Capitán mala-leche
Tuesday, 22 de February de 2011 por Ramón
Vi a un hombre viejo sentado en la calle. Le reconocí por el pelo ralo y el rictus tenso de sus labios. Le llamábamos capitán-mala-leche. Nos cruzábamos con él todos los días al salir del colegio por a tarde. Era el policía encargado del tráfico. Tenía unos brazos largos y fuertes que movía como las aspas de un molino.
Recuerdo que le alabamos tanto y tantas veces su trabajo de pensador del orden en el que deben cruzar la calle los automóviles que se le subió a la cabeza el peso de la importancia. Nuestro guardia dejó la calle porque se le había quedado pequeña, inservible, y se inscribió en la policía antidisturbios. Decía que el exceso de paciencia le había dejado tarado, con ganas de repartir mandobles a diestro y siniestro. Tenía carácter y modos de mamporrero.
Después dejó aquel cuerpo asqueado de la blandenguería de sus compañeros. “Falta disciplina y mano dura”, decía en sus arengas ante sus inferiores, su público cautivo favorito. Pasados los años despareció del barrio. Supe que se había convertido en farero. Quería estar solo y oler el mar. Fue feliz asomado al fin del mundo; allí se creía el único foco del universo. Los demás faros de la costa se fueron automatizando con los años. Todos menos el suyo, que sufrió una regresión rebelde hasta las lámparas de gas. “Son las únicas que evitan los naufragios”, decía.
El guardia que se hizo farero renegaba del progreso. Nada de radio, menos televisión. Dicen que desde que se hizo importante de sí mismo jamás escuchó una canción ni leyó un libro. “Solo incunables”, exclamaba. Incluso rechazó el bidé, por afrancesado, y las toallitas húmedas “porque las carga el diablo”. Los barcos prefirieron dar un rodeo detrás de las islas del oeste antes de correr riesgos en la costa del policía-farero. Así siguió, agrietándosele el carácter, enemistado contra todo avance, individual y colectivo, convencido de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Todo menos el suyo.
Me acerqué al hombre viejo que olía a mar y lámpara de gas. Le pregunté por el policía de tráfico que partió del barrio hace 30 años. El hombre me revisó la ropa y el rostro con infinito desprecio, mascó un caramelo que tenía en a boca, escupió sus pedazos al suelo y dijo: “El policía murió atropellado por la modernidad”. Me atreví a seguir: “¿Y el farero?”. “El farero es una ballena varada”, replicó. El viejo se incorporó con dificultad y de pié me miró agachado en el suelo: “¿Es usted un encuestador con demasiadas preguntas estúpidas?”. “Lo soy”, respondí. “Pues que sepa usted, jovenzuelo, que no le pienso votar ni ahora ni después”.
Y se marchó calle abajo moviendo los brazos como un guardia de la porra y girándolos después en redondo como un faro. Una mujer que estaba al lado, musitó: “Pobre loco, yo también le conocí”. Miré a la mujer. “¿Se cura esa locura?”. Ella movió la cabeza: “La locura de la importancia solo empeora. Es ley de locura”.
Esta entrada me ha recordado un antiguo refrán: “Con su luz no hay quien se alumbre”. Y en este caso no es por egoísmo aunque puede que sí por egocentrismo. De fareros locos la piel de toro está curtida.
Buen post, para pensar antes de dormir.
Todos los días entro a tus páginas, y para mí es un inmenso placer leerte, aunque muchas veces no dejo comentarios.
Tus escritos son un bálsamo para la mente por lo bien que escribís y además por la profundidad de tus palabras.
Me suelen gustar tus palabras; tienes arte cocinándolas y quiero decirte que me ha gustado mucho esta entrada, Lobo.
Un protagonista argentino mas asesino y torturador- Psicotico inkurable- komo todo psikotiko- EXPRESI DE FAKTO: Jorge R. Videla.
Aun siendo juzgado…repite SU diskurso, sin fisuras- eliminar al “enemigo”___ 30.000 desaparecidos en mi pais.
Las MADRES d Plaza d Mayo y ABUELAS d Plaza d Mayo, aun piden JUSTICIA y CARCEL COMUN-
NUNCA MAS!
Ellas, mujeres inkansables jamas piden venganza, soloamente JUSTICIA!
VAMOS kon ELLAS! JUSTICIA en el mundo! PARA TODOS!