Milagros del maquillaje
Thursday, 18 de November de 2010 por Ramón
Pinté la piedra-caracol que me traje del sur con una línea roja en lo alto y de ella brotó un pez-trompeta con cara de caballito de mar. Me gustan los caballitos de mar. Me atraen su elegancia, el movimiento de bailarina suspendida y una cola táctil capaz de abrazar cualquier objeto. En el Acuario de Lisboa mantuve una conversación con uno que decía arrastrar penas de amor. En A Coruña tienen la mejor colección de caballitos de mar que he visto en mi vida. Son variados y hermosos, pero no hablan, solo relinchan diminutos ecos de agua. Cuando pregunté al director del centro por tanta mudez me explicó que el Prestige los tenía de luto. Malos tiempos aquellos y grandes recuerdos de una Galicia azul y negra. La de Nunca Máis.
De la estantería de mis libros recuperé una piedra blanca, porosa, casi caliza, que me traje en diciembre de 2009 de Ferring, el sur de Inglaterra, de la playa de mi infancia. Escogí para pintarla un azul lapislázuli, casi tunecino de Sidi Bu Said. Después acerqué el oído y escuché las voces de mis abuelos Germaine y Marcel. Ahora acaricio recuerdos, objetos que me unen a ellos, a mi memoria de una infancia inglesa y feliz. Pintar es un barco que navega, remueve olores a mar y a algas. Pintar sosiega, vacía por dentro y cuida de la mente. Pintar bien debe ser un transatlántico y un placer que no está a mi alcance.
Después de jugar con los pinceles, la témpera y el agua me he mirado los dedos. Son un cuadro en espera de papel para ponerse en movimiento. No tengo imágenes dentro, ni trazos, ni lunas, solo tengo palabras que a veces me brotan de la boca y de los ojos. A veces son palabras-caballito de mar, capaces de danzar en el aire; otras, palabras-guerrero dispuestas a la lucha.
Las piedras duermen y los pinceles bostezan. Cuando observo lo pintado comprendo la importancia del tiempo, del orden, del compás. Hace treinta siglos cualquier crítico de la época, que los habría, me había tomado por un genio, por un adelantado a mi época.
La piedra-caracol con una cresta de roja se ha despertado. Tiembla. Debe de ser una pesadilla. Cuando la tomé entre mis manos me explicó que era el alma del último mohicano y que por un instante se había visto transformado en un sueño en un caballito de mar. Me dijo que eran tontos, diminutos e inservibles. “Solo te puedes subir a los caballitos de mar del tiovivo y esos son una estafa, demasiado grandes para ser reales”. La piedra-caracol me recordó nuestro encuentro el domingo por la mañana. “No fuiste tu quien me descubrió en la arena. Yo era una piedra isla, no sé si antes o después de saltar al precipicio”. Le he pintado dos puntos blancos, dos ojos asimétricos, casi picassianos. Aunque la piedra se ve deforme se siente feliz. Ahora parece un verdadero guerrero y no “un caballito de mar pijo y pretencioso” como dijo en un acaloramiento.
Bastaron dos puntos blancos para modificar un discurso y la perspectiva de una piedra. Milagros del maquillaje. Con las personas debería ser más sencillo. Las personas no solo se pintan, a veces incluso piensan.
que lastima que andes jugando a las pinturitas con lo que el mar
tan generosamente te ha regalado. Has destruido su belleza, lo que te hizo recogerlas de la playa. No las has maquillado, has acallado su significado bajo capas de tempera. Quizás fué tu sirena quien te envió esos objetos, quizás ella sí apreciaba su belleza, quizás tú no hayas sabido verla.
Es posible, Helena, pero las piedras pintadas se han despertado muy contentas. Sonríen y se alisan lo que para ellas debe ser el pelo. Las no pintadas andan mustias y envidiosas. Buscaré esta noche a la sirena y seguiré su consejo. Gracias!!
bueno, quizás si que le hayas dado una nueva vida y estén contentas. yo soy mas de asombrarme con lo que hace la naturaleza.
¡gracias a ti por tus historias!
No creo que las no pintadas anden mustias y envidiosas .
Saludos
…a lo mejor están intentando pasar desapercibidas…
Una hermosa mezcla, una piedra del sur de Inglaterra pintada con cuentos tunecidos vestidos de azul. También con la palabra se pintan momentos, hay quienes tienen el privilegio de pintar vidas que luego leemos. Son los libros que todos tenemos en nuestras estanterías, y aquellos que aún no nos poseen (ya que nosotros no los poseemos), porque todavía no los tenemos.
La vida de los objetos guardan muchas historias. A tí te ha atrapado el mar, las algas, las caracolas…y esa sirena libre que nada entre tus olas.
…”tunecidos” no, es tunecinos…el swahili, pero ya sé decir que hay un mtoto en meme.
“Tiro piedras al agua,no sé que efecto producen en el estanque,pero al menos yo tiro piedras “( escrito por R.Lobo, ayer en El País). Esta frase, toda la conversación con Bell’Aube, le alegran a una la jornada. Se agradece, Ramón.