Maleta cargada de libertad
Monday, 22 de November de 2010 por Ramón
Mi maleta roja parece transportar una decena de Cinderellas brillantes. Todo el mundo la mira y señala con el dedo; el que más, el jefe del escáner de Santa Justa que me presintió terrorista. No pudo acusarme de tráfico de hadas porque solo son piedras pintadas, unas piedras especiales que no brillan en los ojos equivocados. Unas las recogí la semana pasada; otras, el domingo en una playa grande y vacía, de otoño: nubes grises, mar gris verdoso, gaviotas grises y blancas, personas agrisadas. Pinté las bases de un color y M y P las fueron decorando con árboles, ojos, personas, máscaras, enredaderas azul pálido… Las piedras en sus manos parecían mágicas, hablaban, sonreían y eran sensibles a las cosquillas de los pinceles. En un trozo de tiesto pasado por agua de mar y arena me atreví con los colores y dibujé sobre un verde primero medialunas rojas, amarillas y azules. Lo que en una primera impresión pareció mironiano, al cabo de un rato resultó ser un adefesio que M arregló con paciencia. Conseguí un éxito reconocido con una piedra oxidada que venía pintada por la naturaleza, como Angelina Jolie. Solo añadí una raya roja, como una sonrisa de payaso, y dos zonas de verdes, dos Amazonas para esconderse.
Las piedras son como las palabras y las notas musicales, solo existe un lugar perfecto en el texto o en la partitura, los demás es ruido, interferencia, errata. Deberé estar atento a sus indicaciones cuando llegue esta noche a casa antes de decidir dónde colocarlas. No siempre se acierta; a menudo, el que más protesta es el ídolo africano de al lado que se siente invadido por la novedad y el color. De cada guerra individual debe surgir la paz de todos y la mía. La energía de una casa no paga peaje a una empresa de electricidad, que no entiende de estas cosas, sino que procede de cada uno de sus habitantes, sean piedras, plantas, muebles, luces, aparatos, insectos o personas. Pese a ser gratuita, muy pocas personas parecen interesadas en disfrutarla. Sin ella es imposible cerrar los ojos y soñar. Sin sueños solo nos queda este pretencioso teatro de la trascendencia, de los que creen que lo importante es mandar, acumular, ostentar, falsear. Cada piedra pintada, cada objeto que me eligió, es un billete al País de Nunca Jamás. No es una escapatoria, ni un brote de locura, solo es un simple, sano y divertido ejercicio de libertad.
ahora sí me gustan tus piedras pintadas.
ya no me parece que las has llevado a corporación dermoestética
En el Pais de Nunca Jamás los colores y las piedras son infinitos,
como la imaginación.
🙂
Si hasta los estómagos de algunos latinoamericanos los radiografían en busca de cápsulas de cocaína líquida, ¿cómo no van a encontrar sospechosa tu maleta llena de piedras pintadas?
Las cosas, como las personas, cuanto más sencillas más entusiasman. Las piedras Cenicientas están por todas partes, sólo hay que saber mirarlas. Una sirena se miró en una y alguien de delicadas manos sacó su reflejo de ella. No es que ahora sea más hermosa la piedra, ya lo era antes…la única diferencia es que alguien vió el reflejo que había en ella y fué a rescatarle.
Podemos cambiar nuestro mundo a partir de sueños, no hay nada imposible, sólo es cuestión de confiar en nosotros y en ellos.
http://www.youtube.com/watch?v=SlV59v-Vq98&feature=related
http://www.youtube.com/watch?v=btqLmMQ7Zg0