Navidad, piedras que sonríen y viejos
Monday, 20 de December de 2010 por Ramón
Semana de Navidad y Lotería -que no he comprado-. Regreso a Madrid. Vuelvo con una bolsa cargada de piedras y maderas en la maleta. El mar estaba ayer bravo, gris verdoso, rugía espuma y mostraba su fuerza. En una playa casi devorada por la marea de la mañana apenas quedaba arena para la búsqueda de tesoros. Respiré salitre y algas vestido de invierno y traté de escuchar las voces de las conchas marinas pero aún he aprendido del todo. Oigo murmullos, consonantes, pero las vocales aún se quedan enterradas. Una piedra sonriente acabó en mi mano y otras más pequeñas con formas de corazón y pera. Quiero pintar otra negra atravesada por 11 puntos amarillos, una piedra que represente los pasos perdidos, una piedra-norte.
Pinto mal, pero me gusta pintar. Si solo hiciésemos lo que sabemos no progresaríamos. La vida es riesgo. Quien me pidió respirar el mar no sabe dejar de pensar y sufre. Pensar tiene sus horas y sus descansos. Cada persona tiene su especialidad, su dolor, su mochila que abandonar al otro lado del río.
Todo se aprende, el mar, la nariz y el cerebro que se silencia. Yo aprendo cada vez más cosas. Estoy en edad de seguir aprendiendo y mostrar lo aprendido, pero ya casi nadie quiere escuchar al que habla, y menos los expedidores de certificados de idoneidad. Aun tengo el titular de Angela Merkel en la cabeza, cuando se declaró “impresionada” con las medidas de ahorro de Zapatero. Yo sí que estoy impresionado, y más que lo voy a estar, me advierten las predicciones y los decretos, pero todo tiene un precio. La estafa ideológica y electoral, también. Seguiremos informando. Buena semana.
Un regalo de Papá Noël:
Hermosas palabras las que traen las mareas. Buena semana para también Ramón
Un abrazo
Raúl
Si las piedras sonríen es que aún hay belleza por ahí. Y una cosa Ramón, mi mochila sigue aún en mi espalda, je,je,je…
Felices fiestas.
Luis.
a veces cuesta dejar la vieja y conocida mochila, aunque nos pese mucho, porque tememos a la nueva con la que nos van a cargar. De la vieja mochila conocemos todos sus costurones, donde nos roza, donde se acomoda mejor. La nueva todavía no se ha adaptado a nosotros, quizás temamos que no se va a adaptar nunca, o quizás simplemente no queramos una nueva mochila, simplemente dejar la vieja, aunque no cruzemos el río.
Estupenda metáfora y animosa tu filosofía, me gusta leerte.
Sólo los que están muertos no están en edad de aprender, la vida es un aprendizaje constante. Así que vivamos, es decir, aprendamos. En cuanto a lo de la estafa ideológica con esto sobran las palabras: http://www.youtube.com/watch?v=Asw8NRq3vtM
Un abrazo, Montse