valorado en el mercado de los limpiadores. “¿Que limpias?”, pregunté por preguntar. “Limpio lo que sobra; unas veces aquí, otras veces allá. Lo mio son los crímenes colectivos”. Aproveché un descuido de Wall, ese era su nombre en clave, encelado por una monterina (puta de la calle de la Montera), para cambiar de párrafo.
No sé cantar. Pero después del vídeo que me ha mandado desde Nueva York mi suministrador de inteligencia, Sandro Pozzi, he contratado unas clases urgentes. No aspiro a alcanzar la perfección ni tener una profesión alternativa a la que ejerzo, solo quiero saber terminar la maldita canción. Ese es mi seguro de vida.
Tune for Two (2011) from alfa primo on Vimeo.
Inquietante.
No, no, noooo… ¡Vaya manera de empezar el día! Y yo que me sentía feliz por el arrebato de la amanecida… Se me ha pasado en 2 minutos y 41 segundos.
Te dejo un vídeo para cuando te pese el asfalto en los ojos, en la mente, y no tengas ningún vaso a mano para beber un poco de libertad y quietud.
http://www.youtube.com/watch?v=_dJCLaoBZvM&feature=related
Buen fín de semana Ramón, un beso.
Pues casi que me quedo con la opción de aprender a hacer la canción interminable…vas más ligero sin las anclas?. Un abrazo asturiano
Ahí va un suspiro, y otro y otro. Impresionante.
tatús