Pesadillas en el tobillo
Wednesday, 26 de January de 2011 por Ramón
Esta noche llegué a casa con una pesadilla abrazada al tobillo. La pesadilla tenía los ojos abiertos y la boca cerrada. Las pesadillas nunca hablan fuera de sus horas de trabajo. Su régimen laboral les prohibe las horas extraordinarias. Las pesadillas-esquirol se aprovechan de las siestas y los cabeceos en el tren. Un mañana me asaltó una mientras dormía de pie las musarañas. En ella soñé que viajaba en metro sin fin ni destino. He dejado la pesadilla del tobillo en mi cama para que pueda realizar los estiramientos necesarios antes de meterse en mi dormir, que ya debe estar a punto pues me entra el vaporcito en los ojos.
Hace frío en Madrid. Un frío que pela la piel y las meninges. Cuando regresaba a casa me crucé con Ana Botella y no supe si se trataba de una ilusión o de otra pesadilla. Debía ser lo segundo porque levitaba sobre el cuerpo esculpido de un hombrecillo insufrible.
En las noches de frío, Madrid se deshace en un vaho que reemplaza al aire. No es el Londres de Jack el Destripador porque aquí los destripadores no pisan la calle. Son de guante blanco. He consultado la cartelera de pesadillas y creo que me voy a sacar una cómica subtitulada. Odio los doblajes. Aún no he colgado el post y ya escucho a la pesadilla desternillada debajo del edredón de la cama. Estiro la oreja para cotillear y escucho un poco de música. Un murmullo a la guitarra.
Es miércoles y me duelen los sueños no soñados. Me sueño sin pesadillas ni amenazas. Me sueño agua, ola, mar, piedra pintada. De tanto soñarme empecé a despertarme del sueño que nunca quiero soñar.
Anoche soñé que soñaba que una gran ola se lo llevaba todo, las playas, los edificios. Muchos nos sujetábamos a las rejas de una celda, no sé que pintaba ahí pero en el sueño estaba allí. La ola nos envolvió completamente, fueron unos instantes eternos aguantando la respiración bajo el agua, viendo flotar arrastrados por la corriente turbia restos irreconocibles de objetos de colores chillones. Por fin, la ola perdió personalidad y se volvió apenas un charco en el suelo. Los supervivientes mojados y asustados no dábamos crédito de lo que acababa de suceder. Simplemente desperté y el sueño soñado se difuminó entre la bruma de la mañana y la humedad de la arena.
Ojú que pesadilla…. hoy me duele el tobillo….
Pero merece la pena el riesgo de soportar a las consentidas pesadillas por el simple placer de dormir. Quizá tú no dormirías si tu cuerpo te permitiese no hacerlo.
Son un poco como Ryanair: te suelen provocar satisfacción en su justa media, pero a veces, sin venir a cuento y aparentemente sin justificación lógica alguna, te fastidian tu ansiado plan. Pero y el gusto de estar a varios cientos de kilómetros con quien quieres cada 1-2 semanas por precios anti-crisis…
No hay placer sin riesgo.
Yo seguiré durmiendo, a ver si hoy me toca soñar…
trato de no soñar …les tengo miedo a los sueños
Es como Alicia en el Pais de las Maravillas que cuando te dormis entras a un mundo que te descoloca o cambia la realidad
Menos mal que cuando me doy cuenta , me despierto …se teminan
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Buenos días Ramón. La pesadilla ya ha acabado su horario laboral. Me regalaron en Navidad uno de esos calendarios de mesa con una frase para cada día. Todas de Mario Benedetti, todas una invitación a la reflexión. Precisamente, la de ayer era:
“Mi pesadilla es siempre el optimismo:
me duermo débil, sueño que soy fuerte,
pero el futuro aguarda. Es un abismo.
No me lo digan cuando me despierte”.
(Habrá que hacerse el sordo, digo yo…).
¿Pesadillas?
Pues yo gracias a una presentación de un libro bien interesante en un sitio bien interesante y con gente igualmente interesante, he soñado con aires de libertad envueltos en velos, con viento magrebí dándome en la cara y con el olor de Túnez en la nariz.
Gracias, Ramón.
Soñar es de sabios.
Pesadillas en el tobillo…
Esta noche llegué a casa con una pesadilla abrazada al tobillo. La pesadilla tenía los ojos abiertos y la boca cerrada. Las pesadillas nunca hablan fuera de sus horas de trabajo. Su régimen laboral les prohibe las horas extraordinarias. Las pesadillas-…
Lo peor de las pesadillas es vivirlas en la realidad. De las otras te despiertas, de la realidad no te despiertas ni queriendo. Muchas veces no te dejan hacerlo y te ves entre la espada y la pared, con el agua al cuello y como salida un precipicio sin fín hacia la calle, fria e inmensa.
Tu casa, la calle; comer, en un comedor social; dormir, no, gracias, ya he tenido demasiadas pesadillas por hoy, vuelva Vd. mañana.