Distancias y sabor de mar
Sunday, 17 de October de 2010 por Ramón
Ha sido un domingo raro. Fui al cine –Come reza ama; nada del otro mundo pero se deja ver sobre todo cuando uno tiene exigencia de no añadirse dolores-, ordené mi casa, tiré cajas y peleé un buen rato con un texto que se había atrancado. Por la ventana, los tejados, las montañas y el sol. Dentro, vacío y soledad acompañada. Cuando uno mide una distancia no querida y la racionaliza para aminorarla acaba encogiendo cada kilómetro para aprender a estar cerca. Pero cuando una de las dos personas que marcan los polos se aleja un poco, por un viaje, por ejemplo, la distancia se descabalga.
A mediodía, de regreso del cine matinal (¡cómo me gusta ese horario!), crucé por una Puerta del Sol DF felizmente ocupada por mariachis y caminé por Arenal donde una excelente banda de música, tal vez rumana, recogía bártulos. Las estatuas se habían bajado de su pedestal y parecían humanas. En la plaza de Oriente me senté en un banco, busqué el sur con la ayuda de una señora muy amable que dijo “por allá” y alargué mucho la mano hasta tocar la costa. Mojé los dedos en el mar y seguí avanzando hasta el otro lado. Me quedé un buen rato en África, con la punta del dedo sexual en las puertas de la Medina de Fez. La señora amable al verme sonreír, preguntó: “¿Está ahí?” Respondí con la cabeza primero y una palabra después: “Está”. Me dio dos palmadas en la pierna izquierda, se levantó y se fue entre risitas. Mis dedos dejaron poco a poco Fez, regresaron por el Mediterráneo, subieron por Despeñaperros hasta volver a mis manos. Me duelen los huesos de tanto ir y venir. Ahora cada vez que pierdo la distancia me chupo uno cualquiera y trago mar.
Recordè recorrer algunos lugares cruzando mares, tu forma tan “modesta” de acercamiento me en-canta…lo primer que vì fue la Residencia de Estudiantes allì en Madrid, luego Roma, mi favorita…y…aquì me quedo, tecleando.
Esos viajes casi astrales, donde el cuerpo permanece sentado pero la mente ya se ha embarcado, permiten que la realidad no atrape a las mentes inquietas. Momentos de libertad onírica, sueños premeditados.
En el próximo tren pare en La Malagueta.
Un saludo
Yo me paso la vida viajando así. Tanto que a veces siento un cierto temor de que a consecuencia de mis “ausencias” esté dejando de apreciar el “aquí y ahora”.
Ramón, te ha faltado incluir este bonito vídeo de cuando empezaba a salir por la noche (a las once en casa).
http://www.youtube.com/watch?v=dA7jFcBEiLc&feature=related
Ha llegado el momento de decir la verdad
tengo que tener fuerzas para poderte hablar.
Espero que no te rías ni reuyas de mí
cuando te diga que estoy enamorado de ti.
Tu piel morena sobre la arena,
nadas igual que una sirena.
Tu pelo suelto moldea el viento,
cuando te miro me pongo contento.
Y si miro al horizonte puedo ver
como las olas pelean por tocar tu piel.
Y si miro al horizonte puedo ver
como las olas pelean por tocar tu piel.
Tu piel morena sobre la arena,
nadas igual que una sirena.
Tu pelo suelto moldea el viento,
cuando te miro me pongo contento.
Desde mi ventana veo la playa
y estás tumbada en la toalla.
Quiero que escuches mis sentimientos
y que no ignores lo que estoy deciendo.
Estimadísimo Ramón… precioso este texto, como muchos otros. Me encontré en él, porque también he tenido que acortar kilómetros para aprender a estar cerca… y de vez en cuando me chupo los dedos para probar una vez más el Mar… el de mi Alfonsina (Storni), sobretodo.
Lamento que no hayamos coincido este fin de semana en Madrid. Le volveré a llamar, si me permite (y me disculpa) usted la insistencia.
Un abrazo.
Está claro que la inmensa mayoría somos viajeros mentales. A veces los viajes son cuerdos, los menos…yo, sinceramente, prefiero aquellos que nos hacen perder la cordura, que nos sueltan en medio de ellos y vemos sentimientos, hasta los olemos. A esos viajes estoy apuntada de por vida.
Gracias por tus post, Ramón. Un saludo desde mi viaje al tuyo.