La movilidad absurda
Thursday, 3 de February de 2011 por Ramón
Las personas que hablan por teléfono móvil sienten una inexplicable necesidad de moverse, de caminar, casi siempre sin sentido, como leones enjaulados. Al caer las noticias -por la tarde, sobre todo-, el pasillo de mi periódico, llamado M-30, se puebla de redactores que conversan con fuentes, familia o amigos, que todo alimenta el intelecto. Los que andamos por él blablabeamos en voz semi alta convencidos de que la movilidad nos hace invisibles, o mudos. Las conversaciones se cruzan y mezclan y a la pregunta de un diputado del PP formulada a través de un Motorola responde otro del PSOE que pasaba por ahí abordo de un Nokia. Parece la escena del ciego en Crónica de una muerte anunciada, quien colocado en medio de una boda responde a los saludos que nadie le hace.
En calle, los habladores de móvil avanzan como autómatas con el codo abierto, protegiéndose de ladrones, o cruzan toreros como El Viti mirando al tendido. La gente que utiliza el móvil en el metro no se pasea pero se les van los pies, como un tic. Los taxistas podrían escribir crónicas magníficas de lo que escuchan. Cuando hablamos por el teléfono sufrimos una transformación, nos sentimos solos, escondidos en una cámara de un refugio antinuclear, seguros de poder bramar contra lo que sea sin que lo que sea nos escuche.
Un amigo me comentó hace un par de días: “Me dejé el móvil en casa y tras unos minutos de pánico me sentí muy bien”. Deberíamos tener un día libre de móvil. Por ley. Ni llamadas, ni mensajes, ni navegación por Internet. La semana pasada estuve en una reunión de seis personas en las que tres no dejaban de mover los dedos sobre su iPhone4. Sugerí seguir la negociación por SMS. Todo llegará.
Ya escribí que me gustaría un vagón de AVE libre de ruidos. Sin ejecutivos Alfa que negocian a gritos. Sospecho que más de uno se llama al contestador automático del fijo.
Tengo móvil Apple y soy dependiente de sus encantos. Cuando no es Twitter, es Facebook, Google o la cámara de vídeo. La BBC, El País, NYT o The Daily Beast. Digo que soy periodista y que se trata de mi instrumento de trabajo. Pero es una soberana sandez, porque mi trabajo verdadero es hablar a la gente, excuchar y mirarle a la cara.
Me río. Yo, como Carlos Boyero; cuanto menos tecnología mejor y más tiempo para otras cosas.
Saludos…
Bien lo de la M-30. Recuérdame que te cuente luego algo de alguien que hace terapia de abandono de móvil en casa…
Paradojas de la tecnología: una amiga sostiene que el móvil es una ilusión de comunicación; y estoy bastante de acuerdo con ese punto de vista. Y el tuyo final, que resume la esencia de tu trabajo: “hablar a la gente, excuchar y mirarle a la cara”.
Ayer mismo estuve hablando de esto…jaaa, nos trasformamos cuando hablamos por el móvil…y molestamos a cualquiera que se encuentra a nuestro alrededor y al que “le resbala” tu conversación pero la tiene que escuchar…
Yo personalmente cuando me dejo olvidado el móvil no lo hecho de menos para nada. ¿Es necesario llamar a alguien con el que has quedado si llega tarde 5 min para ver dónde esta? Pues estará llegando ¿no?
Una de las cosas curiosas que encontré en Japón es esto del vagón libre de ruidos en el metro…señalizado en numerosos sitios para que quede claro…¡una maravilla!
Lo deberíamos instaurar, sobretodo en esos viajes de AVE de “ejecutivos agresivos”.
Eso es por lo que yo me haría “reaccionaria”: volver a los tiempos en lo sque no necesitábamos móvil, ni “feisbuk”, cuando se felicitaba cara a cara ( o al menos hablando, no por sms), cuando se podía saber de verdad lo que el otro sentía/pensaba,, charlando mirándose a los ojos. Y claro, esto muy cultural, cuando se tocaba uno al hablarse, se bajaba aun más la voz en un café atestado de gente, dándole a lo privado la intimidad que requiere lo privado.
Ya te conté en otro comentario, creo, que vivo en Alemania y que aquí, el ICE (equivalente al AVE) ofrece departamentos silenciosos. Móviles y demás ruidos, prohibidos. Una gozada.