Quién apaga la luna
Sunday, 25 de July de 2010 por Ramón
Esta noche han apagado la luna en algunas calles y plazas de mi ciudad. Dicen que es el precio de la crisis y de las manías del ministro Miguel Sebastián, el del dedito que saluda. En Santa Ana vi una luna hermosa brillando en el sureste, pero un poco más allá, tras pasar delante del Café Central donde se escapaban hilos de jazz, ya no había luna. Solo un disco negro que lloraba. Un pobre que hacía la esquina en competencia desilgual con dos prostitutas me dijo a media voz: “La culpa es de la lideresa Aguirre, que para estas cosas de luna llena es más que muy suya”. El pobre explicó -sin dejar de escapar un céntimo de caridad con la gorra al revés- que la libérrima privatizadora de lo que era de todos los madrileños era aficionada a las cosas del más allá, no a las cosas del medio allá, los vampiros y Crepúsculos tan de moda, sino a las cosas de más allá del todo, el más allá del fondo del armario, donde Rouco Varela juega con las cartas marcadas con el pobre Arcángel San Gabriel en espera de la anunciación de las elecciones anticipadas.
Las lunas llenas sirven para mirar al cielo y verlas desde muchas partes al mismo tiempo. Son una escalera de miradas que al subir y bajar forman acueductos por los que los dedos se alargan y rozan. Las lunas apagadas son un serio problema: confunden las manos y la gente termina tocando donde no debe.
En la plaza Mayor había dos lunas, una en su sitio y otra sobre un charco. Me gustó la del espejo.
He leído una noticia que me ha entristecido: el centro-derecha portugués de la ciudad de Oporto ha negado con sus votos dar el nombre José Saramago a una de sus calles. No es una vileza, solo una tontería. Ya lo dijo Forest Gump: los tontos son los que hacen y dicen tonterías.
La luna esquiva se puso a saltar por los tejados de mi casa, multiplicándose en cada ventana, en cada velux. Parecía una revolución. Y así iluminado por mil lunas he bautizado el centro de mi piso Salón José Saramago. No es un homenaje, ni una afrenta a Oporto o a sus patanes, perdón: a sus señores concejales, es solo el ejercicio de mi libertad en la esperanza de que me contagie, aunque sea una miajita, de su talento.
Los centros-derechas no sólo de Oporto se niegan a poner nombres de calles a señores ilustres, en Sevilla también pasa.
Cuando la ignorancia, mas que la tonteria, se hace publica da mas pena que bronca. En fin, Oporto no sabe lo que se pierde porque seria una maravilla vivir en la calle Saramago, y saber bien de quien se trata de conocer su obra. La mayor parte de las personas no tienen idea de donde viene el nombre de sus calles y plazas.
Como bien dices, ojala se nos contagiara algo del talento de Saramago.
Un saludo cordial.
Excelente artículo. La música elegida también. Gracias.
Lobo, ese salón tuyo me gusta. Seguro que entre la luna y Saramago nunca te quedas a oscuras. Salud.